1. Aquella sociedad española del siglo de oro era osten-tosamente religiosa en sus estructuras, usanzas y sentimientos. Era normal que en ella la religiosidad popular se convirtiera en factor de formación envolvente. Quizás en Castilla algo más sobrio que en otras regiones de la nación. Así y todo, la religiosidad popular está presente en todos los niveles, con tendencia al desbordamiento y a la deformación. De niña, Teresa la respira en familia. Luego la vive con modalidades diferentes a lo largo de su vida religiosa, en contrapunto con la liturgia conventual. Y por fin, la incorpora, ya muy depurada, a su vida mística. De todo ese ambiente recogeremos sólo los aspectos que más directamente interfieren en la vida de la Santa. Anotaremos a la vez alguno de sus rebordes negativos, de talante supersticioso.
2. En la ciudad de Ávila las manifestaciones de religiosidad popular están estrechamente vinculadas a la estructura y a la vida misma de la población: numerosos templos dedicados a los santos, cerco de ermitas extramuros de la ciudad, un humilladeroen cada puerta de la muralla para orar a la salida y dar gracias a la vuelta de cada viaje (aún quedan los 'Cuatro Postes'), procesiones y peregrinaciones, candelas encendidas, cruces, exvotos y conjuros, recurso al agua bendita, etc. Los posibles y frecuentes excesos populares han sido puestos a raya por dos fuerzas reguladoras: el Concilio y los decretos inquisitoriales. El Concilio tridentino en uno de sus últimos decretos 'sobre la invocación, veneración y reliquias de los Santos y de las sagradas imágenes' (sesión 23: de 1563, que en el fondo apoya la religiosidad popular). Y el Indice de libros prohibidos de 1559, en que la Inquisición hace toda una serie de recortes y llamadas de atención sobre 'las imágenes truculentas' (omnes picturae), estampas de la muerte, prácticas de nigromancia (libros de nigromancia o para hacer cercos e invocaciones de los demonios), falsos Diurnales y Libros de Horas, y un sinfín de oraciones en vulgar ('oración de la emparedada', 'oración del Testamento de Cristo', 'oración del Conde', 'oración del Justo Juez', 'de santa Marina', etc: Indice, p. 46).
3. Teresa se inicia de niña en las prácticas de sana piedad popular que le inculca su madre (mis devociones, el rosario, ser devota de nuestra Señora ). Recuerda cómo al quedar huérfana se acoge a una imagen de la Virgen que le haga de madre Ya en la Encarnación se enrola en la vida y usos de la comunidad, en la que se practican fervorosamente procesiones como la del Corpus, y donde desde 1560 florece la Cofradía de Nuestra Señora de la Transfixión (que llegará a ser una gran devoción mariana de Teresa). Al recibir la noticia de la muerte o las heridas de sus hermanos en la batalla de Iñaquitos (Perú, 1546), Teresa peregrina al santuario de Guadalupe. El episodio más fuerte de todos ocurre en los años 1560-1562, cuando el rey Felipe II hace llegar al monasterio como a tantos otros la petición urgente de 'oraciones y procesiones' por la unidad de los cristianos y por la paz religiosa en Francia. La petición regia, prontamente secundada en la Encarnación, tendrá muy especial resonancia en los capítulos primeros del Camino de Perfección, y en el Carmelo de San José. Pero, por desgracia, poco antes (1531) la malentendida religiosidad popular ha jugado una mala pasada a las prácticas piadosas del monasterio. Es un incidente truculento. En Ávila, como en toda Castilla, está en boga la preocupaciónpor la propia vida de ultratumba. Uno de los acaudalados señores de la ciudad (sr. Robles), obsesionado por el seguro de su alma después de la muerte, hace al monasterio el legado de sus bienes, a condición de que se entierren sus restos en el presbiterio de la iglesia y ahí mismo, ante su tumba, las monjas del monasterio se turnen día y noche con una vela encendida en la mano rogando por su eterno descanso, «de tal manera que todavía y siempre jamás una monja esté orando y suplicando a Dios esto que dicho es » Todo ello tan absurdo como insoportable. Hasta que al ser elegida priora la MadreTeresa, logra la permuta.
