Es la sexta en la serie de fundaciones de la Santa. En realidad, esta vez dos fundaciones, una de descalzos, de descalzas la otra. Relativamente afortunada la primera. Desafortunada y de breve duración la otra.
Pastrana es una villa de la provincia de Guadalajara. En ella tenían palacio y posesiones los príncipes de Eboli, Ruy Gómez de Silva y Ana de Mendoza. La M. Teresa y doña Ana se habían conocido en 1562 en el palacio toledano de doña Luisa de la Cerda. Ahora, 1569, doña Ana famosa princesa de Eboli impone su voluntad a la Santa. Habían tratado ya de una posible fundación de carmelitas patrocinada por aquélla. Voluntariosa y tenaz, sorprende a T con atuendo de criados y carruaje en el reciente Carmelo de Toledo. Los criados traen la orden de llevar consigo a la Santa, de Toledo a Pastrana, para fundar. La Santa se resiste, aun a costa de malquistarse la voluntad y los servicios de la princesa y su consorte. Sólo se rinde ante el susurro de la voz interior que le intima la aceptación (F 17,3). El 30 de mayo de 1569 se pone en camino. Se detiene unos días en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Y aquí conoce a dos ermitaños italianos venidos del Tardón, de Andalucía. Son Ambrosio Mariano y el lego pintor fray Juan de la Miseria. Sabe que también ellos tienen la oferta de unas ermitas que les brinda la misma Princesa de Eboli en Pastrana. Y T, mostrándoles la Regla y las Constituciones del Carmen, los convence y los conquista para su obra. De los dos conventos de descalzos proyectados por ella, sólo había erigido el de Duruelo, que tenía apenas unos meses de existencia. Rápidamente obtiene los permisos correspondientes (F 17,11-12) y, con los italianos, pone en marcha el famoso noviciado de Pastrana (julio de 1569), que luego se hará célebre por varios motivos: por las extravagancias penitenciales del maestro de novicios, fray Angel de san Gabriel, por la resistencia de la Santa que hace intervenir a fray Juan de la Cruz y al P. Báñez (carta de éste del 23.4.1572), por el ingreso de J. Gracián y de numerosos estudiantes de Alcalá en ese noviciado, que por otra parte tendrá la suerte de no incurrir en las iras de la Princesa. Otro episodio relevante será el famoso desafío de los jóvenes de Pastrana a la M. Teresa y sus monjas de la Encarnación, reto al que responderán ella y fray Juan de la Cruz con la Respuesta a un desafío. Respuesta que es un neto test de contraste entre los rigores de Pastrana y la vida religiosa estilada por los dos Santos.
Suerte bien diversa corrió la otra fundación de T, su Carmelo femenino de Pastrana. Llega ella a la villa en junio de 1569, y el día 23 erige el nuevo Carmelo, pese a los inconvenientes del inmueble, debidos a las injerencias de la Princesa. Al mes siguiente, la Santa trae para superiora a una monja de calidad, Isabel de santo Domingo. Pero sobreviene el contratiempo de la muerte de Ruy Gómez (29.7.1573), con el inmediato golpe de escena de la Princesa viuda, que por sí misma se viste el hábito carmelita y se mete monja en su monasterio de Pastrana. Fue sentencia de muerte para la fundación. Los caprichos y libertades de la monja improvisada fueron tantos y tales, que la M. Teresa decidió cortar por lo sano. De noche y a hurtadillas hizo que todas sus monjas abandonasen el monasterio, dejasen una nota de entrega de todo a la Princesa y se trasladasen al recién fundado Carmelo de Segovia. Era la noche del seis al siete de abril de 1574. Por protagonista de la retirada nocturna había enviado la Santa al famoso Julián de Avila, que cuenta minuciosamente el dramático episodio: ‘puesto todo recaudo, se consumió el día antes el Santísimo Sacramento y, concertados de salir a media noche, sin que la Princesa lo supiese…’ (Julián de Avila, Vida de Santa Teresa… Madrid 1881, p. 275). El Carmelo de Pastrana no había llegado a los cuatro años de vida.
La Santa narra lo sucedido en el capítulo 17 del Libro de las Fundaciones, relato que es un modelo de finura y cortesía para la terrible princesa, que para esas fechas T escribe en 1576 ya ha denunciado a la Inquisición el Libro de la Vida, y ella misma yace por orden de Felipe II en la prisión del castillo de Pinto, a pocos kilómetros de Madrid.
Por Pastrana había pasado más de una vez la M. Teresa. También fray Juan de la Cruz. Segovia, fundación de.
Bibl. Julián de Avila, Vida de santa Teresa de Jesús… , anotada y adicionada por don Vicente de la Fuente. Madrid 1881, pp. 275-277; J. Gracián, Peregrinación de Anastasio, en BMC 17, 184-190; Antolín Abad Pérez, San Pedro de Pastrana y su aportación a la Reforma del Carmen, en ‘Santa Teresa y la literatura mística hispánica’, Madrid, 1994, pp. 645-657.
F. Domingo