El término sobrenatural, en cuanto expresión de la absoluta gratuidad de la economía cristiana, es un concepto clave de la soteriología. En sí mismo significa aquello que supera la naturaleza y que no se puede alcanzar sino con la ayuda de la gracia. Esto no quiere decir que no tenga nada que ver con la naturaleza humana. La reflexión teológica en la época moderna ha oscilado entre dos extremos. Unos han acentuado su trascendencia, como algo no debido e incluso extraño a la naturaleza. Otros han puesto el énfasis en su inmanencia, como algo hacia lo que la naturaleza humana está positivamente ordenada por Dios, en virtud de su designio salvífico, aunque para alcanzarlo necesite la ayuda de la gracia divina. Es el sobrenatural ‘teológico’.
La teología del tiempo de Teresa seguía la primera interpretación del sobrenatural. Sin embargo, el pensamiento de la Santa aparece paradójicamente más en sintonía con la segunda. Para ella el hombre es un ser creado a imagen y semejanza de Dios (M 1,1,1; 7,1,1; R 54) y de tal dignidad, que no se contenta con menos que con El (M 1,1,6), a cuya comunión está llamado como a la plenitud de su ser (M 7). De esta manera, llega a una perfecta integración entre el carácter trascendente e inmanente. El ser humano es entendido por ella en la dimensión profunda de su interioridad, llena de Dios y abierta a la trascendentalidad del misterio trinitario. Dentro de este marco teológico, adquiere su verdadero sentido el sobrenatural teresiano, así llamado porque reviste algunas peculiaridades. Es el sobrenatural ‘místico’.
Para el P. Tomás Alvarez, existe todavía una laguna en su estudio. Destaca cómo H. de Lubac, en su famosa obra Surnaturel (Paris 1946), «dedica unos momentos de atención a santa Teresa y san Juan de la Cruz, para pulsar el pensamiento de los místicos, a los cuales corresponde un especial eslabón en la cadena de quienes han pensado el sobrenatural en sentido de miraculeux et transcendant» (T. Alvarez, en Estudios teresianos, III, p. 647, nota 107).
Piensa este cualificado teresianista que el estudio del concepto «sobrenatural» es necesario, «no sólo para aportar datos nuevos e importantes a la historia de este término, sino para captar el sentido teresiano de mercedes de Dios y sobre esa pista detectar la faz de la gracia en su grado de incandescencia mística» (ib).
Respondiendo a este requerimiento, tratamos de matizar algunos aspectos. El término «sobrenatural» no aparece en ella como sustantivo, sino como adjetivo: «cosa sobrenatural». (Véase, no obstante, M 6,4,8). La definición que nos da está en relación con la oración de quietud:
«Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga» (V 14,2). «La primera oración que sentí, a mi parecer, sobrenatural (que llamo yo lo que con mi industria ni diligencia no se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponer para ello sí y debe hacer mucho al caso), es un recogimiento interior que se siente en el alma» (R 5,3).
Según esta definición, para la Santa sobrenatural no es simplemente igual a gracia, como normalmente explica la teología, sino aquello que no se puede adquirir «con industria ni diligencia», aunque se tenga la gracia. Concretamente, es la oración de quietud («primera oración sobrenatural») y las sucesivas formas de oración contemplativa (C 25,3; 31,2.6), que marcan el camino hacia la unión: «No está en nuestro querer, por ser cosa muy sobrenatural esta unión» (C 19,6). Asimismo son sobrenaturales las gracias místicas que la acompañan: visiones, locuciones, éxtasis… (M 6). «De las cuartas moradas… en adelante… comienzan a ser cosas sobrenaturales» (M 4,1,1).
Todas estas expresiones están indicando que, para Teresa de Jesús, lo sobrenatural coincide con la etapa mística del itinerario espiritual, y más concretamente con la experiencia mística. La vida mística es gracia; la experiencia mística es sobrenatural, esto es, absolutamente gratuita. Es cierto que, teológicamente hablando, también la gracia es gratuita. Pero hay gracias que están vinculadas a la actividad meritoria del hombre, bajo el impulso de la misma gracia (teología del mérito). Y hay gracias que no se merecen bajo ningún concepto, que son don gratuito de Dios. Tales son en teología la primera gracia y la gracia de la perseverancia final. En santa Teresa estas gracias son las gracias místicas; no se pueden merecer por muchas diligencias que se hagan, aunque sí disponerse para ellas. En este sentido, «sobrenatural» viene a equivaler a «mercedes de Dios» y más concretamente a las mercedes místicas.
