1. Educación
a) En casa. No hay noticia alguna de que T recibiera educación musical. Ni en los diversos inventarios de su padre y su madre ni en el suyo propio consta instrumento musical alguno, con anotarse otras muchas cosas de vestidos, mobiliario y utensilios que denotan ostentación (P. Efrén de la M. de Dios, Santa Teresa y su tiempo, Caja de A. y M. de P. de Salamanca, 1982, 1 nº 86 sg.). Además su padre pagó la dote correspondiente como novicia y como profesa (P. Jerónimo de san José, Historia del Carmen Descalzo, 1637, 228; y P. Silverio de Santa Teresa, HCD, 1, 210), cosa que las monjas músicas no hacían. Sin embargo el mundo musical no debía ser totalmente extraño a la familia. Su sobrina Beatriz, hija de Juana, hermana menor de la Santa, era muy aficionada a la música y tañía muy bien. Por otro lado, los caballeros, además de aprender a leer y escribir, aprendían también a tañer, cantar, danzar, nadar, jugar a la pelota y al ajedrez. En un inventario de D. Alonso se anota un ajedrez. Y aunque su aprendizaje fuera cosa de varones, T sabía jugar al ajedrez. Igualmente pudo tener algún conocimiento indirecto de música, adquirido en el palacio de los Núñez Vela, vecinos y padrinos de T, o en otra casa noble.
b) En el monasterio de la Encarnación. En las Constituciones del monasterio estaba mandado que las novicias «orarán y cantarán» y para eso se les enseñará «la cantoría del salmear y divino oficio» (P. Silverio de S. T, BMC, IX, 493, Rúbrica XII), y que «a la profesión ninguna se reciba, salvo si competentemente supiere leer y cantar y servir en el coro» (ib 495, Rúbrica XIII). Sin embargo ella, recordando sus tiempos de novicia, confiesa que «sabía poco del rezado y de lo que había de hacer en el coro y cómo lo regir (…) y vía a otras novicias que me podían enseñar (…) Sabía mal cantar. Sentía tanto, si no tenía estudiado lo que me encomendaban (…) que de pura honra me turbaba tanto, que decía muy menos de lo que sabía» (V 31,23). Sólo algunas novicias con más facultades recibían una enseñanza musical más intensa; al resto se le daban nociones generales, las indispensables para cantar en el coro. Ella asegura que estudiaba. Algo, pues, tuvo que aprender. Es admirable la precisión de lenguaje con que se expresa más tarde, al narrar la fundación de Villanueva de la Jara: «Desde lejos oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te Deum, un verso la capilla de canto de órgano y otro: el órgano (F 28,37). Todo es preciso: verso, capilla, canto de órgano y órgano solo. Lo de «verso» lo podía saber por el rezo del oficio divino. El uso exacto de las otras palabras ya extraña más. «Capilla» era justamente el conjunto de personas escogidas que componían el coro de una catedral, un convento o un palacio. «Canto de órgano» era el canto polifónico, distinto del canto, llano. «Capilla de canto de órgano» era exactamente la expresión para referirse al grupo de cantores que interpretaban la parte polifónica, el verso polifónico, cuando le correspondía en alternancia con el canto llano o, como en este caso, con el órgano. La Santa sabe lo que dice (cf V 31,21; F 25,12).
2. La música que pudo oír
a) Antes de ser monja (hasta los 20 años). En el s. XVI los focos musicales eran tres: las capillas catedralicias y algunas conventuales, las capillas palaciegas y la canción popular. El cabildo de Avila, sin poder competir con los de las vecinas Salamanca o Toledo, está en un momento de esplendor (José Belmonte, La ciudad de Avila. Estudio histórico, Caja de A. de Avila, 1986, 227). La bondad de su capilla musical, por los años en que podía asistir a los cultos en ella la joven T, se deduce de la calidad de sus maestros de capilla: Cristóbal de Morales de 1526 a 1528 (Rafael Mitjana, «Nuevas noticias referentes a la vida y las obras de Cristóbal de Morales» Música Sacro-hispana, 2 (1919) 15-17, y Robert Stevenson, La música en las catedrales españolas del Siglo de Oro, Alianza Música, Madrid 1993, 26-27), cuando T es una adolescente de 11 a 13 años; Sepúlveda de 1530 a 1539 (José López-Calo, Catálogo del archivo de la Catedral de Avila, S.E.M. Santiago de Compostela, 1978, 278-28 1), cuando T tiene 15 años y a los 20 (1535) entra en el monasterio de la Encarnación.
