Llamamos fenómenos místicos a ciertas manifestaciones extraordinarias (y accesorias) de la experiencia mística. Por lo general, episodios vistosos. Accesibles por su singularidad al espectador no místico que los contempla desde fuera, mientras el místico los padece o los soporta como consecuencias de la adaptación o de las resistencias del propio sujeto a la irruencia de vida y experiencia sobrenaturales. En la historia de la espiritualidad destacan, como supremas referencias, los Profetas veterotestamentarios, san Pablo con su rapto, o san Juan con las visiones apocalípticas.
1. En Santa Teresa los fenómenos místicos adquieren relevancia especial por varias razones: a/ por el número y variedad con que le acontecen; b/ por el clima de recelo y oposición que losenmarca de parte de los teólogos; c/ por haberlos testificado ella misma con todo detalle, así como por la resistencia que les opone (vino a términos que de mejor gana me parece me determinara a que me enterraran viva que por esto: Vida 31,12); d/ por su esmero en describirlos, ordenarlos y contextualizarlos en su vida ética; e/ por su posterior influjo en el arte, en la liturgia, en la teología y en las ciencias de la psique. - En la presente ficha nos limitamos a enumerarlos (parte primera), reservando la parte segunda para exponer uno solo de ellos, la 'gracia del dardo' o transverberación del corazón.
2. Afluencia de fenómenos místicos. La Santa los refiere reiteradamente en sus escritos autobiográficos. Generalmente les dedica más espacio que a la experiencia mística propiamente dicha, por ser esta última más refractaria a la exposición verbal. Una síntesis de su pensamiento podría ser el título del capítulo 20 de Vida: Trata la diferencia que hay de unión a arrobamiento. Declara qué cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene el alma que el Señor, por su bondad, llega a él. Dice los efectos que hace. Es de mucha admiración (cf además el n. 1). Pero la numeración más sistemática la hace en dos escritos tardíos, de los años 1576 y 1577: la Relación 5ª y las Moradas sextas. Nos limitamos a confrontar esas dos series:
Relación 5ª Moradas sextas
n. 4, quietud y paz interior. c. 2, saeta que hiere
n. 5, sueño de las potencias c. 3, locuciones
n. 6, unión de todas las potencias c. 4, arrobamiento o éxtasis
n. 7, arrobamiento y suspensión c. 5, vuelo de espíritu
n. 8, rapto c. 6, júbilos
n. 9/10, diferencia entre arrobamiento c. 7, pena por los y arrebatamiento. pecados
c. 8, visiones intelectuales
n. 11/12, vuelo de espíritu c. 9, visiones imaginarias
n. 13/15, ímpetus c.10, suspensión
n. 17, herida una saeta en el corazón c.11, ímpetus, saeta de fuego
n. 21/22, hablas
La Relación 5ª concluye: pedir yo a Su Majestad que me dé a entender ninguna cosa, jamás lo he hecho (n. 24). Ninguna de las dos enumeraciones es completa. En otros pasajes de sus obras la Santa deja constancia de apariciones, profecías, levitación y algún episodio de bilocación. Los valora por sus efectos éticos. Pero nunca los confunde con la sustancia de la vida cristiana o de la experiencia mística: bien entiendo que no está en esto la santidad, escribe categóricamente en las Fundaciones (4,8).
3. Un singular fenómeno místico, 'la gracia del dardo'. Entre las mercedes místicas de Teresa, merece atención aparte la gracia del dardo por dos razones: a/ por la precisión y reiteración con que la describe la Santa; y b/ por el impacto que ha producido en los estudiosos, teólogos y psicólogos, especialmente entre los refractarios a su origen sobrenatural. Puntualicemos:
a) Teresa describe ese fenómeno al menos tres veces: en Vida 29, 13-14; en la Relación 5, 17; y en las Moradas sextas, 2,4, más otras numerosas alusiones en poemas y en cartas. (Es indispensable leer los dos pasajes primeros.).
b) Esa gracia duró o se reiteró, según ella, varios años, probablemente a partir de 1560 (cf M 6,11,1 y Vida 29, 14), cuando la Santa contaba 45 de edad.
c) Según precisa ella misma, no fue un fenómeno corporal (no es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo y aún harto: Vida 29,13), pero al describirlo, lo localiza en las entrañas o en el corazón (metafóricamente, en ambos casos): Este dolor no es en el sentido, ni tampoco es llaga material, sino en lo interior del alma, sin que parezca dolor corporal (Rel 5,17).
d) Lo escenifica con la mediación de un ángel, ubicado en lo exterior de sí; lo contextualiza ella misma dentro de un proceso afectivo: [iba] creciendo en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me le ponía muy sobrenatural (Vida 29 8); y lo categoriza como una herida de amor , de origen sobrenatural.
e) Nunca alude, ni de soslayo, a posibles dejos de esa gracia en sus dolencias físicas de corazón.
4. Interpretaciones y valoraciones. El primero en valorar ese episodio místico, después de la Santa, es fray Juan de la Cruz, que lo interpreta teológicamente como una gracia carismática otorgada a la Santa en su función de fundadora. Posteriormente sobrevienen las versiones de los artistas, pintores y escultores, especialmente entre estos últimos el grupo marmóreo de Bernini. Más tarde se le conceden honores litúrgicos. Y, finalmente, con el advenimiento de las ciencias psicológicas, sobrevienen las interpretaciones naturalistas. Señalamos tres de éstas: a/ la patológica: el médico R. Novoa Santos está seguro de que se trató de un infarto placentero; b/ la psicoanalítica: entre los discípulos de Freud, H. Leuba asegura que se trató simplemente de un fenómeno erótico y que cuando Teresa habla de entrañas, hay que leer matriz, 'voilà tout!', aunque ella diga que le sucede en lo interior del alma; c/ todavía en nuestros días, un siglo después, se formula la hipótesis de un episodio femenino de orgasmo (M. Izquierdo), obviamente localizado en los órganos genitales, pese a que jamás aluda la Santa a ellos y que expresamente los excluya en confidencias familiares.
Son tres interpretaciones carentes de fundamento objetivo: Contrarias a los datos autobiográficos suministrados por la Santa misma. Queda en pie la interpretación sobrenatural dada coherentemente por la autora, así como la valoración teológica de san Juan de la Cruz, conocedor personal y directo de lo experimentado por la Santa, buen psicólogo y, sobre todo, gran analista místico: «Acaecerá que estando el alma inflamada en amor de Dios , sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor , como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado» Gracias como ésta se conceden «a aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos.» (Llama 2,9.12). Alusión anónima al episodio teresiano.