Las pruebas en la vida espiritual, particularmente en los dedicados a la oración, son muchas y variadas, según santa Teresa de Jesús. Ella habla con frecuencia de tales pruebas, ya sea con esta palabra en concreto como verbo, como sustantivo, en singular o en plural, ya sea con otras, para significar prácticamente lo mismo.
Los siguientes números sintetizan su contenido, clarificado y clasificado.
1. El Señor quiere probar a sus amadores antes de poner en ellos grandes tesoros: «Tengo para mí, que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros» (V 11, 11). Quiere demostrar así que prueba a quien lo ama: «Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que, en el extremo del trabajo, se entienda el mayor extremo de vuestro amor» (V 25,17). Efectivamente, la Santa lo volverá a repetir de esta misma manera: «Pues la quiere probar para entender el amor que le tiene, si es también en la sequedad como en los gustos» (cta del 7.8.1580, a la Hna. Teresa de Jesús). Y esta prueba de amor se hace más palpable en los momentos en que parece que el Señor se ausenta: «Aquí quiere probar el Señor el amor que le tiene en cómo lleva esta ausencia» (M 6,3,13).
Por eso aconseja santa Teresa de Jesús a sus «hijas»: «Probémonos a nosotras mismas, hermanas mías, o pruébenos el Señor, que lo sabe bien hacer, aunque muchas veces no queremos entenderlo; y vengamos a estas almas tan concertadas, veamos qué hacen por Dios y luego veremos cómo no tenemos razón de quejarnos de Su Majestad» (M 3,1,7). En la segunda parte del título del capítulo 2 de estas mismas Moradas 3 dice así: «Y cómo es menester probarnos y prueba el Señor a los que están en estas moradas». Pero, al finalizar el capítulo 1 de estas mismas Moradas 3, en concreto en el número 9, había dicho: «Pruébanos tú, Señor, que sabes las verdades, para que nos conozcamos».
En definitiva, mejor es que nos pruebe el Señor que nosotros mismos, porque así nos conoceremos mejor. Tiene claro la Santa que estas pruebas son buenas para el propio conocimiento, virtud o cualidad tan importante para el comienzo de la vida de oración, para su progreso y para todo el itinerario de la vida espiritual. Lo repetirá en Conc 2,3: «Y si la veo andar siempre quieta y sin ninguna guerra (que he topado algunas), aunque la vea no ofender al Señor, siempre me traen con miedo, nunca acabo de asegurarme y probarlas y tentarlas yo, si puedo, ya que no lo hace el demonio, para que vean lo que son».
No obstante, la Santa nos aconseja desde su propia experiencia que es bueno que nos probemos nosotros mismos antes que nos pruebe el Señor: «Probémonos nosotras mismas antes que nos pruebe el Señor» (M 3,2,3). «Lo que digo es que no nos soseguemos en lo que es relajar, sino que nos probemos algunas veces; porque yo sé que esta carne es muy falsa y que es menester entenderla» (Conc 2,15). Por consiguiente, y en síntesis, en la vida de oración es necesario, y es positivo, probarnos y que seamos probados por el Señor, para conocernos y entender con la luz de Dios los caminos que llevan a la verdadera unión espiritual con Él.
2. De hecho, no faltarán circunstancias, situaciones, «cosillas» en las que podamos y debamos probarnos: «Porque cosillas se ofrecen, aunque no de esta suerte, en que os podéis muy bien probar y entender si estáis señoras de vuestras pasiones» (M 3,2,6).
3. La misma Santa pasó por estas pruebas, como nos va contando a lo largo de su camino de oración, fruto de su propia experiencia. Una experiencia personal que ella nos describe con claridad y con un convencido sentido pedagógico: para enseñar. Pruebas que, en muchas ocasiones, se concretaron en las relaciones con sus confesores, a los que tantas veces consultó y a los que fió en gran medida su buen andar por los senderos seguros de la oración-contemplación: «Estuvieron más de seis años en este tiempo haciendo hartas pruebas, y ella con hartas lágrimas y aflicción, y mientras más pruebas se hacían, más tenía, y suspensiones hartas veces en la oración y aun fuera de ella» (R 4,5…).
4. La misma permisión de Dios de caer en el pecado puede ser una prueba de nuestro pesar de haberle ofendido: «Y aún algunas veces permite que nos muerdan [malos pensamientos, sequedades, pruebas…], para que nos sepamos mejor guardar y después para probar mejor si nos pesa mucho de haberle ofendido» (M 2,1,8).
5. Las pruebas que permite Dios en los que siguen camino de oración son igualmente para verificar si las obras van de acuerdo con las palabras: «Miren que muchas veces quiere [el Señor] probar si conforman las obras con ellos y con las palabras» (cta del 31.1.1579, a las Carmelitas Descalzas de Sevilla).
6. Es el mismo Señor quien da licencia a los demonios para que pruebe a quienes están empeñados en la oración con tormentos, turbaciones, sequedades y cosas por el estilo: «A quien [el demonio] debe nuestro Señor de dar licencia para que la pruebe y aun para que la haga entender que está reprobada de Dios» (M 6,1,9).
7. Las pruebas del Señor pueden causar grande apertura de corazón, no obstante ser menester probarnos y que nos pruebe el Señor: «Y después de ello [de haber vivido en rectitud y concierto de alma y cuerpo, con domino y desengaño del mundo] que ya parece habían de estar señores del mundo, al menos bien desengañados de él, probarlos Su Majestad en cosas no muy grandes, y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón, que a mi me traían tonta y aun temerosa harto» (M 3,2,1).
8. Estas pruebas se pueden dar hasta en los grados más altos de contemplación. Es algo así como un sentirse abandonados por Dios: «Que les será menester, aun a los muy encumbrados en oración, algunos tiempos que los quiere Dios probar, y parece que Su Majestad los deje» (V 15,12).
9. En un sentido más amplio habla también la Santa de la necesidad de hacer grandes pruebas a las que van a profesar: «Que hay unas simplicidades santas que saben poco para negocios y estilo de mundo, y mucho para tratar con Dios. Por eso es menester gran información para tomarlas y larga probación para hacerlas profesas» (C 14,2).
10. Santa Teresa de Jesús, Doctora Mística por excelencia, habla en otras muchas ocasiones de prueba y pruebas; pero en otro sentido no referido a la oración o a la vida espiritual como tal. Consúltese: V 15,4; 29,7. C 15,3; 16,5; 38,6 y 8. CE 22,4; 26,2; 54,5; 66,7. M 5,1,4. F 11,3; 13,1. R 4; 5; 9; 10. Po 26.
Mauricio Martín del Blanco