No es categoría teresiana. En el léxico de la Santa no aparece ni ese vocablo ni sus derivados. Sólo una vez se lee en las Constituciones, pero en la sección no redactada por ella: ‘si alguna no observare debidamente las postraciones…’ (13,7). Esa ausencia documenta en cierto modo la novedosa postura adoptada por la Santa al renovar el estilo de vida religiosa en sus carmelos, en contraste con formas pasadas, en las que ‘observancia’ y ‘observantes’ eran conceptos y valores importantes. En el ambiente religioso en que ella proyecta sus fundaciones, la persona más representativa y amiga es san Pedro de Alcántara, que sufrió en su persona y en su obra las tensiones entre observantes y conventuales, pasando de los primeros a los segundos. Cuando se encuentra con la Madre Teresa, él es ya comisario general de los conventuales reformados (1559).
Igualmente se halla la Santa en contraste con la línea ideológica adoptada más tarde por su propia familia religiosa. Ya en el Capítulo de Alcalá (1581) se dará a sus carmelos el apellido de ‘primitiva observancia’. Así en las ‘Constituciones de las monjas carmelitas descalzas de la primitiva observancia’ (y lo mismo en las de los descalzos: cf MHCT 2, 270). Y a partir de la muerte de san Juan de la Cruz y tras la eliminación de Gracián del grupo de descalzos, ‘la observancia regular’ pasará a ser categoría de valor primario en la vida del grupo, casi exponente y parámetro de la auténtica vida religiosa iniciada por la Madre Teresa. Entre los corifeos de ese cambio de rumbo, nadie advirtió la ausencia de esa terminología e incluso de esa categoría mental en el léxico y en el ideario teresiano.
La fidelidad al programa de vida religiosa, e incluso el amor a la Regla y a las normas establecidas para encauzar la vida de la comunidad, ocupan otro nivel más alto en la pedagogía de la Santa. A ella, le interesa ‘seguir el llamamiento que Su Majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese’ (V 32,9). O bien, ‘seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese’ (C 1,2). En San José, las hermanas ‘guardan otras cosas para cumplir la Regla con más perfección’ (V. 36,27). Los vocablos preferidos por ella son: ‘seguir’, ‘guardar’, ‘cumplir’. Este último, con valor semántico diverso del que hoy le concedemos. No sin cierta connotación evangélica. ‘Amar y guardar los mandamientos’ de Dios, es el dato base (cf M 7,1,6). En ese sentido insistirá al iniciar su pedagogía de la vida religiosa en el Camino: ‘plega al Señor hagamos las (cosas) que nuestros Santos Padres ordenaron y guardaron’ (C. 4,4). Y de nuevo al inculcar la fidelidad al precepto del amor: ‘si este mandamiento se guardase en el mundo como se ha de guardar, creo aprovecharía mucho para guardar los demás; mas, más o menos, nunca acabamos de guardarle con perfección’ (ib 5). Pero la Santa se opone a absolutizar o exagerar ese aspecto ascético de la vida religiosa. Insiste en la fidelidad a la Regla y Constituciones, y se opone a sobrecargar la vida de prácticas y prescripciones (cf cartas a Gracián, del 21.9.1576, nn. 1-2; y febrero del 1581, n. 2). Constituciones. Modo. Regla.
T. Alvarez