El presente opúsculo fue escrito en Toledo hacia el verano de 1576 por orden del P. Gracián. «Escribió a mi instancia –refiere éste– unos avisos que ha de guardar el prelado que quisiere hacer fruto en las monjas descalzas con sus visitas, por donde yo me guié todo el tiempo que me duró el oficio».
Comenzado por la Autora con la acostumbrada repugnancia (n. 1), fue luego de su pleno agrado. El destinatario lo acogió con veneración, lo leyó y practicó, e incluso lo retocó y anotó moderadamente, pero sin llegar a editarlo. Cupo esta suerte a uno de sus más ilustres adversarios. El 3 de octubre de 1612 la Consulta, órgano supremo de la Reforma teresiana, decretaba su edición. Entre tanto, el autógrafo había sido discretamente requisado por Felipe II para su Biblioteca de El Escorial, gracias a los servicios del P. Doria. En junio de 1592, escribía éste una interesante carta al Dr. Sobrino, profesor de la Universidad de Valladolid:
«Su Majestad desea poner en San Lorenzo el Real los libros originales de la buena Madre Teresa de Jesús, y nuestra religión ha holgado mucho de ello. Y porque vuestra merced tiene dos de ellos [Fundaciones y Modo de visitar], háseme mandado escribir a vuestra merced sea servido de mandarlos entregar a la persona que el muy R. P. fray Diego de Yepes, prior de San Lorenzo, señalare, para que se consiga el intento de Su Majestad y estén los libros guardados donde tan bien y con tanta honra de la buena Madre se guardarán. Lo cual por lo que vuestra merced la quiso y quiere entiendo le será de mucho contento... De Madrid, a 3 de junio de 1592».
Poco después, el 18 de agosto del mismo año, los dos autógrafos eran entregados oficialmente a la Biblioteca Regia. Allí fue «descubierto» nuestro librito por el más famoso discípulo de Doria, Alonso de Jesús María: «Tuvo por muy conveniente –dice en la carta prólogo de la edición príncipe–, el hacer imprimir este breve tratado de las visitas, que yo hallé en El Escorial entre los originales que allí tiene el Rey nuestro Señor guardados, de la mano de nuestra Santa Madre». En 1613 salía a la luz impreso por Alonso Martín de Madrid en un tomito de bolsillo (100x70 mm.) de 43 folios, con flamante introducción del Padre Alonso. Todavía vivía Gracián. Pero no solo fue evitado su nombre, sino que fueron hábilmente manipuladas las alusiones a su persona (nn. 45 y 49) y suprimida la carta-epílogo a él dirigida (nn. 54-55). Pese a la presencia del autógrafo, todo el texto fue sometido a una estudiada revisión de matices (nn. 20, 27...). Solo a mediados del siglo siguiente intentaron los críticos hacer justicia a Gracián y a la Santa. Pero la depuración del texto no llegó a realizarse hasta la edición crítica del P. Silverio (Burgos 1919, tomo VI de la Biblioteca Mística Carmelitana). En 1883, F. Herrero Bayona había publicado en Valladolid la reproducción fotolitográfica del autógrafo, junto con la primera redacción del Camino de Perfección. Como de ordinario, la Autora no dio título alguno a su escrito. «Unos avisos» les llamó sencillamente Gracián. Sobre la guarda anterior del autógrafo escribió una mano tardía:
«Modo de visitar los conventos de religiosas escrito por la Santa Madre Teresa de Jesús, por mandado de su superior provincial, fray Gerónimo Gracián de la Madre de Dios». Título que coincide casi materialmente con el de la edición principe, y que ha sido mantenido comúnmente por los editores. El contenido del libro es un sartal de sugerencias, brindadas con fragante sencillez y exquisita finura a los Visitadores de los Carmelos. Páginas de nítida trasparencia y soberana eficacia. Nada de aleteos místicos ni trasnochado embeleso monjil. Espontaneidad franca y puro sentido común; penetración psicológica y potente realismo. La santa Fundadora quiere mano firme en el mando, un superior que sea «cabeza» de sus súbditas, que no «blandee», pero comprensivo, con visión certera y criterio cortado a la medida. Tales son los valores sustanciales de esta obrita. Ya Gracián sentenció: «De esta manera de proceder escribió divinamente la Madre en el tratado que digo».
Desde el punto de vista carmelítano merece la pena destacar otro valor: estas pocas páginas revelan mejor que ningún otro escrito teresiano la concepción unitaria que la Santa tuvo de las dos ramas de su Reforma y lo que ella esperaba –o exigía– de los Superiores Descalzos para los Carmelos de sus monjas. La presente edición reproduce directamente el texto autógrafo con los normales complementos de puntuación, numeración de párrafos y modernización ortográfica.
Jhs
[1]Confieso lo primero la imperfección que he tenido en comenzar esto en lo que toca a la obediencia, que con desear yo más que ninguna cosa tener esta virtud, me ha sido grandísima mortificación y hecho gran repugnancia.
Plega a nuestro Señor acierte a decir algo, que solo confío en su misericordia y en la humildad de quien me lo ha mandado escribir, que por ella hará Dios como poderoso y no mirará a mí.
[2]Aunque parezca cosa no conveniente comenzar por lo temporal, me ha parecido que para que lo espiritual ande siempre en aumento es importantísimo, aunque en monasterios de pobreza no lo parece; mas en todas partes es menester haber concierto y tener cuenta con el gobierno y concierto de todo.
[3]Presupuesto primero que al prelado le conviene grandísimamente