Nacido en Bolonia el 21.8.1537, estudia leyes en la universidad de esta ciudad, y se doctora en 1560. A partir de 1562 pasa a Roma y comienza una vertiginosa carrera eclesiástica. Gobernador de las Marcas durante los pontificados de Pío IV y Pío V. Presidente de la Romaña y del Exarcado de Rávena (1572) en el pontificado de Gregorio XIII. El 20.5.1575 es nombrado obispo de Ripatransone, y sin cesar en el obispado, viaja a Flandes con el cargo de nuncio apostólico ante don Juan de Austria (11.2.1577). Cometido brevísimo, pues muy pronto, al morir en Madrid el Nuncio Nicolás Ormaneto (18.6.1577), Sega le sucede en el cargo (designado el 1.7.1577, si bien el breve pontificio está expedido el 8 de ese mes). Tras penoso viaje por mar, con paradas en Nantes, Bilbao y Burgos, llega a Madrid el 29 de agosto, e inmediatamente despliega su ingente actividad diplomática. Como Nuncio, no sólo está dotado de grandes poderes, sino que cuenta con una corte fastuosa, y un séquito de medio centenar de personas, entre secretarios, pajes, camareros, cocinero, barbero, cochero etc., y varios organismos subordinados: la Colectoría, la Cancillería, la Abreviatoría y el Tribunal Aspostólico, en el que ejerce autoridad en cierto modo suprema y, en alguna ocasión, draconiana.
Sobrevienen nuevos cargos y responsabilidades: siendo nuncio en Madrid, Gregorio XIII lo nombra obispo de Piacenza, el 3.10.1578. Tras dos años de ausencia de esta su diócesis, prácticamente privada de dirección, Sega presenta sus escrúpulos pastorales al Papa, el cual accede y le permite regresar a Italia e ingresar en su iglesia placentina, adonde llega por fin en febrero de 1583, tras haberse despedido en Lisboa de Felipe II.
En la nunciatura de Madrid le sucede el obispo de Lodi, Luis Taverna (3.4.1581). Pero tarda en llegar a Madrid. En el ínterim Sega sigue ejerciendo funciones de nuncio papal. Por esas fechas (marzo de 1581), se celebra en Alcalá de Henares el primer gran capítulo de los descalzos de la Madre Teresa. Sega no interviene, si bien sigue atento a sus resultados.
Ya en su diócesis, celebra un sínodo cuyos decretos se publican en 1589. Con todo, su permanencia en la iglesia placentina es relativamente breve: muerto Gregorio XIII, el nuevo Papa Sixto V lo envía como Nuncio ante el Emperador Rodolfo, en Viena (18.1.1586, hasta el 28.5.1587). Y poco después (1589), lo envía a París, en el séquito del cardenal Gaetano, para normalizar la situación con Enrique IV. Por fin, Inocencio IX lo nombra Cardenal con el título de San Onofre (18.12.1591), y desde el 15.4.1592 hasta el 12.3.1594, ejerce funciones de nuncio a látere en París. Al regresar a Roma en 1594, Clemente VIII lo nombra presidente de la Comisión de Asuntos Germánicos. Aquí, en la ciudad eterna fallece el 29 de mayo de 1596, cuando aún no había entrado en los 60 años. Sus restos yacen en la iglesia romana de san Onofre.
La fracción menos gloriosa de ese curriculum es la que se refiere a la actuación de Sega frente a la obra de la madre Teresa y sus descalzos. Con ella personalmente, Sega tendrá escasas relaciones. En cambio será intensa y decisiva su intervención en los asuntos de su ‘reforma’.
En la abundosa documentación de su nunciatura, no parece que haya mención alguna de la persona de la Santa. Contrasta en esto con la postura de su predecesor, Ormaneto, que ha expresado aprecio y reservas respecto de ‘la buena madre Teresa’. A Sega le atribuyen los historiadores de la reforma teresiana la definición de Teresa como ‘fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andaba fuera de la clausura contra el orden del Concilio Tridentino y prelados, enseñando como maestra, contra lo que san Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen’, exabrupto del nuncio en su primer encuentro con un descalzo carmelita, el P. Juan de Jesús, Roca (catalán e italohablante. Cf. Francisco de santa María, Reforma de los descalzos, I, libro IV, c. 30, n. 4, p. 661). Más adelante, cuando hable expresamente de los ‘fundadores’ del grupo descalzo, omitirá toda mención de la monja abulense (MHCT, 2, 130).
