1. La realidad central del misterio trinitario en la fe cristiana y en la vida de Teresa
La Santísima Trinidad es el misterio central de la fe cristiana, revelado por Jesucristo y participado por los creyentes por el don del Espíritu Santo. Lo específico del cristianismo, lo que le diferencia de todas las demás religiones (judaísmo, islamismo…), es la confesión de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El misterio trinitario, en sí mismo, es un misterio insondable de relación y comunicación personal entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Trinidad «inmanente»). El Dios de la revelación cristiana no es una esencia aislada, sino que por la superabundancia de su vida y de su amor se da y se comunica; es un Dios en comunión, que se da creando comunión. Al ser en sí mismo vida y amor, es para nosotros también fuente de vida y de amor. Esta es la manifestación histórica del misterio trinitario (Trinidad «económica»).
Están aquí las fuentes trinitarias de la salvación. Todo procede del Padre, por el Hijo y el don del Espíritu Santo. Y todo vuelve al Padre por el Hijo y en el Espíritu Santo, haciendo a los hombres partícipes de la vida y comunión de Dios (LG 2-4). Dentro de esta perspectiva trinitaria de la salvación, Trinidad «inmanente» (el misterio trinitario en sí mismo) y Trinidad «económica» (el misterio trinitario participado) son la misma realidad (K. Rahner).
Partiendo de esta identidad, la teología actual presta especial atención al misterio trinitario en la vida cristiana, tratando de enraizarla en las fuentes mismas de la fe. Es el compendio de la fe, recibida en el bautismo «en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Por el bautismo, el hombre recibe una participación en la vida y en la comunidad de Dios, que, lleno de su Espíritu, se hace hijo de Dios Padre. Por eso, San Pablo resume el misterio trinitario de Dios como saludo de entrada en la celebración de la Eucaristía (2Cor 13,13), que la liturgia de la Iglesia ha hecho suyo.
Desde esta perspectiva concreta, que es la comprensión trinitaria y pneumatológica de la vida cristiana, tratamos de acercarnos a la experiencia de Teresa. El misterio trinitario es fuente y culmen del itinerario espiritual de Teresa de Jesús. Su descubrimiento, por vía de experiencia (1571), supuso un cambio de rumbo en su vida. Hasta entonces Teresa había vivido el misterio de Dios, a la luz de su presencia por gracia y de su manifestación en la persona de Cristo. Ahora se le descubre como presencia trinitaria de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Su experiencia trinitaria no se circunscribe al misterio en sí mismo considerado (Trinidad «inmanente»), sino que comprende también la actuación de este misterio en la historia de salvación (Trinidad «económica»). En el pensamiento de la Santa las dos perspectivas aparecen íntimamente unidas.
La primera constatación que se desprende de una lectura de los textos es el realismo y la fuerza con que se halla afirmada esta verdad central de la fe. Es ésta también la primera aportación a la vida cristiana y a la misma soteriología, necesitada de una reflexión trinitario-pneumatológica.
2. Experiencia del misterio: Relato autobiográfico
Cuando Teresa escribe el libro de la Vida (1565), no había llegado todavía a descubrir el misterio trinitario. Lo conoce por la fe, no por experiencia. Pero es una fe tan viva, que está dispuesta a defenderla en cualquier disputa teológica: «Se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado el misterio de la Santísima Trinidad y de otras cosas subidas, que no hay teólogo con quien no se atreviese a disputar la verdad de estas grandezas» (V 27,9).
Su primera experiencia del misterio data de 1571. A partir de esta fecha, la experiencia se intensifica, como testimonia el relato de las Relaciones. Un estudio clarificador de los textos exige distinguir entre los relatos de su experiencia trinitaria, consignados en sus Relaciones y la sistematización de esa experiencia en Moradas. Las primeras representan una visión del misterio trinitario, caracterizada por su inmediatez y viveza. Aparece, además, abierta a los datos esenciales de la revelación, en los que se inspira la teología trinitaria actual. Por el contrario, en las segundas, aparece una visión más sistematizada y filtrada por las categorías teológicas de la época. Y aun, dentro del relato mismo, hay que distinguir entre lo que es simple relato de la experiencia y la explicación que ella intenta dar. Fijados estos criterios, creemos que se puede avanzar en una interpretación pneumatológica de la experiencia teresiana.
