1. Contar llanamente la historia de los Carmelos recién fundados fue la norma de redacción marcada por el P. Ripalda al mandar a Teresa la composición del Libro de las Fundaciones. Si acaso, atenerse a la pauta seguida en Vida para el relato de la fundación primera: inspiración, dificultades y logro final. Desde el primer momento había evitado ella el formalismo de los viejos cronicones de las órdenes religiosas, de tono e intención ejemplarizantes. Igual ahora. En el nuevo libro adoptará estilo llano y libertad de narración, sin omitir las pausas para brindar 'avisos y consejos' a las lectoras carmelitas, o para hacerles la presentación de tipos modélicos surgidos sobre la marcha. En todo caso, ella escribe para uso interno de sus Carmelos.
2. Pero lo característico del libro resulta del entrecruce de dos planos de narración. Teresa es fundadora y mística. En el relato ensambla espontáneamente mística e historia. Cuenta a lo largo y ancho del relato una micro-historia, de monjas, caminos y Carmelos nacientes. Pero todo ello visto con mirada y enfoque místicos. Sin que este singular enfoque vacíe de realismo material o desenfoque mínimamente los hechos. De suerte que los caminos siguen siendo polvorientos, los mozos de mulas siguen siendo arrieros, y los trampales del Arlanzón siguen llenos de fango y de frío. Pero resulta a la vez que lo místico también es histórico, bien datado y contextualizado. Desde el capítulo primero, la voz sobrenatural que interfiere 'espera, hija, y verás grandes cosas' inicia el suspense narrativo que se prolonga a lo largo del libro, hasta el capítulo último, el de la dramática narración de Burgos, en la que se entreveran no menos de cinco misteriosas palabras como esa primera. Todo el relato queda impregnado de un hálito de trascendencia que sostiene la atención del lector y le hace interrogarse el 'porqué y para qué' de esa andadura, o cuál es la razón última de la aventura narrada en el libro. Ese entrecruce de mística e historia es quizá la nota literaria y espiritual más singular de este escrito teresiano.
3. El entramado histórico. Como ya hemos visto, el libro tiene desarrollo cronológico, por etapas y estratos narrativos. De temática multicolor. Priman tres motivos argumentales: a/ ante todo los Carmelos fundados; b/ luego, los grupos de fundadoras entre las cuales anda involucrada la autora; c/ y por fin, tipos modélicos emergentes. Mezclado entre todo ello, un copioso anecdotario.
a) Los Carmelos: son 15 los fundados, con sus respectivas siluetas y peripecias. Ante todo, el grupo fuerte de nueve Carmelos castellanos. Tres fundaciones en La Mancha (Malagón, Pastrana, Villanueva), dos Carmelos en Andalucía (Beas y Sevilla), y uno, el de Caravaca, en paisaje murciano. Más varios conventos de descalzos. Los relatos más intensos y extensos, Teresa los dedica a Valladolid, Sevilla y Burgos: a cada uno 19, 31 y 23 folios respectivamente. Pone interés especial en la presentación de Duruelo (14 folios) y en el empalme de narraciones al iniciar la segunda serie con la fundación de Villanueva y la situación de calma tras el capítulo de Alcalá: ahora estamos todos en paz, Calzados y Descalzos. No nos estorba nadie a servir a nuestro Señor! (29,32).
b) Entre los grupos de fundadoras, tiene colorido especialísimo el recuerdo de la comunidad madre, San José de Ávila (capítulo 1). Páginas adelante, presenta como singularmente aguerrido y entusiasta al grupo de fundadoras andaluzas: seis que iban conmigo eran tales almas, que parece me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos (24,6). El grupo más desolado es el de la fundación de Salamanca: acompaña a Teresa una sola monja y las dos pasan la noche de ánimas en el caserón recién abandonado por los estudiantes. En contraste, hay grupos casi triunfales como el de la fundación de Villanueva o la de Soria.
