Religioso jesuita, amigo de la Santa, si bien problemático. Había nacido en Toledo, 1529. Ingresó en la Compañía en 1552. Desempeñó altos cargos: rector sucesivamente en los colegios de San Gil de Avila, de Madrid, Toledo, Marchena, Belmonte y Cuenca. ‘Es ahora rector de Cuenca’, escribe la Santa en 1576, al hacer el listado de sus confesores jesuitas (R 4,3). Murió en Alcalá el 27.9.1593. En el epistolario teresiano figura a veces con los criptónimos de Carrillo y de Esperanza.
Se conocieron él y la Santa en Avila, durante su rectorado en San Gil (1561-1562). Fue entonces cuando él confesó y asesoró a la Santa con cierta asiduidad: ‘Este rector nunca dudó en que era espíritu de Dios’ el que actuaba en T (V 34,2). En ese contexto, histórico y literario, la Santa hace de él un elogio entusiasta y altisonante: ‘De todas maneras ha hecho provecho a mi alma tratarle’ (V 33,9). ‘Luego entendí su estilo y vi ser un alma pura, santa y con don particular del Señor para conocer espíritus’ (ib 10). Pero su rectorado abulense fue breve. Duró en torno a los nueve meses. Salazar hubo de ser alejado de Avila por el visitador Nadal, a causa de sus roces con el obispo don Alvaro.
Sin embargo, aunque ausente, su amistad con la Santa fue en auge. En 1568, al enviar el autógrafo de Vida a san Juan de Avila, T no tiene inconveniente en que la portadora, doña Luisa de la Cerda, lo dé a leer a Salazar (cta 10,2). Cuando en 1576 la Santa regresa de Sevilla a Toledo, él se apresura a visitarla. Se lo indica ella a Gracián: ‘Sepa que está aquí mi buen amigo Salazar, que, no más que le escribí que tenía necesidad de hablarle, ha rodeado hartas leguas. Amigo es de veras. Mucho me he holgado con él…’ (cta 121,2, de sept. 1576). Todavía poco después trata de ponerlo en relación con el Carmelo de Sevilla (cta 152,6), y el mismo Salazar sugiere la fundación de un Carmelo en Granada (cta 150,3). El momento culminante de esa relación recíproca es la terminación del libro de las Moradas: concluido a finales de noviembre (29.11.1577), el día 7 del mes siguiente ya se lo notifica y elogia, gozosamente, la Santa: ‘Oh, quién pudiera ahora hablar a vuestra merced, para darle cuenta de muchas cosas… Si viniese acá [Avila] el señor Carrillo, vería otra joya [el libro de las Moradas]…’ (cta 219,8). Es evidente que la autora gustaría de poder enviarle el nuevo libro o una copia del mismo.
Y sin embargo, apenas un par de meses después estalla una crisis relacional inesperada y espinosa. En la vida interna de la Compañía, han sobrevenido momentos duros, incluso humillantes, para Salazar. Acusado de dureza en el gobierno, ha tenido que ser depuesto del rectorado de Cuenca en 1575 (probablemente ya no era rector cuando la Santa escribía la Relación 4,3 y afirmaba que ejercía el cargo en Cuenca). De nuevo se ha visto seriamente implicado en la trama independentista de la Compañía de España, urdida por su predecesor Dionisio Vázquez y desvelada en 1578 por el visitador Antonio Ibáñez. Ha sido probablemente el mismo P. Salazar quien difundió el rumor de un pronto abandono de la Compañía para pasar a la familia teresiana. Es el momento en que el P. Provincial de los jesuitas de Castilla, Juan Suárez hace llegar a la Santa una carta injuriosa, tratándola de falsa y de visionaria. Ella responde con una de las misivas más fuertes de su epistolario (cta 228, del 10.2.78), sin retractar ni disimular su cordial amistad con Salazar: ‘La mucha amistad que hay entre el padre Salazar y mí, y la merced que me hace yo no la negaré jamás…’ (ib 5). Y en cuanto a su cambio de sotana, ‘Sabe Su Majestad… que nunca lo deseé, ¡cuánto más procurarlo con él!’ ib 2). A la vez hace entregar a Salazar en propia mano, por mediación de Gracián y del prior de Granada una carta evidentemente resolutiva, pero que el destinatario no nos ha transmitido (cf cta 230,13, del 16.2.1578). Entre tanto habían terciado en el escabroso negocio el rector de San Gil, en Avila, Gonzalo Dávila, y el propio Padre Gracián.
Lo triste del caso es que Salazar no estuvo a la altura de la amistad que mediaba entre los dos. Su reacción rozó los límites de la mentira y la deslealtad. El 3 de septiembre de 1579, escribe desde Córdoba al P. General Everardo Mercuriano una carta de descargos, asegurándole su inquebrantable amor y adhesión a la Compañía, pero aludiendo a los descalzos de la M. Teresa con un par de insultos, rayano en la grosería uno de ellos, sin hacer alusión alguna a sus relaciones con la propia M. Teresa. Ésta, obviamente, no llegó a conocer esa carta, pero sí la actitud de su antiguo asesor y amigo. Humildemente escribía ella a Gracián: ‘ellos y nosotros hemos tenido harto de tierra en el negocio’ (cta 247,3: del 22.5.1578).
Salazar sobrevivió a la Santa, pero no parece que reanudase relaciones con ella, ni compareció a testificar en los procesos de beatificación de ésta, instruidos ya al final de la vida de él.
BIBL. Sobre la figura de Gaspar de Salazar, puede verse la documentación citada en nota por Antonio Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España (t. 3º, Madrid 1909), pp. 77, 113-114); Zugasti, Santa Teresa y la Compañía de J. (Madrid 1914) c. 12-14, pp. 223-290.