Hijo de Juan de Zúñiga, conde de Miranda y comendador mayor de Castilla. Embajador de Felipe II en Roma ante Pío V. Intervino en la preparación de la Liga contra el Turco. Posteriormente ocupó altos puestos, como Virrey de Nápoles (1579ss), ministro y consejero del rey, etc. Murió en 1583. En las cartas de la Santa, él es ‘el embajador’. A él recurre por mediación de su amiga Luisa de la Cerda, en momentos críticos, ante las primeras dificultades graves de su obra de fundadora. Ideó entonces el proyecto de apoyarse en el embajador romano para llegar al Papa mismo. Propone su plan, primero al italiano Ambrosio Mariano, residente en la corte de Madrid; luego, al P. Gracián. Según ella, el doctor Velázquez, con quien se confiesa en Toledo ‘no puede sufrir que no se funden monasterios de monjas [carmelitas], y hame mandado por vía de la señora Dª Luisa, [que] por vía del embajador se alcance del General, y si no del Papa. Dice que le digan que [los Carmelos] son espejos de España, que él se dará traza’ (cta 161,3: de 12.12.1576; es el momento en que se le han intimado las decisiones del Capítulo general de Piacenza). Repite el mismo plan en carta a Gracián (162,6): es Dª Luisa quien tiene que escribir al embajador ‘para que lo alcance del general… y si él [el general] no lo diere, lo pidan al papa’. Era ya Papa Gregorio XIII. No sabemos por qué conducto haría llegar T alguna de sus cartas (hoy perdidas) al Papa San Pío V (cf BMC 19,494), ante el que también había sido embajador Zúñiga. Efectivamente, en tiempo de san Pío V (1570), Zúñiga había tenido que enfrentarse con el famoso franciscano Alonso de Maldonado, a quien juzgaba ‘loco de atar’. Cf J. I. Tellechea Idígoras, El Papado y Felipe II, tomo 1, pp. 192.207…
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