Pentecostés
En la liturgia y en el léxico de T, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo o la ‘Pascua del Espíritu Santo’. Recuérdese que en el léxico teresiano las Pascuas son tres: de Resurrección, de Pentecostés y de Navidad (para esta última, cf ctas 280,1; 418,3; 421,4…). La Santa celebra todos los años con especial intensidad esa fiesta del Espíritu Santo y su octava. En la agenda de su vida interior recurren tres acontecimientos fuertes relacionados con ella, a saber:
La primera en Vida 38,9, ‘una víspera del Espíritu Santo’, estando ya en San José de Avila (año impreciso) y leyendo ‘en un Cartujano esta fiesta’. El Cartujano era la Vita Christi del cartujo Landulfo de Sajonia. Y la lectura de esta fiesta era el capítulo 84 de la cuarta parte: ‘De la venida del Espíritu Sancto el día sancto de Pentecostés, segund que lo cuenta sant Lucas en el capítulo primero de los Actos de los Apóstoles’. La Santa precisa a continuación: ‘leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan y los perfectos, para entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres estados, parecióme, por la bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo a lo que yo podía entender’. Efectivamente, el texto del Cartujano comenzaba así el punto cuarto de ese capítulo: ‘que ninguno puede saber por cierta sciencia si el Espíritu Sancto está en él, mas que esto se puede saber por conjecturas y señales y que estas señales son doce’. Expone las tres señales que lo indicarán ‘a los principiantes’, otras tres a los ‘que van aprovechando’, y por fin tres a los perfectos. Interesa puntualizar estas tres últimas, que según el Cartujano son: ‘Cuanto a los perfectos, son otras tres señales, de las cuales se toma conjectura que el Espíritu Santo los tiene llenos de sí mesmo. La primera es la manifestación de la divina verdad…, que se le comunica en apartado como a familiar amigo. La segunda señal es no temer en esta vida cosa alguna, sino a solo Dios… La tercera señal es el deseo de salir desta vida, por manera que por la muy aquejosa vehemencia e muy extremado incendio del divino amor, desee el ánima de ser libre e suelta de la cárcel de su cuerpo e estar con Jesucristo: ca el Espíritu Santo levanta el espíritu racional a la cumbre de los deseos de las riquezas altas e perdurables…’ Esas fueron las páginas que incentivaron a la lectora que era Teresa: ‘Diome un ímpetu grande, sin entender yo la ocasión. Parecía que el alma se me quería salir del cuerpo, porque no cabía en él ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era ímpetu tan excesivo, que no me podía valer… Arriméme, que aún sentada no podía estar, porque la fuerza natural me faltaba toda. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma… Era grande más que paloma… Sosegóse el espíritu con tan buen huésped… Fue grandísima la gloria de este arrobamiento. Quedé lo más de la Pascua tan embobada y tonta, que no sabía qué me hacer… No oía ni veía, a manera de decir, con gran gozo interior’ (V 38,9-11).
La segunda, referida en la Relación 67, ocurrió muchos años más tarde (6.6.1579), ‘víspera de Pascua del Espíritu Santo’, estando en la misma ermita de Nazaret de San José de Avila, ‘considerando una grandísima merced que nuestro Señor me había hecho en tal día como éste, veinte años había’ (ciertamente no hacía tantos), tiene de nuevo una ‘suspensión’ de espíritu, y en ella recibe los célebres ‘cuatro avisos a estos Padres descalzos’.
En fecha intermedia entre esas dos gracias anteriores, le ocurre la tercera, durante su viaje de Beas a Sevilla. En un alto del camino, ‘segundo día de Pascua del Espíritu Santo’, tras oír misa en una ermita de Ecija, emite su voto de obedecer de por vida al P. Gracián, ‘por hacer servicio al Espíritu Santo’, y bien a pesar de la enorme resistencia que sentía interiormente. Era el 23 de mayo de 1575. Cartujano.
T. Alvarez