En santa Teresa de Jesús el hecho de las tentaciones es un ir y venir constante, ya sea como realidad presente en su existencia, ya sea como doctrina o consejos que da, ya sea también como acontecimiento muy frecuente en la vida de comunidad o en las actitudes que ve en otras personas.
En la vida espiritual, y particularmente en el camino de la oración como medio y expresión de la vida de gracia y del crecimiento de las virtudes, se es muchas veces tentado por el demonio cuyo nombre para ella es ‘tentador’, por las criaturas y por nosotros mismos.
Unas 200 veces aproximadamente encontramos la expresión de tentación, ya sea por medio del verbo tentar en sus diversos tiempos y modos, ya sea por el sustantivo en singular o en plural. Dos veces encontramos la palabra ‘tentador’, atribuida el demonio: ‘Acordaos, hijas mías, aquí en la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida por no le tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal’ (C 40,8. cf CE 70,3).
Para la Santa tener resuelto y claro el acontecimiento de las tentaciones en la oración, es una garantía de éxito para vencerlas. Ella les da tanta importancia que les dedica capítulos enteros, como son: V 13. C 38,39 y 40. CE 66,68 y 69. Y es precisamente en Camino de Perfección, libro dedicado expresamente a enseñar el camino de la oración, como medio seguro para la unión con Dios, donde abunda más este tema de las tentaciones.
Habla casi siempre santa Teresa de Jesús diciendo que es el demonio el que tienta. Es el ‘tentador’: Mo 52; F 6,19; 11,17; 23,10… También tientan los hombres. Y nosotros mismos, a veces, nos tentamos. Pero siempre es por permisión de Dios. La vida es un combate, especialmente en el espíritu, y las tentaciones son para probar la virtud y la fuerza y firmeza de las actitudes buenas del hombre.
De las tentaciones, aunque sean grandísimas, si hay temor y amor de Dios, se ha de salir con mucha ganancia: ‘Es así que no me turba el alma cuando la veo con grandísimas tentaciones; que, si hay amor y temor de nuestro Señor, ha de salir con mucha ganancia’ (Conc 2,3).
Las tentaciones abarcan todo el abanico de la vida de la persona. Que no sólo hay tentaciones en la oración. Se puede ser tentado en todo y desde todo: desde el deseo de que todos sean muy espirituales, hasta dejar la oración, pasando por el orgullo de creer que se tienen todas las virtudes, porque el Señor nos regala en la oración, por el desaliento, por la desobediencia. Se pueden ver, a modo de ejemplo: V 13,8… R 44,1; F 3,11; 6, 12.13.21 y 23.
Cuando no hay cosas mayores, suele el demonio tentar en menudencias, o nosotros mismos. Especialmente en cosas relativas a la convivencia con la autoridad, a si me han dicho o me han dejado de decir, a si me han hecho o dejado de hacer… Todo ello para que así haya guerra y mérito en resistir: ‘Que adonde no hay cosas graves de ocasiones de fuera, anda por las menudencias de dentro, para que siempre haya guerra y mérito de resistir’ (Mo 16,17,18 y 19). Pero hay ciertas tentaciones que sólo se dan a melacólicas (Mo 18). Tampoco hay que dar oportunidad al demonio para que seamos tentados, como a veces pasa (Mo 18).
La Santa recurre al texto de S. Pablo, en 1 Cor 10,13, por dos veces al menos, para recordarnos que no seremos tentados más de lo que podemos sufrir. De ahí la esperanza de que podamos resistir y vencer las tentaciones por la fuerza y gracia de Dios en nosotros; cf R 58,1 y cta 143,8, del 2.11.1576, a la M. María Bautista.
Por las tentaciones que se han pasado se pueden adquirir méritos (cf D 26). Las tentaciones ayudan al alma que Dios da la luz de la verdad: ‘Porque el alma que Dios da luz de la verdad, las tentaciones y estorbos que pone el demonio la ayudan más; porque es Su Majestad el que pelea por ella’ (F 11,7; cf Conc 2,3).
Las tentaciones son igualmente medios para evitar engaños en la vida de oración, creyéndose perfectos por los gustos que Dios da en ocasiones: ‘Y tengo por muy mejor cuando entran y dan guerra en este estado de oración; porque podría el demonio engañar, a vueltas de los gustos que da Dios, si no hubiese tentaciones, y hacer mucho más daño que cuando las hay, y no ganar tanto el alma…’ (M 4,1,3).
Sabe muy bien la Santa que la vida espiritual no se fundamenta sobre gustos y regalos, sobre todo al principio. Sería un mal comienzo de la vida espiritual, pues sería comenzar sobre arena, y todo acabaría por el suelo, además de andar siempre disgustados y tentados: ‘Aunque otras veces he dicho esto, importan tanto que lo torno a decir aquí: es que no se acuerde que hay regalos en esto que comienza, porque es muy baja manera de comenzar a labrar un tan precioso y grande edificio; y si comienzan sobre arena, darán con todo en el suelo; nunca acabarán de andar disgustados y tentados’ (M 2,1,7). A este respecto se pueden consultar: C 20,2; 21, título y 2; 23,36 y 41. V 4,2; 11, 2.10.11.12.15.16 y 17.