En cambio es difícil seguir paso a paso la actuación de Sega en su tarea de visitador y reformador de las órdenes religiosas, especialmente de la Orden del Carmen, que junto con los cartujos constituyó su primer punto de mira. Cuando llega a Madrid, se encuentra en la nunciatura con el dossier documental de su predecesor Ormaneto, prácticamente favorable a los descalzos de la Madre Teresa, y sobre todo favorable al P. Jerónimo Gracián, recientemente nombrado por él visitador de calzados y descalzos en Andalucía, y de los descalzos de Castilla’ (breve de Ormaneto, del 3.8.1575: MHCT 1, 221). Sega conoce esa decisión de Ormaneto y, sin duda, también los recientes informes presentados a éste por Gracián (últimos meses de vida de Ormaneto: MHCT 1, 350-365). Pero desde el primer momento está en la convicción de que su predecesor obró equivocadamente y que él tendrá que desandar lo andado. No es fácil que a su llegada a Madrid (agosto del 1577) ignore la bochornosa urdimbre de delaciones infamatorias contra Gracián, que exactamente por esas fechas (agosto-octubre) resultaba clamorosamente calumniosa y falsa (cf. MHCT 1, 406.414). Tampoco parece que Sega llegue a enterarse o a interesarse por el secuestro y prisión de fray Juan de la Cruz, acaecido a primeros de diciembre de ese año, pese al interés de la M. Teresa por que él, Sega, tome cartas en el asunto (cta del 10.8.1578a Gracián).
Sega llega a Madrid con la consigna de apoyar la misión del Visitador carmelita Jerónimo Tostado (‘proposi a Sua Maestà lordine che tenevo di dar spirito alla visita dei Cartusiani et al Vicario generale di Carmelitani’; ‘vicario’ es el Tostado: carta de Sega del 23.9.1577, MHCT 1, 392; el texto alude a su primer encuentro con Felipe II en El Escorial, el pasado 5 de septiembre). Es decir, de los dos visitadores en funciones durante el periodo de Ormaneto, el uno nombrado por la Orden el Tostado, el otro por el nuncio Gracián, Sega se propone secundar al primero. Al otro tratará de eliminarlo a toda costa. Desde el primer momento se apercibirá de ello la Santa.
De Roma le llega pronto la orden de no entrometerse en la reforma de los religiosos, sino en casos de extrema necesidad (carta de Sega al card. Galli, el 25.11.1577, en MHCT 1, 438). Orden que acoge, pero que no sigue. Pese a su propósito de ir ‘temporeggiando’, su empeño en deponer a Gracián y desautorizar su actuación será tenaz. Las decisiones más importantes contra éste son tres:
a) El breve del 23 de julio de 1578 (MHCT 2, 20-25), en que se despoja a Gracián de sus facultades de visitador, se le intima la entrega de toda la documentación relativa a la visita, y se le conmina reiteradamente con la excomunión y suspensión ‘a divinis’, pero sobre todo se emiten de pasada severos juicios sobre la persona y la conducta del destinatario: Gracián ha actuado con ‘espíritu de presunción y arrogancia’, ha procedido ‘desvergonzadamente’ (‘impudenter’) contra el mandato verbal del propio Sega, ‘no se ha sonrojado ni se sonroja de actuar en perjuicio y con escándalo de la religión y de la autoridad apostólica’ (‘non erubuisti nec in praesenti erubescis…’). Es normal que, cuando unos días después, alguien lee ese texto en román paladino a la M. Teresa ante la reja del carmelo de San José de Avila, ella no salga de su asombro: ‘Dios me lo perdone, que aún no puedo creer que el nuncio mandó tal cosa, digo aquel estilo’ (cta del 9.8.1578, n. 8, a Gracián). El ‘estilo’ que a ella le resulta no creíble, son los adjetivos y gerundios del documento.
b) El decreto del 16 de octubre de 1578 (MHCT 2, 33-36), que declara nulo lo ordenado por Gracián en el capítulo de Almodóvar (1.9.1576) y somete a los provinciales calzados de Castilla y Andalucía las respectivas casas de descalzos y descalzas. Ese mismo día se apresuraba Sega a notificarlo a Roma, en sendas misivas a los cardenales Galli y Buoncompagni. Les resumía así su actuación contra Gracián: ‘per un anno ho portato la croce per atterrar costui’, es decir, un año de brega para echar por tierraa Gracián (carta a Buoncompagni, del 16.10.1578: MHCT 2,39. Añadía: ‘lho condennato alla carcere nel convento di Pastrana’). Sin embargo, no parece que Sega conozca o secunde las decisiones del capítulo de Piacenza.