Desde la primera experiencia trinitaria, mayo de 1571, Teresa percibe con nitidez el misterio trinitario como unidad de Dios y Trinidad de personas (contenido dogmático), pero su experiencia se concentra en la distinción de las personas divinas y en la función que cada una de ellas desempeña en la vida espiritual y en la historia de la redención. Para mejor destacarlo, subrayamos las expresiones más significativas de sus textos:
«El martes después de la Ascensión…, comenzó a inflamarse mi alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente a toda la Santísima Trinidad en visión intelectual, adonde entendió mi alma por cierta manera de representación, como figura de la verdad, para que lo pudiese entender mi torpeza, cómo es Dios trino y uno; y así me parecía hablarme todas tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente, diciéndome que desde este día vería mejoría en mí en tres cosas, que cada una de estas Personas me hacían merced: la una en la caridad y en padecer con contento, en sentir una caridad con encendimiento en el alma. Entendí aquellas palabras que dice el Señor: que estarán con el alma que está en gracia las tres divinas Personas, porque las veía dentro de mí por la manera dicha… Parece quedaron en mi alma tan imprimidas aquellas tres Personas que vi, siendo un solo Dios, que a durar así imposible sería dejar de estar recogida con tan divina compañía» (R 16).
En parecidos términos se expresa en una Relación del mismo año, 30 de junio de 1571:
«Esta presencia de las tres Personas que dije al principio, he traído hasta hoy que es día de la Conmemoración de San Pablo presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo siempre, parece me hacía algún impedimento ver tres Personas, aunque entiendo es un solo Dios, y díjome hoy el Señor, pensando yo en esto: que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo; que entendiese que eran muy diferentes, y que era capaz el alma para gozar mucho. Parecióme se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas. También entendí: «No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí». Parecíame que de dentro de mi alma que estaban y vía yo estas tres Personas se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo (R 18).
Una Relación posterior, escrita hacia 1572, compendía con exactitud y hondura la experiencia teresiana del misterio trinitario. «En sustancia se trata de una visión de la Trinidad presente en el alma en la que se le representa y declara el misterio de la vida divina: tres Personas distintas, no como un cuerpo con tres rostros nota la Santa; existe entre ellas una perfectísima comunión de vida…, y tienen una perfecta unidad de acción» (J. Castellano, en Introducción a la lectura…, p. 161).
«Un día después de san Mateo, estando como suelo después que vi la visión de la Santísima Trinidad y cómo está con el alma que está en gracia, se me dio a entender muy claramente… Y ahora veo que de la misma manera lo he oído a letrados, y no lo he entendido como ahora, aunque siempre sin detenimiento lo creía, porque no he tenido tentaciones de la fe.
«A las personas ignorantes parécenos que las Personas de la Santísima Trinidad todas tres están como lo vemos pintado en una Persona, a manera de cuando se pinta en un cuerpo tres rostros; y ansí nos espanta tanto, que parece cosa imposible y que no hay quien ose pensar en ello, porque el entendimiento se embaraza y teme no quede dudoso de esta verdad y quita una gran ganancia.
«Lo que a mí se me representó, son tres Personas distintas, que cada una se puede mirar y hablar por sí. Y después he pensado que sólo el Hijo tomó carne humana, por donde se ve esta verdad. Estas Personas se aman y comunican y se conocen. Pues si cada una es por sí, ¿cómo decimos que todas tres son una esencia, y lo creemos, y es muy gran verdad y por ella moriría yo mil muertes? En todas tres Personas no hay más de un querer y un poder y un señorío, de manera que ninguna cosa puede una sin otra, sino que de cuantas criaturas hay es sólo un Criador. ¿Podría el Hijo criar una hormiga sin el Padre? No, que es todo un poder, y lo mismo el Espíritu Santo; así que es un solo Dios todopoderoso, y todas tres Personas una Majestad. ¿Podría uno amar al Padre sin querer al Hijo y al Espíritu Santo? No, sino quien contentare a la una de estas tres Personas divinas, contenta a todas tres, y quien la ofendiere, lo mismo. ¿Podrá el Padre estar sin el Hijo y sin el Espíritu Santo? No, porque es una esencia, y adonde está el uno están todas tres, que no se pueden dividir. ¿Pues cómo vemos que están divisos tres Personas, y cómo tomó carne humana el Hijo y no el Padre ni el Espíritu Santo? Esto no lo entendí yo; los teólogos lo saben…» (R 33).
