La Vida de Santa Teresa escrita de su misma mano es una autobiografía introspectiva. En la historia de la literatura religiosa tiene su mejor antecedente en las Confesiones de san Agustín. Y un coetáneo en la Autobiografía de san Ignacio de Loyola. Si bien La Vida profundamente diversa de ambos.
La necesidad de introspección y de contar por escrito la propia vida surgió en Teresa sobre el rescoldo de su experiencia religiosa profunda como exigencia inmediata de las gracias místicas que le inundan el alma por los años 1555-1560, cuando ella oscila entre los 40 y 45 de edad. Lo insólito de esas experiencias y la imparable crecida de las mismas puso a la carmelita en la precisión de examinarlas para entenderlas y discernirlas. La hizo recurrir a teólogos asesores que la ayudasen en la tarea discernidora. Y de estos recibió la orden de ponerlas por escrito para dictaminar sobre su procedencia. A partir de ese momento, la mirada introspectiva y autoescrutadora acompañará a Teresa hasta el fin de sus días. Puesta a escribir, hace un primer esfuerzo fallido: esas sus experiencias son refractarias a la pluma, irreductibles a un pobre relato en vocablos profanos. Teresa misma confesará más tarde la causa de esa impotencia: ella había recibido la «merced» mística de la experiencia de Dios; pero aún no se le había concedido la gracia de entenderla, y menos aún la de expresarla y comunicarla.
Solo en un segundo momento pudo extender una breve «relación» de su drama interior. A ese primer esbozo –hoy perdido– siguieron pronto otro y otro (Relaciones 1.ª y 2.ª, escritas en 1560 y 1561). Con ellas, Teresa había superado la barrera de lo inefable místico. Y en el reposo del palacio toledano de doña Luisa de la Cerda, logra escribir por fin el libro. Lo termina en la primavera de 1562.
Ese mismo año estrena en Ávila el convento de San José, y en el remanso del nuevo Carmelo redacta de nuevo el libro, con la intención expresa de enviarlo a san Juan de Ávila. Termina la nueva redacción a finales de 1565, y tres años después obtiene el visto bueno del santo, que le devuelve el manuscrito desde Montilla. Será esta la única redacción que llegue hasta nosotros.
EL CONTENIDO DEL LIBRO: ¿RELATO O LECCIÓN?
Ambas cosas: relato y lección espiritual se van entrecruzando en el libro. Teresa cuenta su vida, pero no se limita a desgranar episodios. La suya es una narración con tesis. Es esta la que da hondura y unidad a lo relatado. Su vida tiene sentido porque Dios se hace presente en ella, hasta convertirse en el verdadero protagonista de lo vivido y relatado. La narración autobiográfica se despliega en varios planos sobrepuestos. Comienza con una serie de capítulos (del 1 al 9) que cuentan la lucha de Teresa por abrirse paso en la vida. Desde el marco externo del hogar, hasta las crisis de su vida interior y la lucha por superarlas. A partir del capítulo 10, interrumpe el relato para intercalar un tratadillo doctrinal, no narrativo. Reanuda la exposición autobiográfica en el capítulo 23. Pero ahora la desplaza a un plano interior profundo: su vida mística, tupida de insólitos sucesos: cc. 23-31. Sigue un tercer plano, en que cuenta el desbordamiento de sus gracias místicas a favor de una empresa inesperada: la fundación del Carmelo de San José: cc. 32-36. Y por fin, última mirada al paisaje de sus gracias místicas, las recibidas en el remanso del nuevo Carmelo: cc. 37-40. La tesis de soporte fluye a lo largo de la narración, pero se condensa y desarrolla en los capítulos intercalados antes del relato de sus gracias místicas: cc. 11-21. En ellos expone cuatro grados de oración, que marcan los hitos y el sentido de su vida, y la progresiva irrupción de Dios en ella.
LA EDICIÓN
En vida de la Santa, el autógrafo de Vida fue secuestrado por la Inquisición (1575), que lo retuvo hasta que, muerta la autora, se proyectó editarlo. Recuperado entonces el manuscrito original, de él se sirvió fray Luis de León para publicar la obra en Salamanca: 1588. En la actualidad el autógrafo de Vida se custodia en la Biblioteca del Escorial, con el título (no autógrafo): La Vida de la Madre Teresa de Jesús escrita de su misma mano, con una aprobación del P. Maestro fr. Domingo Báñez su confesor y cathedrático de prima en Salamanca. De él nos hemos servido para revisar el texto, que en nuestra edición queda adaptado a la ortografía y fonética modernas.
JHS
[1] Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo. Mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. Y por esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos quien este discurso de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado santo de los que se tornaron a Dios con quien me consolar. Porque considero que, después que el Señor los llamaba, no le tornaban a ofender. Yo no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía estudio a resistir las mercedes que Su Majestad me hacía, como quien se veía obligar a servir más y entendía de sí no podía pagar lo menos de lo que debía.
[2] Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo mi corazón suplico me dé gracia para que con toda claridad y verdad yo haga esta relación que mis confesores me mandan (y aun el Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he atrevido) y que sea para gloria y alabanza suya y para que de aquí adelante, conociéndome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para que pueda servir algo de lo que debo al Señor, a quien siempre alaben todas las cosas, amén.