La cronología de santa Teresa sesenta y siste años, de 1515 a 1582 coincide con los momentos más importantes de Lutero, de su movimiento y de los demás reformadores. Recordamos las fechas claves de Lutero, de Calvino y de la Santa, como medio para ayudar desde la sincronía a la lectura histórica de las tres figuras.
Lutero
1517, 31 de octubre: las 95 tesis. 1518, abril: Disputa de Heidelberg; 1519, 4-14 julio; Disputa de Leibzig. 1520: Trilogía básica de Lutero. 1521, 3 enero: Breve de excomunión. 1522: Nuevo Testamento en alemán. 1525: Sobre el Libre arbitrio. 1530: Confesión de Ausburgo. 1532: Antiguo Testamento en alemán. 1537-1538: Artículos de Esmalkalda, «credo luterano». 1545: Contra el Pontificado de Roma. 1546, 18 de febrero: Muerte de Lutero. 1455: Paz de Ausburgo.
Calvino
1534: Primera estancia en Ginebra. 1536: Institución de la religión cristiana. 1538: Expulsión de Ginebra. Estancia en Strasburgo. 1541: Reclamado en Ginebra, organización de la nueva iglesia reformada: Ordenanzas eclesiásticas y edición en francés de la Institución cristiana. 1555: Creación de la Academia de Ginebra. 1554: Primeras iglesias reformadas en Francia. 1559: Primer concilio de la Iglesia reformada en Francia; confesión de fe de Calvino. 1561: Coloquio de Poissy. 1562: Edicto de Tolerancia; matanza de Wassy. 1562-1598: Guerras religiosas en Francia. 1564, 27 de mayo: muerte de Calvino. 1572, 24 de agosto: noche de San Bartolomé.
Santa Teresa
1515, 28 marzo: nacimiento en Avila. 1521-1522: Iniciación en la lectura del Flos sanctorum. 1522: Ansias de martirio. 1528: Pasión por lecturas profanas: Libros de caballería. 1531, 2 de noviembre: Interna en Santa María de Gracia. 1535: Monja en la Encarnación. 1538: Otoño, gravamente enferma. 1544-1553: Prolongada crisis de tibieza, apatía y sequedades (V 7). 1554, cuaresma: Conversión y cambio interior profundo. 1555: Los caminos de la mística (V 10). 1560: Velada en la Encarnación. Primera idea de fundar un convento (V 10). 1562, 24 de agosto: San José de Avila. 1566: Visita San José el P. Alonso Maldonado, misionero de N. España. 1565: La autobiografía; 1568: 28 de noviembre, fundación en Duruelo de los Carmelitas Descalzos. 1566-1567: El Camino de Perfección. 1573: Inicia la redacción de las Fundaciones. 1575: Denunciada a la Inquisición de Sevilla. 1577, 2 de junio: Comienza la redacción de Moradas. 1580, 22 de junio: Breve Pia Consideratione para la separación en Provincia aparte de los Descalzos. 1881, marzo: Capítulo de ejecución del breve. Provincia independiente para las fundaciones de la M. Teresa. 1582, 4 de octubre: Muere en Alba de Tormes Teresa de Jesús, profesándose «hija de la Iglesia».
La presencia del protestantismo en España ha sido calificada de «episodio», uno más en la extensa y discutida historia de la Inquisición, refiriéndose especialmente a los primeros decenios del siglo XVI. Esa corta y episódica historia tuvo, sin embargo, un comienzo precoz. Ya en 1521 se lavantó la guardia en contra. La Junta de Tordesillas de abril de dicho año, pidió al Emperador que prohibiera a Lutero. Ciertamente se trataba de una toma de postura, cuando apenas se tenían ideas claras sobre lo que sucedía en Alemania, ni se conocía una síntesis de la doctrina de Lutero, que él mismo seguía codificando, aunque fuera al ritmo eruptivo de los primeros momentos. No se distinguía la nueva corriente como nueva, designándola genéricamente como «herejía abominable». El único que sabía algo de lo que sucedía en el corazón de Europa era el obispo de Tuy, Luis Marliani, inspirador del grupo de Tordesillas. Que España fuera también un objetivo para Lutero y sus incondicionales amigos y admiradores de primera hora, es comprensible en la excitación pasional desencadenada. A 1519 se anticipan los primeros intentos de enviar textos luteranos a España; y por suerte de forma masiva. Era el medio adecuado y socorrido de entonces y de siempre para difundir las nuevas ideas. A él acudieron los interesados por las ideas, pero también por el interés, pues de hecho se trataba de un buen negocio. Y no dejaron de usar la imaginación para encontrar medios desde los más socorridos hasta los de la más refinada picaresca. Contrarrestar esa penetración fue una de las tareas en que más se empeñó la Inquisición, antes de llegar a los expeditivos métodos de los autos de fe e índices de libros. La batalla por la presencia luterana en España se inició ya hacia 1520 y 1521. La vigilancia inquisitorial se multiplica y ensaya nuevos métodos en la medida que se multiplicaban los subterfugios para traer, retener, vender los libros con las nuevas ideas, que eran una apetecida suculencia para muchos, estimulada precisamente por las cortapisas. El medio más utilizado fue la denuncia de libros, cuya prohibición se repitió desde 1521, y que fue institucionalizada, produciéndose sobre todo durante la cuaresma. La fórmula más dramática fueron los índices; entre ellos los conocidos de 1525 y 1559.