c) Por fin, los modelos de carmelita. Teresa los perfila con relieve especial sólo en la primera serie del libro. Hay ante todo una pequeña galería de frailes-tipo: primero de todos, el General, Juan Bautista Rubeo, que para Teresa es todo un hallazgo de superior, letrado y carmelita modelo (capítulo 2). Todavía libro adelante, en las horas difíciles, asegurara que yo le amo mucho (27,19). Casi a renglón seguido, pero no en segundo lugar, se perfila la figura de fray Juan de la Cruz: era tan bueno, que almenos yo podía mucho más deprender de él que él de mí (13,5). Y el tercero, Jerónimo Gracián: a él dedica la semblanza más extensa y más laudatoria (capítulo 23). Por el libro desfilarán otros tipos de descalzos Pero es mucho más copiosa, aunque menos certera, la galería de monjas carmelitas. Teresa no ha acertado lo comprobará más tarde en las elogiosas semblanzas de Casilda de Padilla (c. 12), de Beatriz Chaves (c. 26,3) y de la excéntrica Catalina de Cardona (c. 28). En cambio, son certeras e incluso deliciosas las semblanzas de Beatriz de la Encarnación (en Valladolid: c. 12) y de Petronila de san Andrés (en Toledo: c. 16,14). Y entre las prioras, María de san José (Sevilla), María Bautista (Valladolid) y Ana de Jesús (Beas y Granada).
4. La comparsa y el anecdotario. Séquito numeroso. Entran rápidamente en escena personajes que desfilan fugaces por la narración, pero con perfil y rasgos bien definidos. Imposible recordarlos a todos. Entre los más destacados, sobresale la silueta de su fiel capellán y 'escudero', Julián de Ávila. Una dama linajuda, la toledana doña Luisa de la Cerda. Y otra dama más insigne aún, doña Beatriz de Beamoste y Navarra, descendiente de los reyes de Navarra (30,3). Un pobre de solemnidad, pero servidor incondicional, el toledano Alonso Andrada, en fuerte contraste con el gobernador de la diócesis, el bravucón don Tello Girón (15,5). El Obispo de Teresa, don Álvaro y sus dos hermanos. Otros tres Obispos de semblante drásticamente diferenciado, el de Sevilla, el de Soria y el de Burgos. De la serie casi interminable, seleccionamos tres siluetas contrastantes: el niño en apuros un hijo del barquero- al hacer la arriesgada travesía del Guadalquivir: nunca se me olvida (24,11). Una egregia estampa de mujer, doña Catalina de Tolosa, una santa viuda, natural de Vizcaya, que en decir sus virtudes me pudiera alargar mucho (31,8). Y el señero perfil de Felipe II, tan amigo de favorecer los religiosos que entiende que guardan su profesión (27,6).
5. Por el libro pasan igualmente las instituciones repre-sentativas de aquella España: la Inquisición, el Consejo Real y el Consejo de Ordenes, las ventas y ventorros de los caminos, el hospital de la Concepción de Burgos, los gremios de escribanos y notarios , hasta el encierro de toros la noche en que el grupo de fundadoras atraviesa las calles de Medina (3,7).
Hay también perfiles en claroscuro. Son los personajes hostiles. Teresa trata con máxima delicadeza a la terrible Princesa de Éboli (17,16). Con igual respeto al Provisor de Segovia, que casi encarcela a fray Juan de la Cruz y que planta 'un alguacil a la puerta de casa' (21,8). Silencio total sobre la exnovicia hispalense que la ha delatado a la Inquisición.
(Ver el esquema del libro al final de la ficha siguiente)
- Digresiones doctrinales en fundaciones
- El libro de la vida y sus dos redacciones
- Estructura y contenido del libro de vida
- ¿Por qué el anonimato? ¿Vida es un libro secreto?
- El hecho místico (cc 23-31)
- El desenlace de vida
- El tratado de los grados de oración
- El autógrafo de vida ante la Inquisición: ¿Publicarlo o no?
- Libro de las fundaciones: El autógrafo y su edición
- Estructura del libro de las fundaciones