1. El Castillo Interior es el último libro doctrinal escrito por Teresa. Lo inicia en Toledo, junio de 1577, cuando ha cumplido los 62 años. Hace al menos un lustro que su experiencia mística ha ingresado en la etapa de plenitud. La expone en el nuevo libromejor y más ordenadamente que en ninguno de los anteriores. Desde la base de un entramado autobiográfico semivelado, se eleva a una originalísima síntesis de la vida espiritual del cristiano. No sólo es el libro más logrado de la Santa, sino un clásico de la teología espiritual.
2. Situación de la autora. Aparte su madurez humana y espiritual, vive ella en ese momento uno de los períodos más adversos de su vida. A Toledo ha venido de Andalucía, castigada y confinada por las autoridades supremas de la Orden (Capítulo de Piacenza: 1575). En los primeros meses de 1577 ha sufrido una crisis de agotamiento psico-físico, tan grave que el médico le prohíbe escribir de propia mano salvo en casos de extrema necesidad. Ahí mismo en Toledo sigue secuestrado por la Inquisición el autógrafo de Vida: en un momento de favor, ella y el P. Gracián se atreven a solicitar su devolución al Gran Inquisidor, Gaspar de Quiroga, pero con resultado negativo: Teresa tiene la sensación de que con el libro sigue presa su alma. Quizás el agravante mayor es que, a poco de empezar el libro, fallece en Madrid el Nuncio Ormaneto, y ella tiene que interrumpir el escrito durante meses y esperar el temido acoso del nuevo Nuncio Sega, llegado a Madrid a finales de agosto. Los factores positivos en ese momento son más decisivos en orden a la composición del nuevo libro. Teresa ha expresado recientemente deseos de completar el relato del secuestrado Libro de la Vida, para añadirle las últimas vivencias de su trayectoria mística. Fue ésa sin duda la semilla germinal del nuevo escrito. En Toledo, además, Teresa tiene un director espiritual de excepción, el biblista Alonso Velásquez (Rel 63), buen amigo de Gracián, y los dos la animan a empuñar la pluma y escribir. Pero hay, sobre todo, un tercer factor más válido: es el cúmulo y la calidad de ideas que han madurado en su mente: sobre todo, la idea del alma habitada por Dios, las especialísimas relaciones mutuas entre Dios y el alma, que se le han aclarado y extremado esos últimos años tras la consigna del 'búscate en mí'. Serán ésas las piedras sillares del Castillo interior.
3. El episodio decisivo. Fue una conversación a tres bandas: Teresa, Gracián y Alonso Velázquez. La refiere reiteradamente Gracián:«lo que pasa acerca del libro de las Moradas es que, siendo yo su Prelado y tratando una vez en Toledo muchas cosasde espíritu, ella me decía: ¡Oh qué bien escrito está ese punto en el libro de mi vida que está en la Inquisición! Yo le dije: pues no le podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y de otras cosas, y escriba otro libro, y diga la doctrina en común, sin que nombre a quien le haya pasado aquello que allí dijere. Y así le mandé que escribiese este libro de las Moradas, diciéndole, para más la persuadir, que lo tratase también con el Doctor Velázquez, que la confesaba algunas veces. Y así se lo mandó» (Scholias , p. 428. Relatado más extensamente por el mismo Gracián en su Dilucidario , BMC 15, p. 16).
4. Ese mandato lo recuerda ella en la primera página del libro, el prólogo. (Recordemos que la Santa comienza normalmente sus libros escribiendo el prólogo.) En él acusa su precario estado de salud e insinúa las pistas sugeridas por Gracián, sobre todo el empalme con el Libro de la Vida, cuyo relato culminará ahora con las moradas séptimas. Reside ahí la originalidad del libro: elaborar una teología espiritual, no desde la teoría, sino desde la experiencia vivida por la autora.
5. La composición. Tiene la suerte, o mejor la inspiración literaria, de enfocar el libro desde el símbolo del castillo, que surge (se me ofreció= se me ocurrió) en las primeras líneas del capítulo primero y que se apoya en las columnas firmes de tres textos bíblicos que hacen de soporte a la exposición. El símbolo del alma/castillo/interior, retoma una de las ideas más persistentes de sus libros anteriores, Vida y Camino: que la persona humana consiste, crece y se robustece en su interioridad. Pero no aislada en sí misma, sino en su doble dimensión relacional: apertura a la trascendencia divina desde lo más hondo de sí y tensión operativa que determina su relación con los demás. Cada uno de los otros es un castillo como el suyo, con idéntica vocación de trascendencia. Tomar conciencia de eso es el acto primordial de conocerse para llegar a trascenderse.
6. Las etapas de la composición. Teresa comienza el libro el 2 de junio de 1577. En mes y medio escribe las cuatro primeras moradas. Con una breve pausa al promediar las moradas cuartas: Válgame Dios en lo que me he metido! (4,2,1). Pero prosigue la tarea hasta adentrarse en las quintas. En total, 46 folios repletos. Con poquísimos espacios de división de párrafoso de moradas. Pero el 18 de julio la muerte en Madrid del Nuncio Ormaneto trastorna sus planes. Interrumpe el escrito y emprende viaje a Ávila. Había llegado al capítulo segundo, inclusive, de las moradas quintas. En una pausa -no sabemos dónde- redacta el capítulo siguiente, 3º de las quintas. Pero siguen más de dos meses de interrupción. Cuando por fin reanuda la tarea a finales de octubre, trata de reorientarse, porque han pasado dice casi cinco meses desde que lo comencé hasta ahora (5,4,1). Pero en ese momento introduce en la exposición el símbolo nupcial (ib n. 3), y ahí en Ávila escribe en un mes la sección más profunda y delicada de la obra: los últimos 66 folios: acabóse esto de escribir en el monasterio de San José de Ávila, víspera de san Andrés (29 de noviembre). Había sido éste uno de los meses más azarosos de su vida: reelegida priora de la Encarnación y desechada por el responsable de la asamblea comunitaria. Comparte ella las dificultades de fray Juan de la Cruz, que enseguida caerá preso y entrará en la carcelilla toledana. Se dirían los meses más escabrosos para redactar las moradas místicas del Castillo.
En resumen, el libro había sido comenzado en Toledo y fue terminado en Ávila. Escrito en dos jornadas: la primera, hasta promediadas las moradas quintas. La segunda desde el capítulo cuarto de éstas hasta el final.
7. A la sombra de la escritora. Mientras Teresa va redactando, permite que una de sus monjas se apodere de los quinternos escritos y los vaya trascribiendo. Primero en Toledo. Luego, a la amanuense toledana le da el turno otra carmelita de Ávila. De suerte que nacen casi a la par el autógrafo y su primera copia. Desde el prólogo, el libro estaba destinado a las lectoras carmelitas (iré hablando con ellas en lo que escribiré) y éstas corresponden con toda premura. Quizás conocían ya la intención de la Santa de enviar el autógrafo a las carmelitas de Sevilla y no se resignan a quedar sin él. Hasta nosotros ha llegado esa copia ms de Toledo fechada el 'Año de 1577'. Pero nos interesa mucho más el autógrafo mismo de la Santa. De él tratará la ficha siguiente.