1. Es un pequeño libro de oraciones. Se lo ha llamado salterio teresiano y se lo ha publicado en forma de salmos, íntimos y a la vez clamorosos. Sin título original. Y sin otro destinatario que la autora misma. En su edición príncipe (Salamanca 1588), fray Luis de León lo colocó a continuación de Moradas (pp. 269-304), y lo rotuló: 'Exclamaciones o Meditaciones del alma a suDios, escritas por la Madre Teresa de Jesús, en diferentes días, conforme al espíritu que le comunicaba nuestro Señor después de haber comulgado, año de 1569', aunque no es muy cierta esa ultima afirmación, ya que en ninguna Exclamación se alude a la Eucaristía. Tampoco alude la Santa a este librillo ni en sus obras ni en sus cartas. Ni de él se conserva autógrafo alguno, aunque sí pseudoautógrafos. Como texto transmisor, nos sirve el editado por fray Luis.
2. Las Exclamaciones están escritas en forma de soliloquio. Era éste un género literario conocido por la Santa no sólo en el rezo de algunos salmos o en la lectura de los Soliloquios atribuidos a san Agustín, sino que los había leído fervorosamente en los monólogos típicos del Cartujano (Vita Christi) y sobre todo en las Confesiones del Santo de Hipona. Del recurso a la exclamación están tupidos todos sus libros. Quizá menos, el de las Moradas. Mucho más, Vida y Camino. Así, por ejemplo, en éste al final de los capítulos preambulares, Acaba con una exclamación (título del c. 3). Lo mismo al finalizar el tema eucarístico: Acaba la materia comenzada con una exclamación (título del c. 35). Escribiendo Vida, quisiera salir y dar voces (20,24; 25,17) o hacer como san Francisco cuando lo toparon los ladrones, que andaba por el campo dando voces y les dijo que era pregonero del gran Rey (M 6,6.11). (Ella, sin embargo, no conoce el vocablo culto soliloquios. Prefiere clamores, exclamaciones, voces.)
3. Trazado interno. Las 17 Exclamaciones de que se compone el librito no responden a un plan preestablecido. Son espontáneas e irruentes. Escritas, según fray Luis, 'en diferentes días'. Comienzan con un clamor dirigido a la propia alma o a la propia vida: ¡Oh vida, vida! ¿Cómo puedes sustentarte estando ausente de tu vida?...¿en qué te empleas?, ¿qué haces? (tuteo, literariamente excepcional en su pluma!). Pero ese inicial sentimiento de la ausencia de Dios hace sólo de detonador que pone en marcha un ingente abanico de sentimientos incontenibles. En adelante, alternarán las palabras a sí misma y los clamores al Señor. (A Él lo trata de Vos: rara vez de Majestad). Y más de una vez, a un oyente innominado: ¡Oh cristianos, cristianos!, mirad la hermandad que tenéis con este gran Dios (14,2), ¡Oh mortales, volved, volved en vosotros! (12,4).
4. A partir de la Exclamación tercera, el fluir de sentimientos gira casi siempre en torno a un lema bíblico. De suerte que el librito está tupido -más que ningún otro escrito suyo- de referencias escriturísticas, no citadas sino incorporadas o asumidas por la exclamación; nunca alegadas por erudición, sino por evocación endógena. El libro bíblico más recurrente son los salmos. Luego, los Evangelios. Y sucesivamente las Cartas de san Pablo y san Pedro, el Apocalipsis, los profetas Isaías y Ezequiel y los Libros Sapienciales. Se emociona ante la palabra de Jesús: 'Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados ' (8,2), o 'venid a mí todos los que tenéis sed, que yo os daré de beber' (9,1), o la palabra de la Virgen, 'Engrandece y loa mi ánima al Señor' (7,3), o la exclamación sálmica 'cuán suave es el Señor!' Como otras veces, le produce verdadero estupor la palabra de los Proverbios: Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres, mucho se alegra mi alma ¡Qué palabras éstas! (7,1). Finalmente comparecen, con intensidad especial, las evocaciones del Cantar de los Cantares: 'Mi Amado a mí, y yo a mi Amado, y mi Amado a mí' (16,2). Clamor rápidamente apropiado para sí: las potencias y sentidos salen por las plazas y los barrios conjurando a las hijas de Jerusalén que le digan de su Dios (ib 3). Esa evocación de los Cantares sube de tono en la exclamación final: Fuerte es como la muerte el amor, y duro como el infierno.¡Oh quién se viese ya muerto de sus manos, y arrojado en este divino infierno, de donde ya no se esperase poder salir ! (17,3). Se le asocia un solo orante no bíblico, maestro como ella en el soliloquio, san Agustín, para solidarizar con sus sentimientos: 'Oh qué tarde se han encendido mis deseos '. Pues ¿cuándo, Señor, cuándo, hasta cuándo? (Excl. 4, 5, 6).
5. Temas y motivos de oración. Esa constante de referencias bíblicas permite comprobar hasta qué punto la oración de Teresa se inspira en la Sagrada Escritura. Pero las Exclamaciones reflejan, sobre todo, el arco de sentimientos religiosos que brotan del alma teresiana e inspiran su oración. Quizás el motivo oracional más presente e impelente es el sentimiento de la ausencia de Dios. Está presente desde las primeras líneas (semejante, en cierto modo, a la primera estrofa del Cántico espiritual del Santo). Y se reitera hasta la última, increpando de nuevo a la propia vida: ¡Ohvida enemiga de mi bien, y quién tuviese licencia de acabarte! Súfrote porque te sufre Dios, manténgote porque eres suya; no me seas traidora ni desagradecida (17,4). Es decir, junto con el sentimiento de ausencia de Él, es constante y urgente el deseo de su presencia más allá de esta vida, y tiene su formulación en una fuerte esperanza teologal, que persiste hasta la última línea, o el último grito: Más quiero vivir y morir en pretender y esperar la vida eterna que poseer todas las criaturas y todos sus bienes, que se han de acabar. No me desampares, y espontáneamente se apropia las últimas palabras del 'Te Deum': en Ti espero, no sea confundida mi esperanza.
6. En la misma línea teologal, tiene flexión y expresión diversa el sentimiento de amor. Le interesa más el que Dios le tiene a ella, que el suyo propio. El amor de Él es agua y fuego: No me neguéis a mí esta agua dulcísima, que prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a Vos. ¡Oh Señor, qué de maneras de fuegos hay en esta vida!... Unos consumen el alma, otros la purifican ¡Oh fuentes vivas de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran abundancia para nuestro mantenimiento y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida el que procurare sustentarse de este divino licor (9,2).
7. También son motivos fuertes de la oración teresiana el horror al pecado, el estupor ante las cosas de Dios y ante el misterio de la vida humana, la bienaventuranza del cielo, el temor ante la posibilidad de perder la gracia, una especial sensibilidad ante la muerte y el anhelo de la plena conformidad de la propia vida con la voluntad de Dios. Por eso termina la última Exclamación con el grito suplicante, de inspiración agustiniana: sírvate yo siempre, y haz de mí lo que quieras!