1. El carisma de Teresa fundadora no queda confinado en su persona, ni tampoco se reduce a la erección de una serie de Carmelos y al consiguiente liderazgo ejercido al frente de ellos. Mucho más importante y decisivo es el espíritu que ella les trasmite: el ideario, los objetivos, el estilo de vida. Valores germinalmente presentes ya en la primera fundación, pero que fueron definiéndose y evolucionando progresivamente en la experiencia de la fundadora, en los contrastes y las alternativas adversas, a medida que Teresa lo va repensando y formulando en sus libros y en el carteo cotidiano, así como también en la legislación y vida del grupo o en los documentos oficiales que van sancionando la marcha de su obra.
2. En el ideario teresiano respecto del nuevo Carmelo destaca desde el principio una doble orientación: de un lado, la mirada retrospectiva hacia el primigenio Carmelo de los orígenes: lejos de adoptar una actitud de rotura con la Encarnación o con las raíces carmelitanas, ella mantiene intactas las relaciones con su comunidad de origen (numeroso trasvase de personas), y afirma insistentemente su voluntad de empalme con la vieja tradición espiritual carmelitana, el regreso a la Regla primitiva, el doble modelo de la Virgen María y del profeta Elías, la vida ermitaña de los antiguos moradores de la Montaña bíblica (de esta casta venimos) etc. Y del otro lado, el sentido de actualización y novedad: expresa voluntad de inserción en la Iglesia de su tiempo y trasvase de la propia experiencia religiosa o espiritual al grupo de seguidoras/es.
3. En la orientación retrospectiva, prevalece la voluntad de empalme con los orígenes (como en cualquiera de las reformas religiosas de su tiempo, o como en el humanismo de los artistas renacentistas siempre con la mirada puesta en los modelos clásicos, greco-latinos). En la Regla primitiva destaca el ideal de la pobreza evangélica sin reducciones, la consigna básica de la oración continua 'die ac nocte': - dice la primera Regla nuestra que oremos sin cesar (C 4,2), la soledad ermitaña concretada por ella en la clausura comunitaria y en la celda personal, incluso en la construcción de ermitas diseminadas por la huerta para un posible mayor retiro (entre ellas, una del Monte Carmelo: cf Rel 20): el estilo que pretendemos llevar es de no sólo ser monjas sino ermitañas (C 13,6). Pero no concibe la soledad como fuga al desierto: ella funda siempre en ámbito urbano y dentro de él crea el oasis comunitario.
4. Tanto o más que esa voluntad de arraigo en el pasado, en el ideario de Teresa prevalece la voluntad de inserción en el presente, Iglesia y sociedad. Destaca, sobre todo, la idea de servicio eclesial. Acuña para su primer Carmelo la fusión de contemplación y apostolado: estase ardiendo el mundo ponen su Iglesia por el suelo, y ¿hemos de gastar el tiempo en cosas baladíes? No, hermanas, no (primera página del Camino). El primer modo de servir a la Iglesia es ser tales que valgan nuestras oraciones, convencida de que encerradas, peleamos, estrechamente solidarias con los capitanes que la defienden (letrados, predicadores, sacerdotes). En las primeras páginas del Camino llega a idear el Carmelo en función de estrategia espiritual, necesaria en la coyuntura presente de la Iglesia (cf todo el texto de C 3,1). Igualmente, su idea de fundar los descalzos arrancará de la comprensión de lo que ocurre en América, los millones de almas que allí se perdían Y de nuevo interviene la moción carismática: espera un poco, hija, y verás grandes cosas (Fund 1).
5. Pero lo que prima en esta segunda orientación es la presión que ejerce en Teresa misma la propia experiencia de Dios y de Cristo. Presión que, a su vez, alcanza desde Teresa al grupo. Toda la actividad fundadora de ella se desarrolla en el período de intensas experiencias místicas. Desbordantes de suerteque el alma de Teresa es como una pila a tope de experiencia de Cristo y de urgencias eclesiales. Necesita transmitirlas como ideal y como vida a las venas del Carmelo. Ella misma empatiza con sus seguidoras. Es ésa la experiencia dinámica transmitida en sus escritos. Teresa escribe para engolosinar o para empatizar con los lectores. Fuente de empatía es sencillamente su experiencia de Dios. Para sus monjas escribe expresamente el Castillo Interior, no sólo las primeras moradas sino las sextas y séptimas como les advierte en el epílogo de la obra. De suerte que cuando sobrevengan en su Carmelo momentos de crisis, serán sus escritos la fuerza liberadora. Ellos serán igualmente el vector del movimiento teresiano a través de los siglos. Sin una referencia viva a Teresa de Jesús, a su experiencia, a su historia de salvación, a su obra escrita, serían ininteligibles su obra fundadora, el ideal y el carisma de su Carmelo. (cf el breve texto de Fund 1,6 a propósito de la intensidad con que se vive el nuevo ideal en el Carmelo de San José).
6. La codificación elemental de la vida en sus Carmelos, la realizó ella en el breve texto de las Constituciones. Redactadas originalmente en el quinquenio primerizo de San José de Ávila, fueron retocadas ampliamente en la postrera redacción de Alcalá (1581: éstas últimas reelaboradas por Gracián y los capitulares a base de numerosas sugerencias de la propia Santa en el carteo de aquellos días y de hecho aceptadas y difundidas por ella). En esa redacción primera, aparte otros numerosos detalles, el texto, de índole legal, acentúa expresamente una de las componentes de su ideal, la que podríamos designar como humanismo teresiano en la vida religiosa: alta valoración de la persona, normativa de dos horas de recreación al día (casi en paralelo con las dos horas de oración mental: ya en Camino había insistido en las virtudes humanas: cuanto más santas, más conversables con vuestras hermanas), intercomunión de personas y de comunidades, prescripción del trabajo personal, lectura como alimento del alma, selección de vocaciones, ejercicio de la autoridad por amor El texto redactado por la Santa no incluía los capítulos 'de culpas y penas', que más tarde la obligaron a insertar y que ella se limitó a copiar materialmente de un texto anterior.7. Esas líneas maestras Teresa las pensó y trazó para los Carmelos de sus monjas. El trasvase a los descalzos lo hizo inicialmente a través de fray Juan de la Cruz. Más tarde, proponiendo también la figura modélica de Gracián. A fray Juan de la Cruz, experto en oración y contemplación, le propone el estilo de hermandad y recreación vigente en el grupo (humanismo). Y para el estreno de Duruelo, le consigna las Constituciones primerizas de las monjas, que los pioneros descalzos transcribirán casi literalmente adaptándolas a la propia comunidad de frailes sacerdotes. En la apreciación de la Santa, fray Juan es hombre celestial y divino, hombre de tanta gracia, acompañada de tanta humildad, es hombre santo con caudal para el martirio: él encarna el ideal teresiano entre los descalzos. De suerte que, para éstos, el carisma teresiano haya de ser leído y valorado a través de la persona y el estilo de fray Juan de la Cruz.
- En la Encarnación: Periodo de crisis y lucha
- La primera fundación: San José de Ávila
- La primera salida: El Carmelo de Medina
- Duruelo: primera fundación de descalzos
- Cinco fundaciones más, en Castilla y La Mancha: Malagón - Valladolid - Toledo - Salamanca y Alba de Tormes
- Teresa reanuda las fundaciones. último ciclo: Villanueva de la Jara - Palencia - Soria y Burgos
- El carisma del carmelo teresiano
- De Pastrana a Segovia: Teresa y la princesa de Éboli
- Fundaciones en Andalucía
- Cesan las fundaciones: Periodo de dura prueba