1. La proliferación de espurios teresianos es un fenómeno barroco de difícil explicación. También a Teresa, como a los grandes Padres de la Iglesia, la siguieron de cerca los falsarios. Al amparo de su nombre y de su fama infiltraron escritos apócrifos en las ediciones de sus obras. Plagiaron su grafía para difundir seudoautógrafos con veste teresiana. E incluso tijeretearon las letras de sus propios autógrafos para recomponer con ellas su firma o contrahacer alguna de sus sentencias espirituales o para incluirlas en docenas de relicarios de gusto y devoción barrocos. En ese sartal de espurios atribuidos a la Santa, podemos distinguir tres categorías:
obras falsamente atribuidas a ella
cartas y poemas falsos
seudoautógrafos
2. Entre las obras de falsa atribución teresiana, recordamos únicamente las tres más importantes, que lograron filtrarse en las ediciones de la Santa, a saber:
a) Las Siete Meditaciones sobre el Paternóster tuvieron escasa difusión manuscrita, pero lograron un ingreso triunfal en las Obras de la Santa. Primero, publicadas por Gracián (¿) Valencia 1613 y 1615 y luego con todos los honores en la edición Plantiniana (Amberes, 1630, t.II, pp 585-620), avaladas con un preámbulo que decía: «Estas Meditaciones son de un cuaderno de las obras de la S. Madre Teresa de Jesús, que tenía en su poder doña Isabel de Avellaneda , en el cual cuaderno estaba lo que la mesma S. Madre escribió sobre los Cantares». Se las divulgó luego en verso castellano, en un cuadernillo de 102 páginas (ed. Plantiniana, Amberes 1656). Se trataba de un escrito precioso. Las siete peticiones del Padrenuestro se distribuían en los siete días de la semana, a base de los siete 'nombres o títulos de Dios , que son estos: padre, rey, esposo, pastor, redentor, médico y juez'. De suerte que cada título correspondiese auna petición y a un día de la semana. Todo ello refinadamente preciosista, incompatible con la sencillez teresiana. Ya en el prólogo se comenzaba citando el Levítico, en forma resabida: «manda el mesmo Señor en el capítulo sexto del Levítico que porque no se acabase el fuego del Altar, cada día lo cevase el sacerdote con nueva leña». Y a continuación se reportaban textos bíblicos en flamante latín. El afortunado librito ha tenido numerosas ediciones 'teresianas' hasta fecha muy reciente. Hoy nadie duda de su origen espurio.
b) Las Ordenanzas de una cofradía. Son un texto brevísimo de solos diez números, destinado a la Cofradía del Rosario del pueblo de Calvarrasa de Arriba (Salamanca). Se autotitulaban: 'Las Ordenanzas que se han de guardar en la cofradía de Nuestra Señora, fechas y ordenadas por Teresa de Jesús en el año de 1571 años ' Tuvieron el honor de ser juzgadas auténticas por el gran teresianista del siglo XVIII, Andrés de la Encarnación, que las transcribió aunque no llegó a publicarlas. En el siglo siguiente las rechazó por espurias Vicente de la Fuente (Obras, ed. Rivadeneyra, t.I, 1877, p.532). Más recientemente las publicó como auténticas otro insigne teresianista, p. Efrén de la Madre de Dios (Obras, t.II, Madrid BAC, 1954, p. 984-987, y de nuevo él mismo y Otger Steggink en las Obras Completas, Madrid 1962, p. 840-641, si bien omitidas en las ediciones siguientes). Hoy todos juzgan inadmisible su atribución teresiana.