Música profana pudo oír T en los palacios, en las fiestas populares y en las visitas de los monarcas. La emperatriz Isabel y su hijo Felipe II, de cuatro años, pasaron en Avila el verano de 1531. «Entre las fiestas que la ciudad tuvo fueron salir treszientas mozas aldeanas de los sesmos y tierras de Avila baylando, muy bien vestidas, a quienes acompañaban sus galanes con muchas gaytas golosas, tamboriles y panderos: y no digo más remitiéndome al libro consistorial que pone otra mayor suma. Otras hizieron los maestrescuelas de los niños, sacando gran numero dellos, con su disfraz bien alegre, conforme a su puericia. Otras tres danzas hubo de serranas de doze en doze, con sus galanes, ricamente aderezadas, cada una a su manera» (Luis Ariz, Historia de las grandezas de la Ciudad de Avila, Alcalá de Henares 1607. Ed. facsímil hecha por la Caja de A. y M. de P. de Avila, Avila, 1978, 297). Tres años más tarde, en 1534, visitó Avila el emperador Carlos V. Y también se hicieron grandes fiestas (ib 232-233). Pero la música popular no necesita de estas grandes ocasiones para manifestarse. En Avila, como en otros sitios, era imprescindible en bodas, romerías, procesiones, labores, toros, rondas… Es reveladora una de las prohibiciones del Cabildo a los ministriles de la catedral de Avila en 1555: «no puedan de noche dar música en esta ciudad ni sus arrabales en calle ni barrio ni plaza» (Andrés Hernández, «La música en la catedral de Avila hasta finales del s. XVI» De musica hispana et aliis. Miscelánea en honor del Pr. Dr. José López Calo. Universidad de Santiago de Compostela. 1990, 1376). La alegre joven T tuvo que conocer estas músicas. Lo demuestra la habilidad que, ya monja descalza, tenía para alegrar a sus hijas componiendo letras adaptables a músicas populares.
b) Monja en la Encarnación. Durante este tiempo (1535-1562), con cierta libertad para salir del convento, fueron maestros de capilla de la catedral: Castillo (1539-1549), Jerónimo de Espinar (1550-1558 muerto en Avila), Bernardino de Ribera (1559-1562 en que va de maestro de capilla a la catedral de Toledo). Después, de 1564 a 1566 en que marcha de profesor a la Universidad de Salamanca, es maestro de capilla Juan Navarro; pero desde 1562, en que T funda su primer convento reformado, es poco probable que salga del convento para ir a la catedral.
En el propio monasterio de la Encarnación consta que hubo muy buen ambiente musical a principios del s. XVII. A lo que se sabe, el alma de toda esta vida musical fue D.ª María León (María Pinel, Retablo de Carmelitas, edición preparada por el Dr. Nicolás González. EDE, Madrid 1981, 184). Pudo nacer entre 1565 y 1570 e ingresar en el monasterio entre 1585 y 1590. Alumnas suyas fueron dos hermanas mellizas, Isabel y Mariana Rosa Velasco (ib 187-194), que ingresaron en el monasterio en 1607, a los cuatro años de edad, y que revelaron unas cualidades excepcionales para la música. Las dos aprendieron canto llano y canto de órgano (polifonía). María Rosa aprendió, además, a tocar órgano, arpa, guitarra y cítara. Su hermana Isabel «comenzó a deprender bajón, pero no tuvo fuerza en el estómago para ello» (ib 188) y lo dejó. Las dos a los ocho años ya daban clase a otras. De la misma época, un poco más antiguas, fueron otras dos hermanas, Clara Eugenia y Eugenia Clara (ib 200-205), que ya sabían música cuando ingresaron en el monasterio hacia 1605. Clara Eugenia, la mayor, tocaba órgano y arpa; su hermana, bajón. Consta el esmero con que todas ellas cumplían su trabajo y lo orgullosa que se sentía la comunidad de dedicar al culto divino más religiosas que otros «monasterios muy sobrados» (ib 200).
Relatando la muerte de doña Eugenia Clara escribe María Pínel: «queriendo nuestro Señor llevar a doña Eugenia a tocar a otra capilla más superior…» (ib 204). Esto parece indicar que dentro del monasterio, como era frecuente en otros, un grupito de monjas formaría la «capilla conventual» que cantaría polifonía y tocaría instrumentos, y el resto de las monjas interpretarían sólo el canto llano más común. Como un estilo de hacer las cosas no se adquiere en un día, probablemente este ambiente musical proviniera de tiempos más antiguos, de los tiempos en que T vivía allí, y T estaría entre las monjas que sólo cantaban canto llano.