3. Explicación del misterio trinitario: Elementos teológicos
De este simple relato de las experiencias trinitarias, cabe deducir algunas conclusiones. El elemento primordial, que aparece en primer plano, es la distinción de las personas: «Me parecía hablarme todas tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente» (R 16). Otro elemento importante es la relación personal con ellas: «Gozaba en sí y tenía las tres Personas» (R 18); se le representan las «tres Personas distintas, que cada una se puede mirar y hablar por sí» (R 33); «estas Personas se aman y comunican y se conocen» (ib). Esta relación personal se concreta en comunión de vida y de amor: «Cada una de estas Personas me hacían merced: la una en la caridad y en padecer con contento, en sentir una caridad con encendimiento en el alma» (R 16).
Juntamente con estas afirmaciones, que hablan de la distinción de personas, hay otras que hablan de la unidad: entendió «cómo es Dios trino y uno» (R 16); aunque veía tres personas, «entiendo es un solo Dios» (R 18); «no hay más de un querer y un poder y un señorío»; «un solo Dios todopoderoso, y todas tres Personas una Majestad» (R 33).
A partir de estas expresiones, algunos comentaristas concluyen que la experiencia trinitaria de la Santa no representa un ahondamiento nocional en el misterio. Son expresiones «transcritas del lenguaje usual de la teología, sin peso específico en su original experiencia constituyente… No hay una experiencia trinitaria tematizada conceptualmente» (O. González de Cardedal, en Actas, p. 849).
Esta interpretación, sin embargo, creemos que no responde al análisis detenido de los textos, ni a la progresión de la experiencia teresiana, que va del descubrimiento de la presencia de Dios y de la presencia de Cristo al descubrimiento de la presencia de la Santísima Trinidad, como una realidad que revoluciona su vida espiritual.
Ciertamente, el acento de la experiencia teresiana no hay que ponerlo en lo conceptual, sino en su fuerza expresiva y en la inmediatez con que percibe el misterio. Pero, al mismo tiempo, hay que decir que su experiencia está conceptualmente más próxima a la teología trinitaria actual, de inspiración bíblica, que a la teología de su tiempo, de inspiración escolástica. Esta explica la actividad trinitaria «ad extra» (creación, redención, santificación) como una actividad común a las tres divinas personas. Teresa acepta esta explicación no podía dar otra, al proclamar el principio de la unidad de acción de las personas, pero su experiencia es distinta; habla más bien de la diferenciación de su actividad salvífica, atestiguada por la Revelación.
De ahí, uno de sus interrogantes fundamentales, que deja sin respuesta: «¿Pues cómo vemos que están divisos tres Personas, y cómo tomó carne humana el Hijo y no el Padre ni el Espíritu Santo? Esto no lo entendí yo; los teólogos lo saben…» (R 33).
El interrogante de Teresa desborda el ámbito de la Trinidad «inmanente» y plantea el misterio en el marco de la Trinidad «económica». La respuesta, por tanto, hay que darla en el contexto de la historia de la salvación, que señalábamos al principio. Es, además, una invitación a reflexionar sobre el misterio no desde la simple especulación teológica, sino desde las categorías histórico-salvíficas de la revelación. Y es que no hay otro acceso a la Trinidad en sí más que a través de la su manifestación en la historia de la salvación.
Otro aspecto importante a destacar es la incidencia de este misterio en la fe cristiana, tal como se desprende de la experiencia teresiana. Esta capta esencialmente la comunión entre las divinas personas como comunicación de vida y de amor, en la que ella participa; es la merced que «cada una de estas Personas» le hacen (R 16). Este es el núcleo de la vida cristiana: es la vida de amor, que se nos da como participación del misterio trinitario, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, y que se concreta en la filiación adoptiva del Padre. Este es el fundamento de la esperanza cristiana, en medio de un mundo de muerte y de odio. Gracias a ella, sabemos que la realidad última y más profunda es vida y es amor, que se nos da por Jesucristo, en el Espíritu Santo. Por esta fe y por esta esperanza lucha Teresa de Jesús.
BIBL. O. González de Cardedal, Realidad y experiencia de Dios en Santa Teresa: Contenidos específicos de esa experiencia teologal, en «Actas del Congreso Internacional Teresiano» II, Salamanca 1983, pp. 835-881; Ciro García, Experiencia trinitaria y pneumatológica en Santa Teresa de Jesús: lectura teológica, en «Burgense» 39 (1998), 375-396; J. C. Garrido, Experiencia teresiana de la vida de gracia, en «MteCarm.» 75 (1967), 345-391.
Ciro García