Soria, ciudad del Alto Duero, más mística que guerrera, perdida entre carrascas, encinas, chopos, pinares, oteros desnudos y elevadas sierras, mostraba su lento resurgir tras la decadencia del alto medievo. Seguía llevando, como guardia de honor, la célebre institución de los Caballeros y Linajes, recibida por privilegio de Alfonso VIII, el de las Navas, que en Soria se había criado.
Los nuevos tiempos de la España imperial le eran favorables y progresaba. El pueblo, sus dirigentes, autoridades y súbditos se sentían también sujetos agentes de las altas misiones de España para gloria de Dios y de la Iglesia en el mundo.
La ciudad en 1581. Soria era una ciudad amurallada con su desportillado castillo, huérfano de alcaide. Seis puertas la abrían al exterior y le daban entrada a su recinto: la de Rabanera, la de herradores o del Postigo, la de Nuestra Señora del Rosario, la de Nájera, la Puerta sobre el Duero y la de Balobos. Entrando por cualquiera de ellas: entresijo de calles, plazuelas y casas señoriales con escudos y portalones.
La ciudad y el ayuntamiento están regidos por el corregidor, doctor de Almansa, el alférez mayor Francisco López del Río y doce regidores, elegidos por otros tantos linajes. La Universidad de la Tierra con voto en el ayuntamiento y los hombres buenos del Estado Común, representación de las 16 cuadrillas, colaciones o parroquias.
El Cabildo Colegial. El obispo y obispado, la catedral y el cabildo catedralicio están en el Burgo de Osma, capital de la diócesis, con su obispo don Diego Velázquez. Pero en Soria hay un cabildo colegial, trasladado, en este tiempo, de la colegiata de San Pedro a la iglesia de San Gil, que pasa a llamarse de Sta. María la Mayor, al pretender hacerla colegiata-concatedral. Era deán don Francisco de Ribera; magistral, don Tomás Vázquez de Liaño, más el tesorero, los racioneros y otros diez canónigos.
Cabildo parroquial. De las 36 parroquias que llegó a tener Soria en la edad media, a 16 se redujeron en el s. XVI. Constituido el cabildo por numerosos párracos, beneficiados y capellanes, estaba presidido por don Diego Vallejo, cura de Santa María la Mayor. Atendían a la iglesia y a las obras sociales y benéficas, como el hospital de Santiago y los niños de la Doctrina.
Clero regular, Conventos y Frailes. Seis eran los conventos de frailes: el priorato de San Benito de Nuestra Señora la Blanca, extramuros, el de San Francisco, el de los mercedarios, que fue de las monjas de Sancti Spiritus, el de San Agustín de Nuestra Señora de Gracia, cerca del río Duero, el de los dominicos: en 1580, fray Alonso Girón tomó posesión de la iglesia y curato de la parroquial de Santo Tomé, conocido, desde entonces, con el nombre de Santo Domingo. Y el de los jesuitas, establecidos en la parroquia de San Sebastián hasta que hicieron casa y colegio en la década de 1570. Como conventos femeninos: el de las clarisas y el recientemente fundado beaterio de San Luis de las Damas Nobles.
Pasado el puente del duero, el convento de los hospitalarios de San Juan y el de los templarios, medio abandonados, pero todavía con algún culto. Y algo más allá, la ermita de San Lázaro y la de San Miguel de la Peña, más conocida por ermita de San Saturio, al estar allí enterrado su cuerpo.
Cuando llega santa Teresa. Cuando en la primavera avanzada de 1581 santa Teresa llega a Soria para la penúltima de sus fundaciones, el comentario popular en la Plaza Mayor, en el juego de pelota y por el palacio de los Beteta-Castilla es sobre la solemne procesión del Corpus, del pasado 25 de mayo, con asistencia de cofradías, hermandades, pendones y estandartes y la presencia del mismo señor obispo, que pocas veces podía asistir en Soria, por deberla presidir en la capital de la diócesis, el Burgo de Osma.
Se hablaba también de las fiestas de la Madre de Dios, para las que las cuadrillas responsables de los festejos habían encargado ya la adquisición del toro correspondiente, que, después, en la fiesta de las Calderas, se compartiría en fraterna comida popular en la Dehesa de San Andrés, tras la bendición del prior de San Benito.
También se hablaba de la venida de la célebre monja, santa y andariega, Teresa de Jesús, de Avila, a fundar un convento de carmelitas descalzas en la casa-palacio de Dña. Beatriz de Beamonte y de su esposo don Juan de Vinuesa, ya difunto. Estaba en la Plazuela de Fuentes Cabrejas, en la misma Calle Real.
Allí llegó la Santa en los días mediados del mes de junio de 1581, siendo recibida por el señor obispo en el palacio de los Beteta-Castilla, por la señora fundadora y el cariñoso pueblo soriano. Se hizo la fundación en la casa de doña Beatriz y en la cedida iglesia de Nuestra Señora de las Cinco Villas, con el título de la ‘Santísima Trinidad’. Padre, Hijo y Espíritu Santo parecen haber asistido a la fundación, porque se ha cumplido lo que la Santa dijo sobre ella: ‘Vine contenta, por parecerme tierra adonde espero en la misericordia de Dios se ha de servir de que esté allí, como ya se va viendo’ (F 30,14). Un buen piropo de santa Teresa para la gente y tierra de Soria. Soria, fundación del Carmelo de.
Albano García