c) Finalmente, el 20 de diciembre de 1578 dicta sentencia contra Gracián (MHCT 2, 80-81). En ella ‘lo priva perpetuamente de oficio, gobierno y administración de visitador y reformador de la dicha religión (del Carmen) y de otra cualquier’, y lo confina en el colegio de descalzos de Alcalá de Henares, con varios preceptos más, entre ellos la tácita prohibición de cartearse con la M. Teresa: ‘Item, que no escriba ni resciba letras ningunas de negocios de ninguna persona, especialmente de monjas de ninguna religión’. La sumisión de Gracián y el asesoramiento de los consejeros asignados para el ulterior estudio del asunto, irán flexionado progresivamente la postura de Sega, más a favor del grupo de descalzos que de la persona del propio Gracián.
d) Con un nuevo breve, del 1.4.1579, deroga el anterior mandato (del 16.10.1578) que sometía las casas de los descalzos a los provinciales calzados, y ahora los pone bajo la jurisdicción personal del P. Angel de Salazar (MHCT 2, 86-89).
En el desembrollo de esa enredada madeja, la madre Teresa no pudo ni quiso inhibirse o marginarse. Forzada a tomar posiciones entre Gracián y Sega. Entre el afecto y la obediencia. Obviamente, conoce mucho más al primero que al segundo. Es normal que opte en esa dirección. Y que le cueste llegar a la formulación de un juicio positivo respecto de la persona misma del nuncio. Lo hará paso a paso. Comienza confrontándolo con su predecesor: ‘Murió un nuncio santo (Ormaneto), que favorecía mucho la virtud…Vino otro (Sega), que parecía le había enviado Dios para ejercitarnos en padecer. Era algo deudo del Papa, y debe ser siervo de Dios…’ (F 28,3).
Pronto busca cauces para llegar hasta Sega e informarle en directo. Tras los erróneos titubeos iniciales acerca de sus facultades de visitador (ctas 262,6.9; 226,11),la consigna es obedecerle. Apenas ha conocido el tenor del fatídico breve del 23.7.1576, decide: ‘mañana concertaremos cómo se vaya… Julián de Avila a conocer por prelado al nuncio’ (cta a Gracián, del 9.8.1577, n. 10). Y pocos días después ruega al mismo que la avise ‘si es bien que enviemos al nuncio, por que parezca alguna obediencia en los descalzos, ya que lo hemos obedecido’ (cta del 14.8.1578). Que le hablen del caso de fray Juan de la Cruz: ‘Si alguna persona grave pidiese a fray Juan al nuncio…, con decirle que se informe de lo que es ese padre… No sé qué ventura es que nunca hay quien se acuerde de este santo’ (cta a Gracián el 19 del mismo mes, n. 6). Que hablen al confesor del nuncio. Se lo suplica al P. Pablo Hernández: ‘suplico a vuestra merced que de mi parte hable al padre que confiesa al nuncio… y vuestra merced le informe de toda la verdad, para que ponga al nuncio en conciencia que no publique cosas tan perjudiciales hasta informarse, y le diga que, aunque soy ruin mucho, no tanto que me atreviese a lo que dicen…’ (cta del 4.10.1578). ‘Está ahora todo nuestro bien o mal, después de Dios, en manos del nuncio, y por nuestros pecados hanle informado de manera los del paño y él dádoles tanto crédito, que no sé en qué se ha de parar. De mí le dicen que soy una vagamunda e inquieta, y que los monasterios que he hecho ha sido sin licencia del Papa ni del general’ (cta a Pablo Hernández, del 4.10.1578, n. 3). Sabe ella que han llegado hasta Sega las penosas calumnias inventariadas en Sevilla contra su persona.
Todo lo cual no impide que la Santa tenga serios temores cuando Gracián ha de ponerse ‘en manos del nuncio’: ‘miren mucho que cuando se ponga en manos del nuncio, haya seguridad; porque veo que van muchas cosas más de hecho que de derecho’ (cta a R. de Huerta: 9.8.1578; cf. cta de finales de agosto a Gracián, n. 2). y Poco después escribe al mismo: ‘La pena que yo ahora tengo y tenido mayor, es si se ha ido nuestro Padre (Gracián) a meter en las manos del nuncio, que harto más le quisiera en las de Dios’ (cta del 19.8.1578, n. 1).
Los temores de la Santa eran fundados, pues reiteradamente se había empeñado en saber cuáles eran ‘los poderes’ de Sega. Y llegaría a entreverlo como señor de horca y cuchillo. Gracián mismo lo resumía así: ‘Ofrecióse a este tiempo que el nuncio hizo ahorcar en Madrid dos hombres, porque habían hecho bulas falsas, y con esta justicia estaban todos a la mira qué harían de los descalzos presos, si los ahorcarían o quemarían, porque decían que habían hecho bulas falsas y aún cosas peores’ (MHCT 3, 610).
