‘Pensamiento’ es vocablo polisémico y a veces equívoco en los escritos teresianos. Con frecuencia equivale al ‘acto de pensar’ o a ‘lo pensado’. Otras veces a la ‘imaginación’ o a ‘lo imaginado’. En sus textos son frecuentes los términos ‘pensamiento’ e ‘imaginación’. Casi totalmente ausente el vocablo ‘fantasía/fantasear’ (cf V 25,3: ‘cosa… fantaseada’, probablemente un apax).
1. Es interesante notar que en el proceso de conocimientos psicológicos de T hubo un momento (tardío) en que tuvo conciencia de que el pensamiento no es el entendimiento. Lo anota ella al titular el capítulo primero de las Moradas cuartas: ‘dice el contento que le dio entender que es cosa diferente el pensamiento y el entendimiento’. Y explica enseguida: ‘Yo he andado con esta barahúnda del pensamiento bien apretada algunas veces, y habrá poco más de cuatro años [escribe en 1577] que vine a entender por experiencia que el pensamiento (o imaginación, porque mejor se entienda) no es el entendimiento… Porque, como el entendimiento es una de las potencias del alma, hacíaseme recia cosa andar tan tortolito algunas veces…’ (M 4,1,8). Lo interesante es que ese hallazgo no le ha llegado por vía informativa sino por experiencia. Y que ello supone haberse parado más de una vez a escrutar el propio psiquismo.
2. En la primera acepción, ‘pensamiento = acto de pensar’ son netas sus consignas de pedagogía espiritual: Utilizarlo en positivo, no cebarlo en el tema de las propias miserias (C 39,3). ‘Va mucho [importa] a los principios… no amilanar los pensamientos’ (V 13,7). ‘Ponerlos en Dios’ (V 15,10). ‘Ayuda mucho tener altos pensamientos’ (C 4,1). ‘Siempre vuestros pensamientos vayan animosos’ (Con 2,17). Es educativo apartar cuidadosamente el pensamiento de lo banal: ‘Démosle [a Dios] libre el pensamiento y desocupado de otras cosas’ (C 23,2).
3. En la segunda acepción, ‘pensamiento = imaginación’, T ve el desvarío del pensamiento como puro desorden de nuestra psicología. Su consigna es no hacer mucho caso de él. ‘Sólo Dios puede atarle’ (M 4,1,8). Es un ‘tortolito’ (=atolondrado) (M 4,1,8), es ‘una tarabilla de molino’, que no impide seguir moliendo nuestra harina con ‘voluntad y entendimiento’ (M 4,1,13), a veces parece un ‘loco furioso’ (V 30,16), ‘nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle estar quedo un credo’ (ib. De ahí la famosa definición de ‘la imaginación: la loca de la casa’, atribuida a la Santa, pero que en realidad no es frase suya). Conviene no darle demasiada importancia: ‘el alma no es el pensamiento’ (F 5,2). En el simbolismo del ‘castillo del alma’, el pensamiento-imaginación pertenece al orden de las ‘sabandijas’ que merodean por los fosos y adefueras del castillo: por ahí andan como ‘lagartijillas, que como son agudas, por doquiera se meten; y aunque no hacen daño, en especial si no hacen caso de ellas…, porque son pensamientillos que proceden de la imaginación…; importunan muchas veces’ (M 5,1,5)…
Es célebre el brevísimo poema de la Santa: ‘Dichoso el corazón enamorado, / que en solo Dios ha puesto el pensamiento… / y así alegre pasa y muy gozoso / las ondas de este mar tempestuoso’. En definitiva, serán el amor y el enamoramiento los que embriden esos desvaríos del pensamiento-imaginación. Un análisis detallado de los textos teresianos permitiría acercarnos al ideario psicológico de la Santa. Distracciones.
T. Alvarez