4. El período biográfico más importante es, sin duda, el tercero: Teresa vive a fondo la experiencia mística, y en ella el misterio de Dios, la Humanidad de Cristo, la Eucaristía Pero a la vez sigue fiel a las prácticas de religiosidad popular: siembra de ermitas el nuevo Carmelo de San José, hace procesiones, incluso humorísticas, o con el 'Santo Cristo del Amor', cultiva a fondo la devoción a San José, cuando regresa de priora a la Encarnación entroniza a la Virgen en la silla prioral, entrena a las monjas en la práctica de 'volver lo profano a lo divino', llena de prácticas populares (coplas y danzas) la vida comunitaria en Navidades y fiestas, en el carromato de las fundaciones lleva siempre una imagen (de Cristo o de San José y la Virgen) que presida la expedición, visita el Santo Cristo de Burgos. Larga serie de bendiciones en su breviaro personal (bendición del 'agua de san Alberto', para el viaje, del Agnusdei, de la casa, de las uvas, los higos, el queso, el fuego, una nave, los niños ). Pero sin duda lo más llamativo en su experiencia mística es su devoción al agua bendita (Vida 31,4), y su entusiasmo por las imágenes religiosas (el 'retrato' de Cristo o de los Santos).
5. Hay en todo ello una nota discordante: el llamado 'demonismo'. La religiosidad popular de todo el siglo, lo mismo que la de épocas anteriores, adolecía de una constante tentación de demonismo. Era la afición a lo maravilloso o milagrero, pero a la inversa. Se vivía la firme credulidad de que la vida cristiana (la de todo hombre) sufría el acoso y constante acecho del diablo. De ahí las implacables persecuciones de las brujas. Y el uso y abuso de las prácticas superstitiosas. (Ya de joven asegura Teresa que no incurre en ellas: nunca fui amiga de otras devociones quehacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no podía sufrir -Vida 6,6; de devociones a bobas nos libre Dios! - ib 13,16). Pero también ella es víctima de esa superstición popular. Se la agravan los letrados (teólogos!) precisamente en el período de su experiencia mística. Le inculcan que lo suyo es 'mal espíritu'. Insistente y penosísimamente. Hasta el extremo de que si bien a ella le resulta imposible creerlo acepta practicar groseramente las higas, que sirven para ahuyentar al diablo! De hecho, durante años, Teresa hubo de batirse entre dos extremos: miedo cerval a ser víctima del diablo, como le dicen; y, por otro lado, absoluta convicción de la nulidad e impotencia del maligno: no se me da más de ellos (de los demonios) que de moscas, convencida de que me habían miedo ellos a mí, no les he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí Parécenme tan cobardes Y ¡una higa para todos los demonios! (Vida 25,20). Pero el hecho es que Teresa sigue experimentando su presencia ocasional en determinados momentos de su vida.
6. Lo más relevante en todo ello es la conjunción de la religiosidad popular con la experiencia mística: Teresa experimenta, día a día, la 'grandísima hermosura del rostro de Cristo', vive en teopatía trinitaria etc., y sin embargo en la práctica cotidiana y comunitaria le resultan casi indispensables las imágenes, el agua bendita, las procesiones, las coplas cantadas. Es sintomática su exclamación: desventurados estos herejes, que han perdido por su culpa esta consolación de las imágenes (C 34,11) Es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A cada cabo que volviésemos los ojos la querría ver! (ib). Teresa ha compatibilizado experiencia mística y piedad popular.
- Santa Teresa: Datos generales
- Ávila y su entorno
- Santa Teresa en la España del siglo XVI
- Teresa ante las clases sociales de su tiempo
- Ambiente y nivel culturales
- La mujer coetánea de Teresa. cultura y nivel social
- El entorno de religiosidad popular
- Teresa en la mira de la inquisición española
- En la estela de la contrarreforma y de trento
- El clero coetáneo de teresa