‘T nunca alude al Santo de la leyenda. Con ese término designa: a/ la ermita de San Alejo, sita en las afueras de Valladolid, donde se erigió en 1581 el primer convento vallisoletano de descalzos carmelitas, por iniciativa de ella (cta 377,12). Escribe Gracián: ‘Fundé convento de frailes en Valladolid… Una sierva de Dios nos dio una huerta con una ermita de San Alejo, que su padre, hortelano, llamado Fernando de Cabria, había labrado en nombre de este santo que tanto padeció debajo de la escalera’ (MHCT 19,235). b/ Con el mismo nombre designa a la ermitaña o ‘priora’ de la ermita, muy aprecida de la Santa. Esta visitó personalmente la ermita: ‘contentóme mucho cuando pasé por allí’, escribe a Gracián en 1581 (cta 377,12). Ya antes (en 1579, la ermitaña de San Alejo, aunque enferma, vino a visitarla a ella en el Carmelo de Valladolid (cta 303,3). Para urgir a Gracián en la fundación, le asegura que ‘tiénelo comprado con lágrimas aquella mujer’ (377,12). Y de nuevo: ‘Esta priora de San Alejo diz que está loca de placer: lo que ella baila y hace, me dicen es cosa donosa’, por la fundación (cta 384,5).
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