Carmelita de la provincia de Castilla. Su nombre: Alonso Hernández o Fernández. En el epistolario de la Santa, aparece con el criptónimo de ‘Perucho’. Nacido probablemente en Valdemoro (Madrid) hacia 1524/1525, ingresa muy joven en la orden y profesa hacia 1539/1540 en el convento de Toledo. En 1548 es conventual en el convento de ‘Los Valles’ (Burgos) y sucesivamente ejerce cargos de responsabilidad: fundador y primer prior del convento de Valderas (1566), confirmado en el cargo el año 1567 en el Capítulo Provincial presidido por Rubeo. Es a la vez Definidor Provincial. Parece ser él quien dé el relevo al P. Antonio de Heredia como vicario de Medina del Campo, cuando éste renuncie a su cargo prioral para encaminarse a Duruelo. Prior del Carmen de Avila en 1574-1576. Reelegido para el cargo este mismo año, pero le es aceptada la renuncia (RR, 247). En 1577 se le encomienda la fundación de un convento en su pueblo natal Valdemoro, si bien ésta no se logrará hasta 1589. En el epistolario teresiano aparecerá como vicario de Medina del Campo en 1578 (cta a Gracián: 19.8.1578, n. 4). Todavía en 1579 es designado prior de San Pablo de la Moraleja. Cuenta con un hermano carmelita, no muy afortunado, y con un primo, el maestro Córdoba, también carmelita. Pero cuenta sobre todo con el aprecio del Provincial Angel de Salazar y del General Rubeo.
A pesar de su bien merecido prestigio, Valdemoro entra con mal pie en el epistolario teresiano, por haber sido él quien, siendo prior del Carmen de Avila, apresa y lleva desterrado a Medina a fray Juan de la Cruz y a su compañero de tarea en La Encarnación, a finales de 1575, mientras la Santa está en Sevilla. A primeros de enero de 1576 se lo referirá ella, dolorida, al General de la Orden, lamentando que Valdemoro goce del favor del Provincial Angel de Salazar: ‘como es prior de Avila, quitó los descalzos de La Encarnación con harto gran escándalo del pueblo, y así trae aquellas monjas…, que es lástima el gran desasosiego que traen’ (carta a Rubeo, enero de 1576, n. 16). Los otros achaques que indispondrán a la Santa respecto de él son sus intentos de amistad, que ella cree fingidos (‘tengo sospecha que amistad para hacernos bien… no la tendrá’: cta a Gracián, del 21.10.1576, n. 9; y cta del 3.11.1576, n. 1); sus tanteos para introducir entre los descalzos a su propio hermano, expulsado de la Orden (ctas 144,1; y 145,3, en que la Santa usa fina ironía respecto del buen ‘Perucho’). Todavía se enojará con él T a causa de su intervención en la famosa ‘elección machucada’ de la Encarnación y las subsiguientes censuras de las monjas carmelitas: él y el Provincial ‘no han hecho sino hacer diligencias y amenazarlas’ (cta a R. de Huerta, del 12-3-1578, n. 2). ‘Muertas de miedo de él’ están por esas fechas las carmelitas de Medina, donde Valdemoro es Vicario (cta a Gracián, del 19.8.1578, n. 4). A todo ello se debe la imagen negativa que este hombre ha proyectado sobre las biografias de T y de Juan de la Cruz.
BIBL. Pablo Garrido, Interpretaciones erróneas de algunos textos teresianos, MteCarm, 1997.