Durante toda la primera mitad del siglo XVI el luteranismo tenía diversos sentidos. El primero, lógicamente, era profesar las doctrinas del agustino vitenbergense. Lo que podía suceder en los menos preparados y con frecuencia iniciados en fuentes indirectas. Otro luteranismo en sentido extenso, que es el que definía y describía la Inquisición como auto de acusación: Era luterano quien «favorecía las cosas de Lutero y aprobaba su doctrina y sus errores, o tenía libros suyos y de sus seguidores». El mal conocimiento de los escritos del monje agustino puede explicar el confusionismo y la ambigüedad con que se valoraron otros escritos y autores, como fue el caso de Erasmo. Conocedores del luteranismo en mayor o menor grado fueron los círculos de cortesanos que iban a Alemania. Precisamente eran los españoles en esa coyuntura los más asiduos visitantes del agustino.
Aunque podía aceptarse la nueva fe sin conocer los escritos de Lutero, de hecho en el origen de los brotes protestantes españoles, siempre hubo alguien que tuvo contacto directo con la doctrina. Fue el caso de Sevilla y Valladolid, doctor Egidio, Constantino Ponce de León y el inquieto personajillo Juan Sánchez, criado de Cazalla, sin olvidar al italiano Carlos Seso. También los teólogos y polemistas, así como los participantes en el concilio de Trento.
En síntesis, el luteranismo español, según se pudo obtener de los interrogatorios en los conocidos procesos iniciales de Valladolid y Sevilla, está en lo siguiente: la centralidad de la fe, la justificación por la fe sola, incapacidad sin ella para las buenas obras, negación del purgatorio, sufragios, indulgencias, culto de las imágenes, la misa y su valor como sacrificio propiciatorio. La teología eucarística era abiertamente luterana: no hay transubstanciación; es el cristiano quien hace presente a Cristo por la fe, ya que no está «corporalmente» en la Eucaristía.
El luteranismo no tiene una singular presencia en santa Teresa. Primero el hecho: es un error «yerro» (R 3, 8); es apartarse de la Iglesia, a la que ella se siente tan estremecidamente unida. El hecho tiene para ella una consecuencia dramática: la pérdida de tantas almas (V 32,6), por lo que siente «grandísima pena». Percibe con claridad el problema crucial de los «herejes», es decir, el sentido falseado de la fe, la identificación de la misma con lo que ellos «siguen», y para que salgan de esa presunción dándoles «luz en algo perdería mil reinos» (V 7,4; 21,1). El drama la estremece y ha percibido la ruptura de la unidad en la fe como «si fuera un espejo que se rompiera».
Uno de los temas de santa Teresa recurrente sobre los luteranos es la Eucaristía: las profanaciones, «los desacatos que se hacen a este Santísimo Sacramento» la conmueven en su más honda interioridad (C 34-35). Por eso siente gran alegría interior cuando se pone el Santísimo en cada una de sus fundaciones, con lo que ella quiere compensar la destrucción de las iglesias por los herejes (F 18,15). Por eso se comprende su ansiedad cuando un sagrario puede quedar expuesto a las profanaciones por los malos tiempos que corren por causa de los luteranos (F 3,10). Siente también cómo los protestantes han perdido medios tan queridos y valorados por ella para despertar la fe, como las imágenes, sobre las que su pensamiento es lúcido, y tiene sobre el particular experiencias conmovedoras (V 9,1).
No es posible fijar los límites del conocimiento del luteranismo por la santa Teresa, ni como conjunto de doctrinas, ni como movimiento, ni su desarrollo y secuencia histórica, ni el instante preciso, no tanto de percibirlo como de recibir informaciones. El hecho era bien conocido entre las gentes informadas, pero estaba envuelto en la bruma de las apreciaciones y valoraciones de quien lo recibía. Por lo tanto era imposible que las mentes sencillas o con menos recursos informativos pudieran tener un cuadro definido. La valoración primaria y espontánea era calificarlo como herejía, como juicio espontáneo y popular. Que la Santa tuvo buenos informes, especialmente de parte de sus directores, sobre todo de los dominicos, algunos con cargos en la Inquisición, no ofrece dificultades. Por otra parte en el juicio que se había formado, y que no modificó nunca, se produjeron alternativas. A veces el encuentro es más fuerte, como resultado de nuevas situaciones, personales o reales. Especialmente cuando se produjeron las confrontaciones y las masacres por motivos religiosos. El conocido texto de Camino 1,2, responde a una situación particularmente conflictiva en Francia. Los aludidos no son luteranos, sino los hugonotes = calvinistas. Pero esa exactitud no fácil de entender para ella, no la preocupaba. La espiral de violencias, atentados y matanzas posteriores al fracaso de las conversaciones de 1561 también le llegarían en comentarios e informaciones distintos. Son las situaciones que inspiran la fuerte tensión que hay en algunas páginas suyas de esos años.
No se puede reconstruir la visión de las doctrinas luteranas a partir de los escritos teresianos. Lo que ella tiene en cuenta y valora son algunas consecuencias: las profanaciones, sobre todo de la Eucaristía y de las imágenes. Santa Teresa tuvo siempre conciencia lúcida de que el territorio de la fe estaba en la Iglesia; y están en el error los que se apartan de ella. Es el drama de las almas que se pierden. Y su suprema aspiración, permanecer fiel hasta la muerte. Fue la expresión final al expirar en Alba de Tormes, como una plegaria llena de humildad y gratitud. Corrientes de espiritualidad. Herejes.
Alberto Pacho