1. Casi todo lo que sabemos de don Alonso se lo debemos a su hija Teresa. Comienza ella el Libro de la Vida recordando un rasgo cultural de su padre: era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. (Pese a lo cual, don Alonso no pertenecía al gremio de los humanistas cultos, sino al modesto grupo popular, ávido de saber. Como Teresa misma). Dirá ésta a continuación el afecto y predilección de su padre por ella: yo era la más querida de mi padre. Y todavía en esa primera página de Vida trazará la semblanza de don Alonso: Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos [tenía al lado el hospital de Santa Escolástica] y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera' (Vida, 1,1).
2. Había nacido en Toledo hacia 1480. A finales de siglo se había trasladado a Ávila. En 1505 se casó con Catalina del Peso y con ella tuvo sus dos primeros hijos, María y Juan. Viudo en 1507, celebró segundas nupcias con doña Beatriz de Ahumada en 1509. Padre de familia numerosa, tuvo de su segunda mujer diez hijos (éramos, escribe Teresa, tres hermanas y nueve hermanos). Ejerce de mercader. Cuenta con numerosos empleados. Teresa recuerda que era contrario a la lectura de novelones de caballerías, que a escondidas de él leían su mujer y su hija. A pesar de su origen neoconverso, no hay en su conducta rasgos que lo denuncien. Pero sí la apetencia incontenida del título de hidalguía. Para conseguirlo, se asocia con sus hermanos residentes en Ávila y aledaños, y emprende un largo pleito ante la Chancillería de Valladolid, 1519-1521 (lo analizaremos en la Ficha 16). Previamente don Alonso había tomado parte en la guerra de Navarra, con ostentación de caballero bien armado (1512). En 1515 le nace su hija preferida, Teresa. Lo anota él en su cuaderno de familia: «En miércoles, 28 días del mes de marzo de 1515 años nasció Teresa, mi fija, a las cinco horas de la mañana , casi amaneciendo».
3. Pero en 1528/29 muere doña Beatriz, y por segunda vez queda viudo don Alonso a los 48 años, responsable de los once hijos que moran en casa (Juan, el primogénito, ya ha partido para Italia, donde muere poco después). Es entonces cuando decide internar a Teresa, para su mejor educación, en el colegio abulense de Nuestra Señora de Gracia (1531). Pero poco después se opone rotundamente a la vocación carmelita de ésta, que entretanto había quedado ama de casa. Sólo que la opción monacal de Teresa es irrevocable, y don Alonso se rinde a la voluntad de su hija (1535). Recuerda ella que cuando salí de casa de mi padre, no creo será mayor el sentimiento cuando me muera, porque me parece cada hueso se me apartaba por sí (Vida 4,1). Al profesar dos años después, don Alonso le otorga una espléndida dote («25 fanegas de pan de renta, por mitad trigo e cebada, en heredad que lo rente en el lugar e término de Gotarrendura y en su defecto 200 ducados de oro...»: BMC I, 93), de suerte que en el monasterio Teresa figure entre las 'Doñas', por ser 'hija de nobles padres'.
4. A los dos años, el pobre don Alonso se hace cargo de la grave enfermedad de su hija recién profesa, la saca del convento, la lleva primero a casa de su hermano Pedro en Ortigosa, luego la acompaña hasta Becedas para dejarla en manos de la famosa curandera, y ya en 1539, de vuelta en Ávila, la acoge en la propia casa solariega, y cuando ella entra en coma profundo, se opone a que la lleven al sepulcro, pese a su muerte aparente. Salva así la vida de Teresa. Llega la última jornada de su vida, la que generalmente los autores modernos presentan sombría, con un don Alonso fracasado y amargado. En cambio Teresa única fuente histórica de esa jornada final recuerda cómo ella misma entrena a su padre en la oración, le da libros para practicarla, con notabilísimos progresos del anciano discípulo, que ahora se vuelve un 'espiritual' por el estilo del propio hermano don Pedro. Don Alonso baja frecuentemente de la casona familiar al locutorio de la Encarnación. El y Teresa conversan sobre oración. Y la practican a fondo. Sobre todo, él. Hasta que en diciembre de 1543, a los 63 años, le llega la enfermedad de la muerte. Acepta los cuidados cariñosos y los consejos de Teresa que ha salido del monasterio para asistirlo y que recoge su último aliento como si a ella misma le arrancaran el alma; porque le quería mucho. Ycomenta: quedó como un ángel. Así me parecía a mí lo era él en alma y disposición, que la tenía muy buena. (Vida 7,14-16).
5. Soslayando el boscaje de las modernas biografías teresianas propensas a ensombrecer esa postrera jornada de la vida de don Alonso, podemos bosquejar la figura del viejo mercader en un sencillo balance. Es cierto que en esos últimos años don Alonso descuidó la hacienda y las mercaderías. El inventario de sus bienes hecho a raíz de su muerte es mucho más modesto que el realizado en 1507 a la muerte de su primera esposa. También es posible y absolutmente normal que una sombra de tristeza aletease sobre su rostro y en lo hondo de su alma tras haber perdido a doña Beatriz en la flor de la edad, y luego ver cómo sus hijos se alejaban del hogar rumbo a las Indias Occidentales: a partir de 1532, se habían embarcado con ese destino al menos cinco de sus hijos. Quedaban en la casa paterna los más jóvenes, Antonio, Agustín y Pedro. Y quizás la última hija, Juana, de 14 años, si aun no se había refugiado al lado de Teresa en la Encarnación. Pero carecemos de documentación que nos informe sobre el grado de tristeza y desaliento que se había abatido sobre el hogar. La única fuente a nuestro alcance son los escritos de Teresa. En éstos la figura del viejo mercader se depura, se crece y espiritualiza. Don Alonso rebasa los problemas financieros. Se afianza en la fe y la vida cristiana. Crece unidireccionalmente en el aprecio y afecto de Teresa. Y ésta, con la normal dosis de parcialidad filial, pero con mirada lúcida y objetiva, se forma de él un alto concepto. De suerte que en el alma de ella, la muerte de su padre actúa de revulsivo. Y determina un profundo cambio de vida. Se acoge instintivamente al dominico que había sido confesor de don Alonso para que la aliente y oriente.
6. A partir de ese momento, comienza ella el período de lucha para superar la equívoca vida precedente y preparar a fondo la inminente irrupción de vida mística. Ella misma resume ese período de lucha: deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida (Vida 8,12).
- El hogar de Teresa
- El padre de Teresa, Don Alonso Sánchez de Cepeda
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- El ocaso de la familia
- Vida espiritual en la familia
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