Este pasado generoso en música se atisba actualmente 1º) en la cantidad de partituras del s. XVI conservadas en el monasterio y catalogadas por Antonio Baciero (El órgano de cámara del convento de la Encarnación (Avila), Consejo General de Castilla y León. Poniente, Madrid, 1982, 135 sg.). También al final del libro de las Constituciones que regían el monasterio por el tiempo que vivió en él T hay unas páginas en canto llano con las canciones que se intepretaban durante la profesión de las religiosas (P. Silverio de Santa T, BMC IX, 521); y 2º) en la hermosa colección de instrumentos antiguos que todavía posee el monasterio: dos arpas de dos órdenes del s. XVI, una viola de gamba del XVI, una guitarra española del Renacimiento, un salterio del XVIII, un bajón renacentista, y el precioso organito de mesa «cuya datación puede remontarnos hasta finales del siglo XV, al que posteriormente se le buscó una peana o cuerpo inferior» (Antonio Baciero, o.c., 17. Las árpas las ha estudiado Rafael Pérez Arroyo en «El arpa de dos órdenes en España», Revista de Musicología II,1 (1979) 89-99. No las data y dice que el arpa con etiqueta «UPH Fernández» tiene tabla armónica diatónica, de un solo orden de cuerdas, mientras que su arco o puente tiene dos filas de clavijas; lo cual indica que este puente perteneció a otra arpa).
c) T. y Antonio de Cabezón. Cabezón, burgalés de nacimiento, casó en 1538 con Luisa Núñez, abulense (Macario Santiago Castner, «Antonio de Cabezón», The new Grove Dictionary of Music and Musicians. Ed. de 1986, 111, 572), y tuvo dos casas en Avila, en sitio céntrico, cerca de la catedral y de la parroquia de San Juan, vecino de los padres de Victoria. En Avila vivió temporadas enteras, cuando sus viajes acompañando a la corte se lo permitían. Y consta que tocó el órgano en la catedral de Avila al menos en dos ocasiones: noviembre de 1552 y junio de 1556. En ambas el cabildo catedralicio mandó obsequiarle (Actas de la C., 1551-1553, fol. 43 y 89). Por estas fechas T sale fácilmente del convento; de 1555 a 1558 vive en casa de D.ª Guiomar de Ulloa. Pudo oírle, sin más.
d) T y Tomás Luis de Victoria. Victoria nace en 1548 en la céntrica calle Caballeros, de Avila, a muy pocos metros de una de las casas de Cabezón, y pertenece a la parroquia de San Juan, como Cabezón y como la familia de santa T (Ferreol Hernández, Tomás Luis de Victoria «el abulense». Avila, 1960, 67). Entra como seise en la catedral a finales de 1557 o principios de 1558 (ib 54). T, fuera del convento por estos años, puede verle y oírle como niño cantando en la catedral o en las procesiones del Corpus, hasta 1562 en que inicia su reforma. Victoria pudo también tener noticia de la monja fundadora, dado el alboroto que la fundación de San José levantó en la ciudad. Victoria marcha a Roma en 1567 (ib 88), el mismo año en que T sale de Avila para fundar en Medina del Campo; y la primera vez que vuelve a España es en 1585 (ib 130), ya muerta T en 1582. No hubo más relación entre ambos. Sí es muy probable que Victoria leyera los escritos de T, editados por Fray Luis de León en 1588. La Santa había pasado por las Descalzas Reales de Madrid en junio de 1569, camino de Pastrana y varias veces habló con D.ª Juana, hermana de la emperatriz D.ª María y de Felipe II (P. Efrén de la M. de Dios, Santa Teresa y su tiempo, Caja de A. y M. de P. de Salamanca, Salamanca 1982, II. 1, nº 265). En 1586 la emperatriz D.ª María tuvo en sus manos el manuscrito de la autobiografía de la Santa, recién rescatado de la Inquisición (P. Efrén de la M. de Dios, Obras completas de santa T, BAC 212, Madrid, 1962, 15); ella promovió su publicación, y a ella se la dedicó Fray Luis de León. Victoria era capellán y organista de las Descalzas Reales en estas fechas. Tuvo que estar al tanto, como sacerdote capellán y como paisano de T.
