Ha sido llamado ‘el protobiógrafo de santa Teresa’. Nacido en Villacastín (Segovia) en 1537. Cursó estudios en la universidad de Salamanca, siendo colegial en el Colegio mayor del Arzobispo y graduándose de bachiller en Artes y doctor en Teología. Terminados los estudios, regresó a su patria chica, entregado al estudio del griego y del hebreo, y a la lectura de la Biblia. Aquí, en Villacastín, se encuentra con el jesuita P. Martín Gutiérrez, y decide entrar en la Compañía de Jesús. Admitido por éste en el Colegio de Salamanca (13.12.1570), hace su noviciado en Medina del Campo bajo el magisterio del P. Baltasar Alvarez. Al ser trasladado éste como rector al colegio de Salamanca y decidir la apertura de una cátedra de Sagrada Escritura, se asigna ese puesto al P. Ribera, que pronto adquiere fama de gran comentador de los Profetas Menores, a la par que en la correspondiente cátedra de la Universidad eran comentados por fray Luis de León. Antes de ser publicado su texto (‘In librum duodecim Prophetarum commentarii…’: Salamanca 1587), Ribera tuvo sus roces con otros eruditos de la Compañía, entre ellos el P. Mariana y Cipriano Suárez. El propio Ribera da cuenta de ello en carta al P. General Aquaviva, a quien expresa sus recelos contra el excesivo recurso a los rabinos judíos en la interpretación del A. T.
El P. Ribera falleció en Salamanca a los 54 años de edad, el 24.11.1591, el mismo año en que moría su contrincante escriturista y teresiano fray Luis de León (23.8.1591). Sus estudios bíblicos (comentarios al Apocalipsis, a los Hebreos, a Juan, a Isaías y a los Salmos, a las cartas paulinas, a Mateo, al Cantar de los Cantares…) alcanzaron reiteradas ediciones.
Al contrario de fray Luis de León, el P. Ribera asegura que conoció en vida a la madre Teresa y escuchó sus confesiones. Recuerda el último encuentro de ambos: ‘Después de haberse tomado la posesión…, pasé yo por allí (por Soria), y visité con mucho consuelo mío a la Madre viniendo de Roma, a quien también había visitado el año antes en Valladolid partiéndome para allá, y estando ella allí para ir a la fundación de Palencia. Pero desta visita de Soria me acuerdo más por ser la postrera, que no la vi más después…’ (La Vida de la M. Teresa, III, 11, p. 279).
Gran admirador de la M. Fundadora, apenas muerta ella Ribera se propuso el doble objetivo de escribir su vida y publicar sus escritos. Logró sólo el objetivo primero, no sin afrontar serias dificultades. Redactó la biografía de la Madre el año 1587, casi a la par que preparaba su edición del enorme volumen latino de comentario a los Profetas Menores. Terminada la composición de la biografía teresiana, hubo de superar la resistencia del P. General Aquaviva, que juzgaba inconveniente para un escriturista como él dedicarse a escribir la vida de una monja, tanto más que ya en ese momento la Compañía era objeto de recelos alumbrados y de reiteradas delaciones en España. Tras un dramático cruce de cartas entre Salamanca y Roma (carteo entre el autor y el General: años 1588-1589), Ribera logra publicar su libro: la licencia del Provincial, P. Gil González data del 11.6.1589. Pero Ribera ha tenido que añadirle un par de capítulos apologéticos: el extenso capítulo primero, ‘en que se trata de qué revelaciones se debe hacer caso, y en particular del que se debe hacer de las de la Madre Teresa de Jesús…’ (30 páginas); y un segundo capítulo sobre ‘el crédito que en particular se debe dar a las revelaciones que se escribirán en este libro’ (diez páginas). Con ello se defendía a sí mismo y a la M. Teresa de la sospecha de ‘alumbrados’, tan recelada por los superiores de Roma. Antepuso también, en las páginas iniciales, varias piezas interesantes: un grabado con el retrato de ‘la Madre Theresa…’, evidente copia del cuadro de fray Juan de la Miseria pero ya con la simbólica paloma en lo alto y sendas leyendas latinas: ‘nova bella elegit Dominus. – Iudicum, 8’, sobre el retrato; y al pie: ‘una mulier fecit confusionem in domo regis Nabuchodonosor. – Iudith, 14’. A continuación, dos poemas: un soneto ‘A la madre Teresa de Jesús’, y una espaciosa ‘Canción en loor de la misma’: 12 estrofas de once versos. Y por fin, cuando ya el libro estaba impreso, ‘faltando no más que el primer pliego, que es siempre en la impresión el postrero’, añadió el texto castellano del breve pontificio ‘Salvatoris et Domini’, para ‘hacer ver lo que la Santa Sede Apostólica siente de la Madre Teresa y de sus fundaciones y Constituciones’.
