La historia de esta sabrosa página de Santa Teresa la cuenta ella misma: «Ahí van esas respuestas, que envié a mi hermano a preguntar esa pregunta, y concertaron responder en San José [de Ávila] (y que allá lo juzgasen las monjas) los que ahí van. Y el obispo hallóse presente, y mandó que lo enviasen que lo juzgase yo, cuando aún para leerlo no estaba la negra cabeza», escribe a María de San José el 2 de marzo de 1577.
En la oración había oído ella las palabras «búscate en mí», que remitió a su hermano Lorenzo de Cepeda para que las rumiase. Él lo tomó tan en serio, que sintiéndose incapaz de penetrar su sentido, acudió al consejo de sus amigos, promoviendo una seria y solemne consulta, celebrada en el locutorio de San José, en la que tomaron parte Julián de Ávila, Francisco de Salcedo, san Juan de la Cruz, y las monjas del convento. Las respuestas escritas fueron remitidas a la M. Teresa que se encontraba en Toledo. No se conserva ninguna de ellas, sino sola la de Lorenzo de Cepeda, pero sí el juicio que dio la Santa. Es este escrito, titulado «vejamen» en la jerga literaria de su tiempo. La Santa formula irónicamente su juicio, sobre la base de un criterio original: «no tengo intención de decir de cosa bien de cuanto han dicho» (respuesta a Salcedo). Su gracia y juguetona ironía se desborda en cada palabra. Antecede una breve introducción, y sigue, en orden, el dictado de sentencia contra los cuatro: Salcedo, Julián de Ávila, san Juan de la Cruz y Lorenzo de Cepeda. A excepción de la respuesta a Lorenzo (números 8-9) ha llegado hasta nosotros el texto autógrafo de la Santa, conservado en las Carmelitas Descalzas de Guadalajara. Sobre él se basa nuestra edición. Los últimos números (8-9) los tomamos de la primera edición del «Vejamen», hecha por Palafox en el tomo primero de las cartas de la Santa (Zaragoza 1658, pp. 54-59), corregida por el ms. 12.674 la Biblioteca Nacional de Madrid.
Principio
Jhs
1.—Si la obediencia no me forzara, cierto yo no respondiera, ni admitiera la judicatura por algunas razones, aunque no por la que dicen las hermanas de acá, que es entrar mi hermano entre los opositores que parece la afición ha de hacer torcer la justicia: porque a todos los quiero mucho, como quien me ha ayudado a llevar mis trabajos, que mi hermano vino a el fin de beber el cáliz, aunque le ha alcanzado alguna parte, y alcanzará más, con el favor del Señor. El me dé gra[cia] para que no diga algo que merezca denuncia en la Inquisición, según está la cabeza de las muchas cartas y negocios que he escrito desde anoche acá. Mas la obediencia todo lo puede, y así haré lo que V. S. manda, bien o mal. Deseo he tenido de holgarme un rato con los papeles, y no ha habido remedio.
De Francisco de Salcedo
2.—A lo que parece, el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice: Búscate en Mí. Pues señal es que yerre el señor Francisco de Salcedo en poner tanto que Dios está en todas las cosas, que Él sabedor es que está en todas las cosas.
3.—También dice mucho de entendimiento y de unión. Ya se sabe que en la unión no obra el entendimiento: pues si no obra, ¿cómo ha de buscar? Aquello que dice David: Oiré lo que habla Dios en mí, me contentó mucho, porque esto de paz en las potencias, es mucho de estimar, que entiendo por el pueblo. Mas no tengo intención de decir de cosa bien de cuanto han dicho; y así digo, que no viene bien, porque no dice la letra que oyamos, sino que busquemos.
4.—Y lo peor de todo es, que si no se desdice, habré de denunciar de él a la Inquisición, que está cerca. Porque después de venir todo el papel diciendo: esto es dicho de san Pablo, y del Espíritu Santo, dice que ha firmado necedades. Venga luego la enmienda; si no, verá lo que pasa.
Del P.Julián de Ávila
5.—Comenzó bien y acabó mal; y así no se le ha de dar la gloria. Porque aquí no le piden que diga de la luz increada ni criada cómo se junta, sino que nos busquemos en Dios. Ni le preguntamos lo que siente un alma cuando está tan junta con su Criador; y si está unida con Él, ¿cómo tiene parecer de si diferencia u no? Pues no hay allí entendimiento para esas disputas, pienso yo, porque si le hubiera, bien se pudiera entender la diferencia que hay entre el Criador y la criatura. También dice: «Cuando está apurada». Creo yo, que no bastan aquí virtudes ni apuración; porque es cosa sobrenatural y dada de Dios a quien quiere; y si algo dispone, es el amor. Mas yo le perdono sus yerros, porque no fue tan largo como mi Padre Fray Juan de la Cruz.
Del P. Juan de la Cruz
6.—Harto buena doctrina dice en su respuesta, para quien quisiere hacer los ejercicios que hacen en la Compañía de Jesús, mas no para nuestro propósito. Caro costaría, si no pudiésemos buscar a Dios sino cuando estuviésemos muertos al mundo. No lo estaba la Magdalena, ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando le hallaron. También trata mucho de hacerse una misma cosa con Dios en unión; y cuando esto viene a ser, y Dios hace esta merced al alma, no dirá que le busquen, pues ya le ha hallado.
7.—Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta, dé do diere. Con todo, los agradecemos el habernos tan bien dado a entender lo que no preguntamos. Por eso, es bien hablar siempre de Dios, que de donde no pensamos nos viene el provecho.
Del Sr. Lorenzo de Cepeda, su hermano
8.—Como ha sido del señor Lorenzo de Cepeda, a quien agradecemos mucho sus coplas y respuesta. Que si ha dicho más que entiende, por la recreación que nos ha dado con ellas, le perdonamos la poca humildad en meterse en cosas tan subidas, como dice en su respuesta; y por el buen consejo que da, de que tengan quieta oración (como si fuese en su mano) sin pedírsele: ya sabe la pena a que se obliga el que esto hace. Plegue a Dios se le pegue algo de estar junto a la miel, que harto consuelo me da, aunque veo que tuvo harta razón de correrse. Aquí no se puede juzgar mejoría, pues en todo hay falta sin hacer injusticia.
9.—Mande V. S. que se enmienden; que yo me enmendaré, en no me parecer a mi hermano en poco humilde. Todos son tan divinos esos señores, que han perdido por carta de más; porque, como he dicho, quien alcanzare esa merced de tener el alma unida consigo, no le dirá que le busque, pues ya le posee. Beso las manos de V. S. muchas veces por la merced que me hizo con su carta. Por no cansar más a V. S. con estos desatinos, no escribo ahora.
Indigna sierva y súbdita de V. S. Teresa de Jesús