Sacerdote abulense. Residente en Roma. Es ‘el canónigo del Rey’ ante la Santa Sede, según la Santa (cta 286,1). Tiene en Avila a su madre, doña María de Montoya, que es amiga de T. A él confía ésta el grave asunto de la separación de provincia. Le envía numerosas cartas, primero por medio de Nicolás Doria, que se las entregará en propia mano y lo pondrá al corriente de la situación de los descalzos en España (cta 286: febrero de 1579); luego a través de Roque de Huerta y del padre Juan de J. Roca, que viaja disfrazado a Roma y ha de llevarle un pliego de cartas de recomendación, entre ellas, la del propio Rey (cta 290,4). Es a él a quien trasmite T una alta cifra de ducados para sufragar los gastos romanos y, en todo caso, ella le queda sumamente agradecida: ‘el canónigo… nos ha dado la vida’ (cta 295,5). Son sucesos del año 1579. Pero antes de que las cosas de Roma se zanjen a favor de los descalzos, el canónigo tiene que desplazarse a España, portador del capelo cardenalicio para el arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga: así lo escribe la Santa el 27 de julio de ese año (cta 309,8). Pero ya ‘no hará falta’ a la causa de los descalzos (ib). Todavía en abril de 1582, le escribirá ella desde Burgos una carta de cortesía y gratitud: cta 440. Es la única misiva de T al canónigo, que haya llegado hasta nosotros.
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