Teresa vive gran parte de su vida en tiempo de reforma, bien sea dentro de la Iglesia, bien dentro de la propia familia religiosa, el Carmen. El concilio de Trento (1545-1563) afrontó en diversas sesiones esa tarea. En su sesión 25 (3-4.12.1563) trató por extenso la reforma de los religiosos y de las monjas (‘de regularibus et monialibus’), decreto que será la pauta de fondo a que se atenga el General Carmelita Juan Bautista Rossi (Rubeo) en su gobierno de la Orden (1564-1578). Para implantar esa misma reforma en el Carmelo español, nombrará Pío V visitadores dominicos (26.8.1569), uno de los cuales, Pedro Fernández, desempeñará funciones de gobierno respecto de la madre Teresa y la nombrará priora de la Encarnación de Avila (1571-1574).
La iniciativa de ésta en la fundación de nuevos Carmelos surgirá en fecha anterior al decreto tridentino. Anterior también a las actuaciones reformistas de Rubeo y del Visitador dominico. Surgirá con motivaciones y espíritu diverso del que inspiró las normas jurídicas del Concilio.
Es cierto que también ella hablará de reforma, reformar, reformaciones, reformadores. Pero nunca a propósito de la obra iniciada por ella dentro del Carmelo. Ninguno de esos vocablos tan indicativos del aire de época aparece en los escritos mayores de T: ni en Vida, ni en Camino, Moradas, Fundaciones. Aparecerán en escritos tardíos. A excepción de una alusión incidental en la brevísima Relación 50, comparecerán únicamente en el epistolario de Teresa. Y los motivará el hecho singular del nombramiento de Gracián como visitador y reformador de la provincia carmelita de Andalucía (‘pro reformatione fratrum Ordinis Carmelitani in provincia Bethica’: MHCT 1,195). Nombramiento hecho por el nuncio papal N. Ormaneto el 22 de septiembre de 1574. Sólo a partir de esta fecha y aludiendo a la actividad derivada de tal designación entrará el tema ‘reforma/s’ en el vocabulario y en las categorías mentales de Teresa.
Hablará de ello por primera vez en 1575, en carta al General de la Orden, P. Rubeo (cta 83, 6.8.9), mientras ella está en Sevilla, donde Gracián actúa de ‘reformador’, y consiguientemente T y sus monjas se ven implicadas en ‘estas reformas’, por ejemplo en la de las carmelitas de Paterna, en la que ella misma teme verse enredada (R 50: finales de 1575), como ya antes se había visto precisada a intervenir en el monasterio de la Encarnación de Avila (1571-1574), donde se propuso promover la vida espiritual (y material) de la comunidad. Pero tampoco en este caso había hablado de ‘reforma’. Ni después de esa experiencia pensó que su obra fuese una reforma homologable con las que estaban en curso.
Ni en las Constituciones de sus monjas (publicadas en Salamanca 1581), ni en el autógrafo del Modo de visitar los conventos se designará al grupo de Carmelos teresianos como ‘reforma’, en contraste con el léxico entonces corriente. Otro tanto ocurre en los textos coetáneos o inmediatamente posteriores, cuando aludan a T y a su obra. A ella la llamarán fundadora, no ‘reformadora’. Así en 1581, la carta-prólogo de las Constituciones va dirigida ‘A la muy religiosa Madre Teresa de Jesús, fundadora de los monasterios de carmelitas descalzas’. Denominación que se repetirá al pie de los primeros grabados de su imagen en 1588 (edición de sus Obras), y en 1590 (en su primera biografía). Al frente de la edición príncipe de sus escritos, fray Luis de León los titula: ‘Los libros de la Madre Teresa de Jesús, fundadora de los monasterios de monjas y frailes descalzos…’ (Samalanca 1588). Lo mismo rezará la portada de su primera biografía por F. de Ribera: ‘La vida de la Madre Teresa de Jesús, fundadora de las descalzas y descalzos carmelitas’ (Salamanca 1590).
La designación ‘Reforma teresiana’ y similares es de fecha posterior a la Santa y a esas ediciones. La consagró definitivamente a mediados del siglo XVII el historiador oficial de la familia teresiana, Francisco de Santa María (Pulgar), con su obra: ‘Reforma de los descalzos de nuestra Señora del Carmen… hecha por santa Teresa de Jesús’ (Madrid 1644). Su predecesor, Jerónimo de san José (Ezquerra) había titulado su obra, con más acierto: ‘Historia del Carmen descalzo’ (Madrid 1637). Con todo, para esas fechas ya había cundido el nominativo de ‘Reforma’, para designar la familia religiosa de la Santa. Fundadora.
T. Alvarez