Nos referimos a los fundamentos teológico y literario de la obra.
1. Fundamento teológico. Al escribir el Castillo Teresa se propone desde el primer momento componer un tratado de fondo teológico. No un escrito devocional o superficial. Ya en Vida su tratadillo de los grados de oración pretendía fundarse en verdades de la Sagrada Escritura. De devociones a bobas -decía- nos libre Dios (13,16). Por eso ahora, desde el planteamiento del Castillo (1,1,1) alega tres lemas bíblicos que han tenido alta resonancia en su ideario: a/ que el alma humana tiene gran hermosura y capacidad, por haber sido creada a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26-27); b/ que en ella hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas (Jn 14,2), tema básico que desarrollará al recordar que Jesús cumple su palabra de que vendremos (los Tres) y haremos morada en el cristiano; c/ y que Dios tiene sus deleites en el hombre, lema bíblico de los Proverbios 8,21, que siempre ha tenido gran resonancia en el alma de la Santa y que determinará el desarrollo o el entramado del libro.
2. Son tres datos teológicos fundamentales en el ideario de Teresa. Para ella es fundamental, ante todo, el dato de lapresencia de Dios en su alma. Lo ha sido desde sus primeras experiencias místicas, cuando le venía a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna manera podía dudar que estaba [Él] dentro de mí o yo toda engolfada en Él (Vida 10,1). Experiencia que la hace caer en cuenta del misterio de la presencia de Dios en las cosas, tan diferente de su presencia en lo hondo del alma en gracia. Radica en ese dato su comprensión de la capacidad del alma: el alma humana es 'capaz de Dios', es decir, desde lo hondo de su ser está abierta a la trascendencia, no queda bloqueada en sí misma, sino que tiene una primordial vocación de Dios. Ella no recuerda en el Castillo como lo ha hecho otras veces el lema agustiniano 'fecisti nos ' (Confesiones 1,2), que recientemente ha celebrado en el poema Vuestra soy, para Vos nací ; pero en cambio el lema de los Proverbios que Él tiene sus deleites en el hombre le sirve de base para desarrollar el proceso relacional ascendente de las moradas, que serán las etapas de ese itinerario relacional, hasta que en la morada final la relación se convierta en unión inseparable como se funden dos gotas de agua caídas en la mar, o dos rayos de luz que iluminen una misma habitación.
3. De esos tres presupuestos teológicos, los dos que más le sirven para fundar la exposición del Castillo son el hecho de la presencia de Dios y el dato recabado de los Proverbios, es decir, la relación gozosa de Dios con el hombre o bien, el hecho interrelacional entre ambos, no sólo en el plano afectivo-amoroso, sino en lo más hondo del ser humano: el hombre 'paraíso' de Dios. Las siete moradas no serán siete 'aposentos', sino siete grados de vida o de comunión de lo humano con lo divino.
4. Fundamento literario. La Santa funda su exposición en un símbolo polivalente, el castillo: que es a la vez castillo-joya de diamante o muy claro cristal, y castillo-mansión guerrera, con almenas y muros y foso: susceptibles de un doble simbolismo, o de luz e iluminación, o de lucha y victoria. En el desarrollo del libro se superpone una serie de símbolos que van jalonando las etapas del proceso a la vez que asumen los temas teológicos fundamentales. De suerte que los símbolos desempeñan una doble función, literaria y teológica. Esquemáticamente, son los siguientes:
1º el castillo del alma: moradas primeras, c. 1,1.
2º las dos fuentes de la vida del alma: moradas cuartas, 2,2.
3º el gusano de seda que renace mariposa: moradas quintas, 2,2.
4º el símbolo nupcial-bíblico: moradas quintas, 4,3.
Destacamos los aspectos semánticos más importantes en cada uno de estos cuatro símbolos:
1° El castillo del alma es un símbolo antropológico. Imagen subyacente a toda la exposición. Determina la estructura y el lenguaje figurado del libro. Sirve ante todo para diseñar el ser humano - cuerpo, alma, espíritu, centro del alma, relación trascendente del hombre con Dios. Glosa a la vez el texto evangélico de la inhabitación y la experiencia mística trinitaria. Quizás lo más relevante en el simbolismo del castillo sea la apertura del ser humano a la divinidad, su radical vocación de trascendencia.
2° Las dos fuentes: una artificial y lejana, que conduce el agua por una serie de arcaduces; la otra, agua de pilón manantial que brota de lo más hondo y secreto del ser humano; para simbolizar el contraste entre el esfuerzo humano la ascesis, agua de arcaduces, y el don divino, 'pila que se hinche de agua'. Para Teresa, el agua es siempre imagen de la vida (no hallo cosa más a propósito para declarar algunas de espíritu, que esto del agua: 4,2,2). Las dos fuentes simbolizan las dos formas de vida: natural y sobrenatural. (En el léxico de Teresa sobrenatural equivale a 'místico'.). Ya antes había hablado del alma inmersa en lo divino como el agua en la esponja (Rel 45).
3° El gusano de seda que renace mariposa. Símbolo que para la Santa tiene sentido cristológico. La metamorfosis del gusano simboliza nuestra transformación en Cristo, que se desarrolla a lo largo de las tres moradas finales, para destacar la llegada a la libertad en Cristo, como el vuelo de la mariposa que se ha liberado del invólucro del gusano, hasta la definitiva transfiguración mística, fuego en que se abrasa la mariposa (7,2,5; 7,3,1) o el ave fénix (6,4,3).
4° El símbolo nupcial, que sirve a la Santa para articular las tres moradas postreras (vistas, desposorio, matrimonio) tiene apariencia de imagen sociológica, pero en realidad se inspira en el simbolismo del Cantar de los cantares, que ella no interpreta en sentido eclesial sino individual, como proceso de amor entre Dios y el alma, hasta culminar en la mística unión de los dos, como hito supremo de la vida cristiana, entendida como proceso de amor en que resulta determinante el amor divino.
5. Un tercer fundamento del castillo, la experiencia. Lo mismo que el Camino, también el Castillo se inspira en la experiencia vivida por la propia autora. La trayectoria de las siete moradas tiene un trasfondo autobiográfico. Son ante todo las siete moradas vividas por Teresa. A la experiencia personal agrega tantas otras experiencias de vida, conocidas por ella, ante todo la experiencia misma de las lectoras inmediatas. Y en plena exposición mística, emerge la referencia a fray Juan de la Cruz y su experiencia, emparejada con la teresiana: yo sé de una persona, y aun de dos la una era hombre que estaban tan deseosas de servir a Dios a su costa, sin estos grandes regalos que se quejaban a nuestro Señor (6,9,17). Es fácil vislumbrar al Santo carmelita a través de ese anonimato. Desde todas esas experiencias se eleva ella al paisaje universal de la teología espiritual.