e) Fundadora. Hubo fundaciones hechas calladamente (Avila, Medina del Campo, Segovia, Toledo…); hubo fundaciones celebradas discretamente por el pueblo (Malagón, segunda casa de Valladolid, Beas…); y hubo fundaciones rodeadas de gran solemnidad. En éstas la música contribuyó a la fiesta, y la Santa no olvidó anotarlo. Segunda casa de Salamanca: «hubo mucha solemnidad y música y púsose el Santísimo Sacramento con gran solemnidad» (F 19,10); Sevilla, a pesar de que ella quería discreción: «Y nos consolamos ordenasen nuestra fiesta con tanta solemnidad y las calles tan aderezadas y con tanta música y ministriles, que me dijo el santo prior de las Cuevas que nunca tal había visto en Sevilla» (F 25,11-12); Villanueva de la Jara: «Entraron en la iglesia con un Te Deum y voces muy mortificadas» (F 28,20); «Desde lejos oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te Deum, un verso la capilla de canto de órgano, y otro el órgano» (F 28,37); Palencia: «Quiso el obispo fuese con gran solemnidad. Y así fue un día de la octava del Santísimo Sacramento, que él mismo vino de Valladolid, y se juntó al Cabildo con las Ordenes, y casi todo el lugar. Mucha música» (F 29,29).
3. La música que pudo interpretar
Exclusivamente vocal; gregoriana (canto llano) dentro del templo y popular en celebraciones conventuales. Instrumental no. En el Ms. 1.400 de la BN, procedente de las Descalzas de Cuerva, se dice esto: «El danzar, que entonces y aquellos tiempos la santa Madre y sus hijas usavan era no arregladamente, ni con vigüela, sino davan unas palmadas como dize el Rey David ‘omnes gentes, plaudite manibus’ y discurrían assí con armonía y gracia de espíritu más que de otra cosa» (citado por Baciero, l.c., 106). Acaso tocara algunos intrumentos de percusión, como panderos, castañuelas, sonajas…, de los que abundan en sus conventos, algunos con tradición de ser de su tiempo y de que efectivamente T los tocaba: Avila (Encarnación y san José), Valladolid, Toledo, Palencia. En san José de Avila hay unas flautitas que coinciden con la descripción que M. García Matos hace de las gaitas extremeñas: de madera con perforado cilíndrico, con embocadura de pico, tres agujeros (dos por arriba y uno por debajo), y que se acompañaba con un tamboril colgado del brazo izquierdo del mismo instrumentista (Lírica popular de la alta Extremadura, U. M. E., Madrid, sin año, 185-192).
4. Sensibilidad musical de santa T
En sus Constituciones manda utilizar la música como elemento de solemnidad (1, 4), y fuera de las celebraciones litúrgicas la utiliza como elemento de alegría. Pero además es que disfruta con la música: «Sé de una persona que estando en oración semejante oyó cantar una buena voz, y certifica que, a su parecer, si el canto no cesara que iba a salirse el alma, del gran deleite y suavidad que nuestro Señor le daba a gustar, y así proveyó Su Majestad que dejase el canto quien cantaba, que la que estaba en esta suspensión, bien se podía morir, mas no podía decir que cesase» (Conc 7,2; cf R 15,1). «Aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores» (V 9,5). Aunque palidezcan comparadas con otras bellezas superiores gustadas por ella: «Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores, olores, músicas, etc., paréceme no lo querría ver ni oír; tanta es la diferencia de ello a lo que yo suelo ver» (R 1,11). Sabe distinguir lo bueno de lo malo: «No sé qué le envíe por tantas [mercedes] como me hace, sino es esos villancicos que hice yo, que me mandó el confesor las regucijase, y he estado estas noches con ellas, y no supe cómo sino ansí. Tienen graciosa sonada si la atinare Francisquito a cantar» (cta 172,14, a Lorenzo de Cepeda). Percibe una mala entonación y sabe corregirla; y sabe enseñar canciones a otras. ¿Llegó a componer la música de alguna canción? Ana de Jesús testifica: «En estas fiestas hacía muchos regocijos y componía algunas letras en cantarcillos» (Procesos de Salamanca, 1597, a.6. BMC tomo 18, 474). Y Julián de Avila: «Compuso unas coplas muy graciosas al tiempo que habíamos de pasar el Guadalquivir» (Procesos de Avila, 1596; cf P. Efrén de la M. de D., 1, 88). Podía ser sólo la letra; podía ser, en alguna ocasión, también la música. Canto litúrgico.
BIBL. A. Bernaldo de Quirós, Música en Santa Teresa. ¿Canto sin punto? ¿Canto en tono?, en MteCarm 106 (1998), 347-388; Livino del N. Jesús, La música sagrada en la legislación del Carmen Descalzo, San Sebastián 1944.
Antonio Bernaldo de Quirós