La biografía de la Santa vio la luz ‘en Salamanca, en casa de Pedro Lasso. 1590’, con el título ‘La vida de la Madre Teresa de Jesús, Fundadora de las Descalzas y Descalzos carmelitas’, con un total de 563 pp. de texto. El libro no sólo tuvo el mérito de ser la primera biografía de una larga serie, sino que en numerosos aspectos adquiere valor de fuente documental, especialmente en el manejo y transmisión de los autógrafos teresianos. Tiene además el mérito de haber presentado y difundido la figura de la madre Teresa por toda Europa, ya antes de la canonización oficial de ésta, pues el libro fue traducido enseguida al italiano (1599), francés (1602), al flamenco (1609), al latín (1620), al alemán (1621), al inglés y al portugués, e insertada en el célebre volumen de ‘Acta Bollandiana’ dedicado a la Santa. Acerca de su talante de ‘escritor biógrafo’ afirmaba en 1595 su colega jesuita, P. Jerónimo Ripalda, alegando el libro ante el tribunal de Toledo, ‘porque sabe [que Ribera] puso mucha diligencia en averiguar la verdad, y era hombre muy amigo de puntualidad y certeza en lo que escribía’ (BMC 18,265).
Ribera fue menos afortunado como editor de la Santa, tarea en que se le adelantaron Gracián y fray Luis de León. Sin embargo, la depuración crítica de los escritos de la Madre, tarea llevada a cabo por él sobre los autógrafos, lo coloca en la primera línea de los editores teresianos. Ribera hizo por sí mismo el cotejo de su copia del ‘Castillo Interior’, con el autógrafo del libro, y en la primera página de éste dejó consignada su protesta contra las correcciones y los correctores de los escritos teresianos. Idéntica labor realizó sobre los autógrafos menores de las ‘Relaciones’. Y se propuso hacer otro tanto sobre los autógrafos del ‘Camino’, libro del que conoció además el códice de Toledo, que había servido de base a las primeras ediciones de la obra. En su biografía de la Santa advertirá más de una vez que él cita los textos teresianos, no sobre lo impreso, sino desde el original.
Poco antes de morir (Salamanca, 24.11.1591), el profesor salmantino aportó su dicho a favor de la canonización de la Madre Teresa, en el tribunal de Salamanca (19.10.1591), a continuación de Báñez, que había hecho su declaración el 16.10.1591. Ribera comenzó su declaración así: ‘…dice que conoció a la madre Teresa de Jesús de vista y habla y conversación en Medina del Campo, y en Avila, y en Salamanca y Valladolid…, y también porque en el mismo tiempo (que ella vivía en la Encarnación) tenía allí este testigo una hermana a quien oyó algunas veces hablar de ella’. ‘Dice también este testigo que por cuanto él escribió cinco libros de la vida y milagros de la madre Teresa de Jesús, averiguando en ellos la verdad de todas las cosas que en ellos están, en cuanto le fue posible, e informándose de todo muy enteramente de muchas personas graves y dignas de todo crédito que la trataron muchos años y supieron muy bien su vida, se remite en todas las preguntas a lo que en aquéllos escribió, porque es todo verdad’ (BMC 18, 12).
Quizás el más bello testimonio de su amor a la Madre Teresa se halle en la página final de la obra: ‘…Y tú, madre mía santa, por cuya gloria y memoria he trabajado, aunque no merecía contar tus loores, bien sabes cuán de buena gana lo he hecho, y lo que tú has hecho para que se hiciese… Deseado he que no se pierda la memoria de tus gloriosas obras, y para esto he hecho toda la diligencia que me ha sido posible para que seas siempre conocida y alabada y imitada, y en ti y por ti sea alabado este gran Señor, que tan maravillosa te hizo…’ (libro 5, c. 8, p. 563). Y todavía una última e íntima confidencia: ‘…pues el Señor en esta vida me hizo tanto bien, que yo te conociese y tú me quisieses bien, y tomases cuidado de encomendarme a Su Majestad, alcánzame de El lo que te he suplicado y nunca te descuides de este miserable hijo tuyo, que tan entrañablemente te ama’ (ib.).
La obra del P. Ribera fue inmediatamente conocida por fray Luis de León (cf. MHCT 4, 371 y 375), que sin duda la tuvo ante sí al elaborar los primeros capítulos de una nueva biografía de la Santa, frustrada por la improvisa muerte del mismo fray Luis. Aquaviva, Claudio.
BIBL. L. Lopetegui, Censura de la Orden de la Vida de santa Teresa de Jesús por Francisco de Ribera. Manresa 16 (1944) 261-274; Tomás Alvarez – Antonio Mas, Castillo Interior de Santa Teresa, edic. facsimilar (Burgos 1990), nota histórica pp. 245-248; S. Diego, Fray Luis de León y Francisco de Ribera en el comentario a Abdías. Estudios Eclesiásticos 8 (1929) 5-22.