Las tentaciones sirven también para evitar engaños en la vida de oración; en concreto para no sucumbir ante el engaño de no confesar pecados muy graves, por miedo de no estar en desasosiego: ‘Aquí vendrá la tentación de dejar de confesar pecados muy graves, por miedo de no estar en desasosiego. ¡Oh, válgame Dios, qué daño puede hacer aquí el demonio y qué caro les cuesta el apretamiento y honra!’ (C 5,1).
Los combates en la fe son una oportunidad para el demonio que puede alborotar en gran manera; pero el alma no deja de estar firme en la fe, en especial cuando se trata de fenómenos místicos extraordinarios. Pero los efectos positivos que generan en ella son sólo de la verdadera sabiduría. El demonio no puede dejar al alma con tantos bienes: ‘Mas no creyendo, sino… a manera de tentaciones en cosas de la fe, que puede el demonio alborotar, mas no dejar el alma de estar firme en ella; antes mientras más la combate, más queda con certidumbre de que el demonio no la podría dejar con tantos bienes, como ello es así, que no puede tanto en lo interior del alma…’ (M 4, 9,10).
Mientras se vive, se está expuesto a la tentación; también en el desierto; incluso allí más: ‘Acabando la víspera de San Lorenzo de comulgar, estaba el ingenio tan distraído y divertido, que no me podía valer, y comencé a haber envidia de los que están en los desiertos, pareciéndome que como no oyesen ni viesen nada, estaban libres de este divertimiento. Entendí: Mucho te engañas, hija, antes allí tienen más fuertes las tentaciones de los demonios; ten paciencia, que mientras se vive no se excusa`’ (R 44,1).
En la tentación se siente a veces sensación de debilidad e impotencia: ‘Paréceme que estoy llena de faltas, sin ningún ánimo para la virtud, y el grande ánimo que suelo tener queda en esto, que me parece a la menor tentación y murmuración del mundo no podría resistir’ (R 1,22; cf R 4,5).
Santa Teresa de Jesús también pasó por el miedo de que algunos de los fenómenos místicos con que Dios le agració fueran tentación: ‘He habido miedo si fue tentación, que imaginación no fue posible’ (R 44,3: habla de una visión mística extraordinaria).
Habla igualmente santa Teresa de Jesús de la posible confusión entre aflicciones, imaginaciones, escrúpulos y tentaciones. Todas pueden ser fuente de gran mérito: ‘Ellas pasan harta muerte consigo mismas de aflicciones e imaginaciones y escrúpulos, y así también harto gran mérito, aunque ellas siempre las llaman tentaciones; que si acabasen de entender es del mismo mal, tendrían gran alivio, si no hiciesen caso de ello’ (F 7,10).
Advierte la Santa cómo el demonio tienta y prueba en los momentos importantes de la vida. Se pueden ver: F 23,10 y 26,14, en donde ella recuerda dos casos concretos. Afirma asimismo santa Teresa de Jesús cómo no se han de tener miedo a tentaciones en la hora de la muerte (cf F 16,4 y 5).
No entiende la Santa por qué escandaliza más decir que se tienen visiones o revelaciones que las muchas tentaciones de todo tipo y color que, a veces, representa el demonio: ‘Parece espanto a algunas personas sólo en oír nombrar visiones o revelaciones. No entiendo la causa por qué tienen por camino tan peligroso el llevar Dios a un alma por aquí, ni de dónde ha procedido este pasmo… que cierto, no espanta tanto decir que les representa el demonio, muchos géneros de tentaciones y de espíritu de blasfemia y disparatadas y deshonestas cosas, cuanto se encandalizará de decirle que ha visto o habládola algún ángel, o que se le ha representado Jesucristo crucificado, Señor nuestro’ (F 8,1).
Nos confiesa santa Teresa de Jesús que no ha tenido tentaciones en la fe: ‘Y ahora veo que de la misma manera lo he oído a letrados, y no lo he entendido como ahora (se refiere al misterio trinitario), aunque siempre sin detenimiento lo creía, porque no he tenido tentaciones de la fe’ (R 33,1).
Pero sí ha sentido las tentaciones de temor y duda, debido a su ruindad y flaqueza: ‘Yo confieso que mi ruindad y flaqueza me han hecho temer y dudar, mas no me acuerdo ninguna, después que el Señor me dio hábito de Descalza, ni algunos años antes, que no me hiciese merced, por su sola misericordia, de vencer estas tentaciones y arrojarme a los que entendía era mayor servicio suyo por dificultoso que fuese’ (F 28,19).
Y finalmente, también la Santa ha sufrido dudas acerca de si en algunas de sus decisiones su proceder ha podido ser tentación. Esto lo confiese especialmente santa Teresa de Jesús en algunas de sus cartas, como por ejemplo, en la cta 179,3, del 21.1.1577, a la M. María Bautista.
Un consejo que da la Santa es que las tentaciones se han de tratar con el confesor (cta 245,2, del 8.5.1578, al P. Jerónimo Gracián).
La palabra tentar, tentación, tentaciones también tiene otros sentidos no exactamente espirituales, como pueden ser: situación de conflicto, duda, dificultad en las decisiones, desasosiego, incertidumbre, inseguridad en el modo de actuar.
Mauricio Martín del Blanco