1. La gesta de Duruelo, primer convento de Descalzos, se debe ante todo a fray Juan de la Cruz. Con todo, no es la gestión de éste lo que tratamos aquí. Nos interesa únicamente la intervención y aportación de la Santa, teniendo en cuenta que su condición de mujer limitaba sus posibilidades de acción en la promoción de un convento de monjes. Todo el episodio, tanto el proyecto como la ejecución, lo relata ella en su Libro de las Fundaciones (cc. 2 y 13-14). Desafortunadamente, no nos ha llegado ninguna de sus cartas a los pioneros de Duruelo (cf únicamente la cta 13: septiembre de 1568).
2. La iniciativa teresiana. La idea original de fundar descalzos se debe a la Santa y al Obispo don Álvaro de Mendoza. Surge en el recién fundado Carmelo de San José, como un duplicado de éste. Lo idea la Santa en función de la asistencia espiritual a las trece carmelitas pioneras, por si se hacían [más] monasterios de monjas (Fund 2,5). Y, según ella, es el Obispo don Álvaro quien lo propone al Padre General, Rubeo, durante la estancia de éste en la ciudad. Pero la propuesta no es aceptada: Él [Rubeo] lo quisiera hacer, mas halló contradicción en la Orden.Y, como a Teresa la idea le sigue bullendo en la cabeza, se lo reitera por escrito al Padre General en los primeros días de agosto de 1567, suplicándoselo lo mejor que yo supe, dando razones, si bien el Padre General estaba bien fuera de ello (Fund 2,5; 13,6).
3. En cambio Rubeo responde enseguida (10 de agosto) con una carta preciosa. Aprueba lo proyectado y en buena parte se apropia la idea. Somete su ejecución a los dos superiores provinciales, el actual y el precedente. Y a la vez extiende un programa lineal para los dos conventos licitados: serán y se llamarán carmelitas contemplativos, vivirán con toda reformación y vida regular, consagrados al culto divino, haciendo oraciones y meditaciones y otros ejercicios espirituales, así como ayudando a los prójimos cuando se ofreciere (MHCT 1, 69-70). El documento de Rubeo va dirigido a dichos Provinciales. No menciona para nada a la Madre Teresa. Pero pronto llega a sus manos: Desde allí (Barcelona) me envió licencia para que se fundasen dos monasterios (Fund 2,5). Y ella obtiene rápidamente el indispensable permiso de los superiores de Castilla.
4. Selección y preparación de los fundadores. En Medina, donde ha recibido la patente del General, Teresa conquista enseguida a los dos primeros candidatos: el prior del Carmen, Antonio Heredia, y el joven fray Juan de Santo Matía, futuro fray Juan de la Cruz. Rápidamente los cotiza a los dos: alta estima del primero aunque no estaba muy satisfecha de él. En cambio, fray Juan desde el primer momento contentóme mucho. Al primero le propone ejercitarse algún tiempo en las cosas que había de prometer. No así a fray Juan de la Cruz. Lo lleva consigo a que conozca de cerca la vida de las carmelitas en la fundación de Valladolid. Y, mientras comprueba y admira sus virtudes, lo informa de toda nuestra manera de proceder, para que llevase [a Duruelo] bien aprendidas todas las cosas, así de mortificación, como del estilo de hermandad y recreación que llevamos juntas. Y recalca que lo importante es que lleve bien aprendido el estilo del proceder de las hermanas (ib 13,5).
En la mente de Teresa, el estilo del proceder es precisamente el punto de conexión entre los dos grupos. Con clara conciencia de que los descalzos tienen que aprenderlo de las carmelitas, sobre el dato de fondo de que unos y otras se basan en la mismaRegla: si se hacían monasterios de monjas, que hubiese frailes de la misma Regla.
5. El lugarcillo de Duruelo. Teresa lo visita personalmente dos veces, aunque sin designarlo por su nombre sino como 'un lugarcillo de harto pocos vecinos'. Tan perdido en la lejanía, que a ella y a sus dos compañeros de viaje les cuesta una larga y tortuosa jornada localizarlo en un día bochornoso de junio de 1568. En Duruelo dispone ya de una alquería que le ha regalado el caballero abulense Rafael Mejía. Llega a ella acompañada de una carmelita de San José y del capellán Julián de Ávila. Los dos quedan casi aterrados ante el proyecto de convertir en monasterio la misérrima alquería. Teresa, en cambio, la acepta y hace de tracista intuitiva: Yo consideré que en el portal se podía hacer iglesia, y en el desván coro, y dormir en la cámara (ib 13,3).
6. Prosigue viaje de Duruelo a Medina, donde propone a los dos candidatos la dura realidad a que se enfrentan. Y de nuevo da su valoración de fray Juan: aunque es chico, entiendo es grande en los ojos de Dios Es cuerdo y propio para nuestro modo, y así creo le ha llamado nuestro Señor para esto (cta 13,2).
7. Una segunda visita a Duruelo la hace ella a los tres meses de la fundación. Erigida ésta el 28 de noviembre de 1568, la nueva visita se la hace la Santa a finales de febrero, todavía pleno invierno. Para esa fecha, ya Rubeo se ha congratulado con la priora de Medina por la fundación: «deseo entender estén acabados los dos monasterios de carmelitas contemplativos para servir las sus casas» (cta del 8.1.1569). En su visita, Teresa se percata de la enorme dureza de la vida religiosa recién estrenada en la alquería, las dos ermitillas en sendos rincones, la nieve sobre los hábitos al amanecer, el bien que hacen en las aldeas del entorno: quedéme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí Entendí de la manera que vivían No me hartaba de dar gracias a nuestro Señor, con un gozo interior grandísimo, por parecerme que veía comenzado un principio para gran aprovechamiento de nuestra Orden (Fund 14,11).
8. ¿Reviven en Duruelo las Constituciones de la Madre Teresa? Es difícil precisar qué estatutos regularon la vida de aquellos primeros descalzos. Según el proyecto inicial de la Santa,debían regirse por la misma Regla primera adoptada para los monasterios de sus monjas (Fund 2,5). Luego, al otorgar Rubeo la licencia de fundación, prescribió expresamente que los futuros Carmelitas contemplativos vivieran 'según las Constituciones antiguas'. Sin ulteriores puntualizaciones. Ignoramos si esa orden tuvo efecto. En cambio, el hecho más relevante es que a Duruelo llegaron las Constituciones de las monjas de San José, al menos como punto de referencia para organizar la vida. Uno de los dos pioneros, probablemente Antonio Heredia, transcribió casi por entero el texto de las Constituciones teresianas, remodelándolo, pasándolo del femenino al masculino y adaptándolo a las exigencias de la propia comunidad clerical. El nuevo borrador, improvisado y lleno de tachas y titubeos, llegó a manos del Padre General en Roma, donde todavía se conserva. No sabemos si estuvo vigente en la alquería de Duruelo. Pero es altamente indicial el hecho de que sus primitivos moradores, no sólo hayan conectado con la legislación establecida para el Carmelo de San José, sino que la hayan transcrito y reelaborado con miras a la posible adopción de su texto.
Con ello, nuevamente conectaba Duruelo con el primerísimo ideal teresiano. No sólo, sino que adquiría una neta condición gemelar con el Carmelo de San José.
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