1. En la historia de Teresa, reviste importancia especial su primera salida de fundadora. El viaje de Ávila a Medina, verano de 1567, marca rumbo nuevo y nuevo estilo en su vida. Comienza la expansión de onda de su misión. Se abre paso en contexto social y eclesial adversos por partida doble: Teresa es mujer y además monja claustral. Pronto la tildarán de 'inquieta y andariega' o, como anotará ella misma de mí le dicen que soy una vagamunda e inquieta, aludiendo al exabrupto del Nuncio papal Sega, pero ya antes le habían llegado los recelos del Nuncio Ormaneto y el rumoreo difuso de que se está saltando la norma del Apóstol sobre 'el encerramiento de las mujeres', que me han dicho poco ha y aun antes lo había oído (Rel 19). Pese a todo lo cual, Teresa recorre miles de kilómetros, en carromato, o a lomo de cabalgadura, o a pie y andando, manteniéndose en camino hasta la víspera de su muerte, último viaje, de Burgos a Alba. Ante un hecho de tal envergadura, se impone la pregunta: ¿por qué la Teresa contemplativa y mística optó por esta decisión?
2. Los porqués de la fundadora andariega. Fundamen-talmente los refiere ella a la vez que relata sus viajes de fundadora en el Libro de las Fundaciones: a/ el primer impulso brota de la vida misma que hace el grupo de pioneras en San José: considerando yo el valor de estas almas y el ánimo que Dios les daba , no cierto de mujeres, me parecía que era para algún gran fin no porque me pasase por pensamieno lo que después ha sido (Fund 1,6: ver todo el texto). b/ Luego, hacia finales de ese quinquenio, hace de revulsivo en el grupo la palabra ardorosa del misionero Padre Maldonado, que les habla de las Indias y de los millones de almas que allí se pierden. Palabras que motivan un especial suspense en el ánimo de Teresa al ser refrendadas por la voz interior: 'Espera un poco y verás grandes cosas': Aunque no podía atinar qué podría ser, quedé con gran certidumbre que serían verdaderas (ib 8). c/ En tercer lugar sobreviene, no un refrendo, sino la expresa encomiendadel General de la Orden, Padre Rubeo: diome muy cumplidas patentes para que se hiciesen más monesterios Estas yo no se las pedí Estos medios yo no los procuraba, antes me parecía desatino, porque una mujercilla como yo Mas cuando al alma vienen estos deseos, no es en su mano desecharlos (ib 2,3-4: cf todo el contexto). Las palabras desatino y disparate sintetizan en la narración de Teresa el vocerío del pueblo y la opinión del Obispo de Ávila ante el proyecto de esa primera salida.
3. Todo ello crea en el ánimo de la fundadora una opción que se mantendrá firme toda la vida y que ella misma ratificará varias veces en el relato de las Fundaciones: nunca dejé fundación por miedo del trabajo, aunque de los caminos sentía gran contradicción; mas viendo en servicio de quién se hacían y considerando que en aquella casa se había de alabar el Señor y haber Santísimo Sacramento [y] ver una iglesia más, cuando me acuerdo de las muchas que quitan los luteranos, no sé qué trabajos, por grandes que fuesen, se habían de temer a trueco de tan gran bien para la cristiandad (ib 18,5; cf n. 4). Resulta claro que el motivo de fondo no es meramente carmelitano, sino eclesial y cristológico, y que Teresa misma se siente desbordada y trascendida por ese impulso.
4. La puesta en marcha. Poseemos, acerca de la funda-ción, dos relatos directos y complementarios: el de Teresa en las Fundaciones, c. 3 y el de su colaborador Julián de Ávila (Biografía de la Santa:Madrid 1881, pp. 249-257). Una vez decidida a fundar, Teresa envía a Medina a Julián de Ávila, que prepare el terreno. Este se pone en contacto con el Obispo don Pedro González de Mendoza y organiza en la villa un atestado solemne ('una información jurídica', dice él), en que deponen a favor de la fundación personajes importantes: el banquero Simón Ruiz, tres Padres jesuitas, el mercader Diego de León, el regidor de la villa, y varios deponentes más, a los que se les interroga si la fundación de las tales monjas es 'útil y provechosa' para la ciudad. Obtenido ese atestado, Julián arrienda unas casas carísimas («obligándome a pagar 51.000 maravedís cada año de alquiler , aunque la Madre no debía tener 50 maravedís cuando yo tomé la casa»). De vuelta a Ávila, preside la comitiva de monjas fundadoras, siete en total: «tres o cuatro carros con las monjas, yropa, y entresaca» y él a caballo. A medio camino les sorprende la noticia de que el vendedor retira la casa y, ante la alternativa del humillante regreso a Ávila o la avanzada a todo riesgo, Teresa, asesorada fortuitamente por el P. Báñez, opta por seguir; desvía rumbo para visitar al Obispo don Álvaro y de paso logra el arriendo de otra vivienda misérrima. Se pone de nuevo en camino, llega a Medina a media noche, solicita la ayuda de los frailes del Carmen, y desde ahí el grupo de fundadoras/es atraviesa la población: «todos íbamos cargados, que parecíamos gitanos que habíamos robado alguna iglesia, que, cierto, a toparnos la justicia, estaba obligada a llevarnos a todos a la cárcel» (Julián de Ávila, p. 253). Más detalles, así como el desenlace de la empresa, pueden verse en el relato de la Santa, Fund 2.
5. Un detalle importante: el episodio eucarístico. Es el momento más patético del relato de Teresa (nn. 10-12). Se sitúa en pleno contexto epocal y pone de relieve la exquisita sensibilidad eucarística de la Santa. Se halla el grupo de fundadoras en la Medina comercial del siglo. En plena barahúnda mercantil y festiva. Convocados por las ferias medinenses, pasan por la villa mercaderes de procedencias y mentalidades antagónicas. Sólo unos meses después (enero de 1568) la profanación de la Eucaristía en Alcoy conmueve la religiosidad popular de toda España. En ese clima social y religioso, Teresa se percata de haber entronizado el Santísimo poco menos que en la calle, sin barrera protectora alguna. De ahí el gesto de alerta que la mantiene vigilante día y noche, temerosa de que se adormezcan o se distraigan los centinelas que ha puesto en el desmantelado zaguán que hace de iglesia. Cuando se me acuerda esta aflicción y otras algunas que he tenido en estas fundaciones, no me parece hay que hacer caso de los trabajos corporales, aunque han sido hartos, en esta comparación (Fund 3,11).
6. Expansión de onda. Es ahí, en Medina, donde se abre paso la idea de completar su obra de fundadora con la rama de los Descalzos. También esta idea había germinado durante el quinquenio abulense. Desde Ávila escribe Teresa al Padre General que ya está camino de regreso a Roma, y a 10 de agosto obtiene de él la licencia para iniciar ese nuevo sector de su Carmelo. El General Rubeo responde desde Barcelona con unsí, dirigido, no a ella sino al Provincial y al Prior del Carmen de Ávila. A ella se le notifica esa patente estando ya en Medina. Y ahí mismo, en el recién estrenado Carmelo medinense, capta para la obra al primer gran seguidor, el joven fray Juan de santo Matía, futuro san Juan de la Cruz: Yo alabé al Señor y, hablándole (a fray Juan) contentóme mucho Él me dio la palabra de hacerlo, con que no se tardase mucho. Cuando yo vi ya que tenía dos frailes para comenzar, parecióme estaba hecho el negocio.
De suerte que esa primera salida no sólo abrió el paso a sus viajes de fundadora, sino que completó el proyecto en la persona de fray Juan de la Cruz.
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