Es el Libro del Antiguo Testamento más presente en los escritos teresianos. Citado más de medio centenar de veces. (Según E. Renault, en la versión italiana de su Le désert et la manne, Teresa reporta unos 43 pasajes de los salmos, citados no menos de 60 veces). Es posible que la Santa manejara alguna de las traducciones castellanas del Salterio, anteriores a 1559. Pero su mayor conocimiento de los salmos proviene sin duda del breviario. Los reza cada día en el Oficio divino desde los veinte años. Uno de los capítulos de su formación en el noviciado de la Encarnación consistía en el aprendizaje de la recitación del Salterio. También ella lo exigirá a las novicias de sus Carmelos (cta 240 del 17.4.1578, n. 3, a Gaspar de Villanueva). En la comunidad de la Encarnación se rezaba en latín, como era normal en la liturgia de entonces. A eso se debe que a veces ella cite los salmos en latín (‘iustus es, Domine’: V 19,9; ‘quemadmodum desiderat cervus ’: V 29,11; ‘beatus vir qui timet Dominum’: M 3,1,4 ) y que alguna vez cuente entre los salmos el símbolo de la fe ‘Quicumque vult’ (V 39,25, también citado en latín), recitado entonces como un salmo más en el oficio de Prima.
Teresa relaciona los salmos con el que cree ser autor de todos ellos, el rey David (V 20,10; 29,11; Conc 1,2; M 6,10,5). Siente gran simpatía por el Rey salmista a título de pecador convertido, y aún más por ser tan maravilloso orante: ‘de este glorioso Rey soy yo muy devota, y querría todos lo fuesen, en especial los que somos pecadores’ (V 16,3; cf F 29,11). Ciertas experiencias místicas de Teresa, ella las cree vividas por el Salmista, y con él se siente identificar a través de los respectivos pasajes de los salmos. Gracias a esa especie de empatía, Teresa, que no sabe latín, con frecuencia ‘entiende el romance (el significado) del salmo’ (cf M 1,3,1; V 15,8). Desde su intensa experiencia interior escribe: ‘No me espanto de lo que hacía el Rey David cuando iba delante del arca del Señor’ (F 27,20). ‘Esto (su mismo gozo exultante) me parece debía sentir el admirable espíritu del real profeta David, cuando tañía y cantaba con el arpa en alabanzas de Dios’ (V 16,3). ‘¡Qué de cosas hay en los salmos del glorioso Rey David, que cuando nos declaran el romance solo, tan oscuro queda como el latín !’ (Conc 1,2).
Hay en los salmos conceptos y expresiones que incentivaron la vida mística de Teresa. Es fácil espigar los más selectos:
su sed del agua viva, como el ciervo herido (salmo 41,2: V 2,11; M 7,3,13).
su deseo de cantar eternamente las misericordias del Señor (salmo 89,2. V 14,10. Al libro de la Vida, ella lo titulará ‘De las misericordias de Dios’, en carta 415 a Pedro de Castro el 19.11.1581, y por eso su primer retrato por fray Juan de la Miseria llevará ese versículo del salmo como aureola que orla su cabeza).
Una de sus doxologías predilectas será el ‘¡cuán magníficas son tus obras!’ (salmo 92,6: V 18,3).
‘justo eres, Señor’ (salmo 118,137: V 19,9; M 3,2,11), o bien ‘quién será justo ante Ti’ (salmo142,2; V 20,28).
‘bienaventurado el varón que teme al Señor’ (salmo 111,1: M 3,1,1; 3,1,4).
‘me dilatas el corazón’ (salmo 118,32: M 4,1,5).
‘¿hasta cuándo seréis duros de corazón?’ (salmo 4,3: V 39,24; E 3,2).
En su primera redacción del Camino, Teresa, hablando del gran señorío de quienes todo lo han dejado, hace una delicada glosa al salmo 8 (‘Señor, dueño nuestro ’), aplicando el versículo séptimo (‘todo lo sometiste bajo sus pies’) al estado de los perfectos, como san Martín o san Francisco de Asís, ‘que todas las cosas de la tierra señorean’ (C 19,4-5; en CE 31,3). Ese pasaje, sin embargo, fue uno de los censurados por los teólogos asesores de la Santa, uno de los cuales anotó: ‘no es ése el sentido de la autoridad (es decir, del salmo), sino de Cristo y de Adán en el estado de la inocencia’, motivo por el cual la Santa hubo de eliminar ese pasaje en la segunda redacción del libro, pese a lo certero de su glosa.
Un eco, muy personalizado, de la oración de los salmos bíblicos se halla en las Exclamaciones de T. En ellas hay breves glosas a temas sálmicos, por ejemplo: ‘cuán suave es el Señor’ (E 14,1); ‘cercáronme dolores de muerte’ (E 10,1); ‘hasta cuándo seréis duros de corazón’ (E 3,2). Sobre todo en la oración que hace de epílogo a ese tratadillo: ‘Tú, alma mía, ¿por qué estás triste ?, espera en Dios, que aun ahora me confesaré a El mis pecados y sus misericordias Podrá ser venga algún día cuando le cante mi gloria ; entre tanto, en silencio y esperanza será mi fortaleza ; Señor, en ti espero, no sea confundida mi esperanza’: oración que es un trenzado de los sentimientos contenidos en los salmos 29, 30 y 41 (E 17,6). Liturgia.
T. Alvarez