El momento más delicado llega cuando en Sevilla se monta un proceso difamatorio contra las carmelitas de la ciudad, contra Gracián y la propia Santa. Con las actas del malhadado montaje, se envía al nuncio gran parte de las cartas de la madre Teresa a sus monjas de Sevilla. Ella lo sabe (‘las cartas que yo las he escrito están ya en poder del nuncio’: cta del 31.1.1579 a H. de Pantoja). Opina que las monjas no tenían obligación de entregarlas al visitador sevillano. Pero está tranquila, si bien todo ello ocurre en coincidencia con el momento de mayor humillación por parte del nuncio a cuyas manos ha llegado ese precioso carteo. Carteo que, desafortunadamente, ya no llegará hasta nosotros, perdido entre los papeles de Sega. L
as últimas actuaciones de éste oscilan entre favor y reticencia respecto de los descalzos de la madre Teresa. Primero los pone bajo la jurisdicción del P. Angel de Salazar (1.4.1579: MHCT 2, 86-90). Luego presionado por los cuatro asesores asignados para el caso (los dominicos Hernando del Castillo y Pedro Fernández, don Luis Manrique y Lorenzo de Villavicencio), envía al Rey un extenso memorial (15.7.1579) proponiendo la erección de provincia aparte para los descalzos (MHCT 2, 99-107). Es el proemio del desenlace.
Pero luego, cuando el mismo Sega tiene que trasmitir a Roma esa propuesta a favor de los descalzos, le asegura al cardenal protector de la Orden, F. Buoncompagni que, si bien ‘estos primitivos son una buena y santa introducción’, sus presuntos fundadores con mención expresa de Antonio Heredia, Ambrosio Mariano, Gracián y Juan de Jesús, Roca ni practican la mortificación que profesan ni dejan de presentarse casi como ‘los padres de la primitiva Iglesia’. El asunto de la erección de provincia lo tratan ‘con ordite falsità’, urdiendo falsedades, y son precisamente ellos ‘el principio de la ruina de esta santa reformación en su mismo nacimiento’. El, Sega, ha tenido que ‘fingirse compañero amistoso de ellos’ para sonsacarles sus ‘inepcias e impertinencias’ (cta del 11.11.1579: MHCT 2, 130 s.). Extraño modo de perorar ante Roma la causa de la erección de provincia promovida por esos hombres. Ya antes, en carta al mismo cardenal Buocompagni (13.11.1578),le había diseñado en caricatura los orígenes y desarrollo de los descalzos, sus astucias y trampas (‘astuzie…, e magagne’), especialmente las de fray Antonio Heredia ‘detto del Gesù, che fu il capi di questa novità’, que sería quien dolosamente obtuvo licencia del general de la Orden cuando éste se hallaba en España, y que habría sobornado a sus secuaces, hasta tener ya en Castilla y Andalucía 22 conventos (‘ventidue case di frati’: de hecho tenían diez!), despreciando las censuras canónicas en que incurrían, etc. (MHCT 2, 45-47).
No sabemos con qué humor asistiría Sega, ya en los postreros días de su nunciatura madrileña, al desenlace de todo ese enredijo, cuando los descalzos se reúnan en Alcalá de Henares sin darle cita a él, y elijan por provincial al ‘indeseable’ Gracián y por consejeros a los denostados Antonio Heredia y Ambrosio Mariano (cf sin embargo MHCT, 2, pp. 226. 241, 242, 267, 274, 287-290). Ocurría esto el 4/5 de marzo de 1581. El día 3 del mes siguiente era nombrado nuncio de Madrid el sucesor de Sega, Luis Taverna.
El penoso episodio ‘Sega-Teresa’ lo resumiría ésta humorizando: ‘Para personas perfectas, no podíamos desear cosa más a propósito que al señor nuncio, porque nos ha hecho merecer a todos’ (cta de abril 1579 a Gracián). Desde nuestro punto de vista, Sega tuvo el desacierto de caer de lleno en la maraña de descalzos y calzados, desentendiéndose totalmente de ‘la mujer’ Teresa de Jesús, que hubiera sido buena clave de solución para aquel embrollo humano, religioso y jurídico. Ormaneto, N.
BIBL.Carmelo de la Cruz, Gracián y Sega frente a frente, MteCarm 72 (1964) 365-422; Angel Fernández Collado, Actuación del nuncio Felipe Sega en la reforma carmelitana de santa Teresa de Jesús, Burgense 31 (1990) 67-90.