c) Mayor ha sido la suerte de los Avisos. Hallados en Sevilla por el P. Gracián tras la muerte de la Santa, se publicaron enseguida al frente del Camino (Evora 1583) con el título 'Avisos de la Madre Teresa de Jesús'. Siguieron constantemente incluidos en las ediciones de las Obras de la Santa hasta finales del siglo XX. Habían llegado al colmo de la fortuna con dos ingentes comentarios que veían en ellos la quintaesencia de la doctrina teresiana: el primero, del jesuita Diego de Andrade (Barcelona, dos tomos, 1646-1647), y luego del Arzobispo de Burgos, J.J. de Arellano, en tres volúmenes (Burgos, 1777-1786). Sólo recientemente hemos descubierto que ya antes de santa Teresa los había escrito y difundido el jesuita P. Juan de la Plaza para sus novicios, entre los cuales figura Baltasar Álvarez, futuro confesor de la Santa. En realidad, los Avisos fueron un eslabónde empalme entre Teresa y la espiritualidad ignaciana, si bien no hay huella alguna de que ella los difundiese en sus carmelos. (N.B. Otro espurio: en las Obras de la Santa sigue incluyéndose la Relación 38, ciertamente ni autógrafa ni auténtica.)
3. Cartas apócrifas. Ya antes de la primera edición de su Epistolario por Palafox (Madrid, 1658) se divulgaron en letra de molde cartas falsamente atribuidas a la Santa. Aquí recordaremos sólo las más famosas: a/ ante todo una en que se imparte una larga lección de oración a un obispo ('a un prelado gravísimo de la Iglesia', la tituló Francisco de Santa María, al insertarla en su Historia: vol. I, 865-868. Según Palafox, el destinatario sería el Obispo de Osma, Alonso Velázquez). Texto de tono autosuficiente, nada teresiano. b/ la carta en que Teresa cuenta a su amiga Inés Nieto el encuentro con Felipe II («mire vuestra merced, doña Inés, lo que sentiría esta mujercilla cuando viese a un tan gran rey delante de sí Su mirar penetrante parecía ferirme »); c/ una docena de cartas editadas por el teresianista Marqués de Piedras Albas en el Boletín de la Academia de la Historia (años 1914-16), y reproducidas en facsímil, con algún fragmento del Camino; d/ cartas a los PP. Ambrosio Mariano y Juan de Jesús Roca con motivo de la actitud del nuncio Sega contra los descalzos; e/ una carta híbrida, mitad auténtica y mitad trucada, todavía hoy inserta en su Epistorlario (cta n. 11), falseada para obtener un elogio de los jesuitas; f/ también fueron tristemente famosas antaño diversas profecías de la Santa: sobre Portugal, sobre la Compañía de Jesús, etc. (De los poemas espurios trataremos en otra ficha).
4. Seudoautógrafos teresianos. Son una especie de mala sombra que acompaña de cerca a los genuinos autógrafos de la Santa. Fenómeno extraño que se produce en el ambiente barroco del s. XVII. En parte reproducen páginas de ella y en parte las inventan de sana planta. Se hallan diseminados por Europa y América. Son de dos clases: a/ espurios que imitan la grafía de la Santa; así, por ejemplo, la serie ya mencionada de 13 manuscritos publicados por el Marqués de Piedras Albas; o los que reproducen el texto de las Relaciones 13-14; o el poemario teresiano reproducido en edición facsimilar por Vicente de Lafuente (Madrid 1884); o el espurio de los Cuatro Avisos,también editado en facsímil (Alicante 1963); o el más extenso de todos, que reproduce las Exclamaciones b/ Es mucho más lamentable la serie segunda: pseudoautógrafos elaborados a base de letras tijereteadas de genuinos autógrafos teresianos, destruidos para el efecto: con ese material se han compuesto fragmentos de las Exclamaciones, los ya citados Cuatro Avisos, las Relaciones 14 y 19, la ya mencionada carta al P. Roca etc. Más de una vez esos seudoautógrafos han servido para hacer el análisis grafológico o para exhibir las excelencias de la pluma teresiana.
Afortunadamente, entre los escritos auténticos de la Santa y los espurios media una neta línea divisoria: la inconfundible grafía teresiana y su peculiarísimo estilo literario.
- Teresa aprende a escribir
- Primeros escritos de Teresa
- El problema de la redacción
- El problema del estilo
- Mandantes y destinatarios de los escritos teresianos
- El escollo de la censura y los censores
- Los autógrafos teresianos
- Seudoautógrafos y escritos espúrios
- La leyenda teresiana
- El 'Corpus Scriptorum' de Teresa