Miguel Ghislieri Pío V nació a primeros del siglo XVI ¿1500, 1504? en el pequeño lugar de Bosco, cerca de Alesandria (Italia). Por eso cuando llegó al cardenalato se le llamaba ‘cardenal alejandrino). Entró en los dominicos en su primera juventud y cuando la Orden iniciaba una fuerte restauración. Por eso se educó espiritualmente en una línea de austeridad y firmeza, que será la nota distintiva de su carácter y también de su acción. Fue predicador, profesor, inquisidor en la diócesis de Como, Comisario General de la Inquisición romana durante el pontificado de Julio III. Paulo IV, le nombró obispo de Sutri y Nepi, cardenal y seguidamente Inquisidor General. Durante el pontificado de Pío IV mantuvo con entereza su postura frente a las prácticas de nepotismo, que reprobó abiertamente.
Al producirse la vacante del pontificado, 9 de diciembre de 1566, se reunió el cónclave el día 20. Un observador extraconclavista aseguró que sería necesariamente largo; el pronóstico no se cumplió. Miguel Ghislieri fue elegido el 7 de enero y tomó el nombre de Pío. El padrino de su candidatura fue el hombre más prestigioso del tiempo, el cardenal Borromeo, quien con gran habilidad supo colocarle antes que ninguno de los otros candidatos, todos de prestigio. Era también el preferido por parte de España. El embajador de Madrid, Requesens, había escrito antes del cónclave: ‘A mi juicio, es el cardenal que en los tiempos de agora más convendría que fuera papa; pero pienso que no tendrá voto para ello, porque le tienen por riguroso, y los otros cardenales quieren que el papa sea buen compañero’. El embajador compartía la opinión de muchos contemporáneos que le tenían por santo. Felipe II recibió su nombramiento con tanta alegría que, sin esperar los comunicados oficiales, le escribió una carta en la que le decía: ‘Yo he recibido tan particular contentamiento y alegría de ver a V.S. en esa sancta silla que no he querido esperar a hacérselo saber sino escribirle ésta para suplicar a V.S. entienda que tiene en mí el más obediente hijo que pueda desear’ (Luciano Serrano, Correspondencia diplomática I, 113-114).
Aunque las dificultades sobrevinieron inevitablemente, se comprende la satisfacción causada en España, donde más que en ninguna parte se deseaba un papa reformador. Pío V fue el papa del momento. Y en el momento el gran quehacer era la reforma, siguiendo las normas y decisiones del conclio de Trento. Su acción se extendió a todos los aspectos y a todos los sectores de la Iglesia. Puso manos a la obra desde el primer momento y en todos los frentes, tanto en Roma como en las naciones. Monumentos concretos de la reforma de S. Pío V fueron: El Catecismo romano, la primera suma de doctrina cristiana para toda la Iglesia, 1566; la revisión del Breviario y del Misal, 1570.
Los años de su pontificado desde 1566 a 1572 constituyen casi un decenio de la cronología teresiana de especial intensidad: comienzo y despliegue fundacional de las monjas e inicio de la fundación de los frailes. El impulso reformador del papa llegó muy pronto a las monjas por la constitución Pastoralis officii sobre la clausura, publicada el día 1 de junio de 1566. En ella se actualizaba la vieja tradición recibida desde Bonifacio VIII bula Periculoso y recuperada por Trento. Quiso llevar adelante la reforma de los religiosos, a cuyo efecto publicó el breve In prioribus, 16 de abril de 1567, por el que confería a los obispos la reforma de los religiosos, cuando ya el general Rubeo había iniciado la visita en España.
La reforma será la herencia envenenada que producirá amargos frutos durante el pontificado siguiente y acusará la crisis en la que se verán envueltos la M. Teresa y sus principales colaboradores. Pío V murió el 1 de mayo de 1572. Algunos biógrafos indican que ese día la Santa ‘vio subir al cielo el alma de Pío V’. Papas aludidos por T.
A. Pacho