En definitiva, podemos decir que sobrenatural, en sentido estricto, para la Santa es aquello que no se puede merecer bajo ningún concepto y que es objeto de una gracia especial. Tal es la experiencia mística. Distingue, pues, entre gracia y experiencia de la gracia. Sólo esta última es estrictamente sobrenatural. Así lo revela un texto cumbre del Camino de Perfección, donde dice que la oración de recogimiento no es cosa sobrenatural, añadiendo luego que no se puede alcanzar sin la ayuda de Dios, esto es, sin el auxilio de su gracia: la gracia es el sobrenatural ‘teológico’; la experiencia de la gracia, el sobrenatural ‘místico’.
«Quisiera yo saber declarar cómo está esta compañía santa con nuestro acompañador, Santo de los Santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando esta alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo quiere, porque entended que esto no es cosa sobrenatural [oración de recogimiento], sino que está en nuestro querer y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos de nosotros tener un buen pensamiento» (C 29,4).
Nota el P. Tomás cómo al margen del autógrafo se lee: «Quiere decir sobrenatural lo que no está puesto en nuestro albedrío con los favores ordinarios de Dios» (T. Alvarez, Camino de Perfección, edic. facsímil, Roma 1965, p. 122s). Pero esta aclaración, amañada, no despeja el pensamiento de la Santa.
Sin embargo, hay un pasaje importante, en que distingue dos clases de gracia: auxilio general y particular. A propósito del segundo grado de oración, cuando «quiere [Dios] particularmente comenzar a obrar en el alma», escribe: «Aquí viniera bien dar aquí a entender qué es auxilio general o particular que hay muchos que lo ignoran, y cómo este particular quiere el Señor aquí que casi le vea el alma por vista de ojos» (V 14,6).
Auxilio equivale a gracia (M 5,2,3). A propósito de esta distinción, observa el P. Tomás Alvarez: «Ya para aquellas fechas, la Santa era discípula de Báñez… Recuérdese que el gran dominico fue el antagonista de Molina en la batalla teológica de auxiliis divinae gratiae» (Obras completas de Santa Teresa, Burgos 1971, p. 132, nota 8).
La distinción de estas dos clases de gracia nos permite precisar todavía más el significado de sobrenatural. Si, como hemos dicho, se identifica en la práctica con la experiencia mística, y ésta es una gracia particular, que no se puede obtener por diligencias que se hagan, hay que concluir que sobrenatural es esa gracia particular, que Dios da gratuitamente.
De este modo, aparece el significado fundamental del sobrenatural teresiano: su gratuidad absoluta y su sentido eminentemente teologal, que se realiza en la comunión personal con Dios, experimentada como gracia especial, absolutamente gratuita, como puro don de su amor. Esto no quiere decir que no tenga nada que ver con su vida; al contrario, tiene que ver y mucho.
Así lo explica ella en el Camino de Perfección, a propósito de la experiencia contemplativa de Dios en la oración de quietud, que califica de «muy conocidamente sobrenatural»:
«Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos. Porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir… Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión» (C 31,2).
A continuación da algunos avisos a aquellas personas, que «el Señor ha llegado aquí por sola su bondad»:
«El primero es, que como se ven en aquel contento y no saben cómo les vino, al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales esta tentación: que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer. No es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más detendremos esta merced, es con entender claro que no podemos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano» (C 31,6).
Como conclusión, dos anotaciones. La primera, que el «sobrenatural teresiano», pese a su carácter restringido y a su gratuidad absoluta, queda integrado en la vida espiritual como la expresión de su carácter teologal, comunional y relacional. Segunda, que su insistencia en denominar «sobrenatural» sólo la experiencia de la gracia y no las demás expresiones de la misma, pone de manifiesto hasta qué punto Teresa de Jesús, en contra de las explicaciones de la teología de la época, considera el sobrenatural en su expresión de comunión con Dios como realidad central de la soteriología cristiana y parte integrante de la concepción de la persona humana, a la luz de la revelación.
BIBL. R. Ricard, La notion de ‘sobrenatural’ chez sainte Thérèse dAvila, en «Mélanges de la casa de Velázquez» 18 (1982), 467-475; J. C. Garrido, Experiencia de la vida sobrenatural en la mística teresiana, Burgos 1969.
Ciro García