Palencia, fundación del Carmelo de Es ya una de las últimas fundaciones realizadas por la Santa: primeros meses de 1581. La historió ella misma en el capítulo 29 del Libro de las Fundaciones,poniendo en el relato todo el mimo que podía destilar su pluma a favor de los ciudadanos de Palencia. Para hacerla, T tuvo que vencer la grave inercia psicosomática con que la dejó el terrible ‘catarro universal’, contraído primero en Toledo (primavera de 1580) y de recaída, con secuelas demoledoras, en Valladolid (agosto de ese año). Convaleciente ahí mismo, en Valladolid, da largas al proyecto de fundación palentina. ‘En Valladolid, diome una enfermedad tan grande, que pensaron muriera. Quedé tan desganada y tan fuera de parecerme podría hacer nada, que… no podía persuadirme’ (F 29,1).
Pero T tuvo de su parte el apoyo de los mejores amigos. Primero de todos, su Señor, que la conforta e impele con la palabra interior: ‘¿Qué temes?… No dejes de hacer estas dos fundaciones [Palencia y Burgos]… Yo soy’ (ib nn. 6 y 18). En segundo lugar, T tiene el apoyo incondicional de su amigo y colaborador don Alvaro de Mendoza, ahora obispo de Palencia, a quien se debe la iniciativa de la fundación (ib 1). Sobre la marcha, se le agregará toda una mesnada de amigos leales, que pronto le rinden simpatía y admiración plenas: los sacerdotes Reinoso y Salinas, el ‘provisor’ Prudencio de Armentia, el caballero Suero de Vega, el clérigo Porras, el caballero Agustín de Victoria… Y, según confesión de ella misma, toda la gente de la ciudad, porque ‘toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto’ (ib 11), hasta el punto de hacerle evocar a los cristianos de la primera Iglesia: ‘Es verdad, que me parecía cosa de la primitiva Iglesia, al menos no usada ahora en el mundo’ (ib 27).
Desde primeros de octubre, la Santa había sido facultada para fundar en Palencia por el superior carmelita Angel de Salazar (BMC 6.293). Todo se le retrasa. Emprende viaje, desde Valladolid, en pleno invierno, el 28.12.1580. Llega a Palencia ese mismo día al atardecer. Tiene prometidas o alquiladas unas casonas provisionales (F 29,8-9). Y en ellas se celebra la primera misa al día siguiente, antes de que nadie dice ella se haya percatado de su llegada. Todo se lo habían preparado los amigos Reinoso y Salinas. Inmediatamente inicia los trámites para una definitiva ubicación de la casa. Una brújula misteriosa y personal la hace optar por la ermita de nuestra Señora de la Calle, que le servirá de iglesia, y por ciertos locales anexos que ella se apresura a comprar (BMC 6, 295-302). Ahí establece su nuevo Carmelo. El Obispo don Alvaro viene desde Valladolid el día de la inauguración. Y él mismo se hace cargo de la reconstrucción de la ermita (ib 19) y de otras provisiones para la buena marcha de la casa. Fue la inauguración el 26 de mayo de 1581, a los casi cinco meses de llegada la Santa a Palencia (ib 29). Sólo tres días más (29 de mayo), y T sube de nuevo al carromato para emprender la fundación del Carmelo de Soria.
Las últimas páginas dedicadas a contar la fundación palentina celebran otra efeméride quizá más importante que la fundación misma. Es el acontecimiento histórico que ha motivado el gozoso ‘Nunc dimittis’ de T: la asamblea capitular de los descalzos en Alcalá de Henares, marzo de 1581, en que la familia teresiana se erige en provincia aparte. ‘Estando en Palencia, fue Dios servido que se hizo el apartamiento de los descalzos y calzados, haciendo provincia por sí, que era todo lo que deseábamos para nuestra paz y sosiego’ (ib 30). ‘Ahora estamos todos en paz… No nos estorba nadie a servir a nuestro Señor…’ (ib 32).
El relato ha ocupado 13 páginas en su manuscrito. En el plano literario, una mini-epopeya. En el histórico, todo un monumento de gratitud a las gentes de Palencia y a la Virgen ‘nuestra Señora de la Calle’. Fundadora.
Bibl.Documentación sobre la fundación del Carmelo de Palencia puede verse en la BMC 6, 293-314).
F. Domingo