Carmelita de la Antigua Observancia, ‘de los más graves de la Orden’ según Gracián (MHCT 3,491). Interviene de parte del P. General y del nuncio F. Sega en la situación conflictiva de los carmelitas españoles en los años 1576-1579. Franco opositor de la obra teresiana. Es conocido en el epistolario de la Santa como ‘el Tostado’, o bien con el criptónimo ‘Peralta’. Natural de Lisboa donde tomó el hábito carmelita, perteneció sin embargo a la Provincia de Cataluña. En ella fue provincial y prior de Barcelona. Doctor en teología y profesor de la universidad. Muy apreciado por el P. General, J. B. Rubeo, quien le confió diversas misiones en los conventos del Carmelo italiano y ante la Congregación de Mantua (cf MHCT 2,3). El Capítulo General de Piacenza (mayo de 1575) lo nombró visitador de los carmelitas de España. Elegido provincial de Cataluña en el capítulo de Perpiñán (1576), llega a Madrid en agosto de ese año. Ahí tiene un primer fuerte encuentro con Gracián, de Visitador a Visitador. Lo refiere Gracián: ‘Así como [Gracián] entró en Madrid, se encontró en una calle con el Tostado, el cual le habló con tanta aspereza, ímpetu y amenazas…’ (MHCT 3,592), que en lo sucesivo ambos extreman sus posiciones respectivas sin atisbos de acercamiento mutuo. El P. Tostado no obtiene el consentimiento del Consejo regio para iniciar su visita, y por insinuación del nuncio F. Sega pasa a Portugal. A su regreso, ya en 1577, el Consejo Real le retira de nuevo los poderes de visitador, si bien él cuenta con el apoyo del nuncio Sega y de la poderosa Dª Leonor de Mascareñas. El también amigo de ésta, Baltasar de Jesús, fraile intrigante y fugado del convento, se acoge a la protección del P. Tostado y éste lo recibe bajo su obediencia (MHCT 1, 401-406). En ese embrollo de visitadores y contravisitadores, de poderes recibidos y poderes anulados, nuncios y contranuncios, la Santa no puede menos de comentar en agridulce: ‘no parece sino una comedia’ (cta 185,14). Ese mismo año Sega lo envía a ejercer su misión de visitador en Aragón, Cataluña y Valencia. Con todo, a finales de año, el P. Tostado interviene en el penoso episodio de la ‘elección machucada’ de la Encarnación de Avila y simultáneamente en la prisión de Juan de la Cruz y su carcelilla de Toledo (1577-1578). Muerto Rubeo (4.9.1578), el nuevo Padre General, J. B. Caffardo, asigna otra vez al P. Tostado el cargo de ‘Visitador y Reformador’ de las provincias de España (18.11.1581). Pero ya los descalzos y la M. Teresa estaban fuera de su jurisdicción. Fallecía él en Nápoles el 12.12.1582.
Su presencia en el epistolario teresiano es frecuente en los años 1576-1578. Poco a poco se convierte en una de las preocupaciones digamos ‘miedos’: cf. cta 182,13; 244,1… de la Santa. Diríase que ella lo sigue con la mirada paso a paso. Ya en mayo de 1576 sabe que viene como ‘vicario general de toda España’ (cta 106,4). En septiembre, que ‘se partió para Portugal’ (118,2; 119,1), y ‘nos ha librado Dios del Tostado’ (120,2). Que ‘el Consejo Real ha dado provisión para que no visite el Tostado en las cuatro provincias de España’ (159,4), pero que, entre tanto, sigue el pulso entre visitador y visitador, entre Gracián y el Tostado (162,3; 181,7.9). Entrado ya el año 1577, se entera de que ‘ahora torna el Tostado, según dicen’ (185,14). Se lo refiere en confianza a su hermano Lorenzo. Es el momento en que se le enreda la madeja de los sucesos, y la cosa le parece ‘una comedia’ (185,14). Pronto sabe que el P. Tostado ‘está ya en la Corte: ha cuatro o cinco días que pasó por aquí [Toledo] con grande prisa’ (196,2; 200,5). Que ese mismo otoño ha intervenido reiteradamente en la elección de priora en la Encarnación (211,4; 215,4; 221,6), y también en la prisión, tan prolongada, de fray Juan de la Cruz: ‘al padre fray Juan de la Cruz llevó el Maldonado que es el prior de Toledo a presentar al Tostado’ (221,7). Ignora ella el paradero de fray Juan, pero ya hace más de un mes que lo prendieron ‘por mandato del P. Tostado’ (226,10). Por fin, a principios de 1578 reconoce ‘que el Tostado tiene ya poderes para calzados y descalzos’. Y se hace eco de un falso rumor: ‘que al Padre fray Juan de la Cruz ya lo ha enviado a Roma’ el Tostado (232,3). Ella sigue convencida de que éste ‘venía determinado a deshacer todas las casas’ de descalzos (262,7; 254,10;256,7). Por eso había escrito casi desde su llegada a Castilla: ‘al P. Tostado, servirle y obedecerle, mas no en esto [en contravenir a las actas del visitador apostólico, P. Fernández], que sería destruirnos del todo’ (181,9).
Pese a esas y tantas otras referencias de su epistolario, la Santa no llegó a conocer ni a tratar personalmente al P. Jerónimo. Ni éste ni el nuncio Sega tuvieron la suerte de una sola conversación, cara a cara, con la M. Fundadora. Probablemente, ni la Santa ni el P. Tostado disfrutaron de un buen suministro de informes y mediaciones. En todo caso, el episodio de este carmelita puso a prueba el buen humor relacional de la M. Teresa.