No aparece en el léxico teresiano este cultismo latino, pero sí el morfema homónimo de ‘negación’ (una vez) y otros de significado equivalente: ‘mortificación’, ‘renuncia’, ‘desasimiento’, etc. La negación aludida por T tiene un sentido puramente evangélico y dinámico, como nos recuerda el pleonasmo de términos que usa: ‘Parecerá esto imposible a los que somos sentidos y poco mortificados. A los principios dificultoso es; mas yo sé que se puede alcanzar esta libertad y negación y desasimiento de nosotros mismos, con el favor del Señor’ (C 15,7; id en CE 23,2). El ‘negarse a sí mismo’ complementa la lógica del ‘seguimiento de Cristo’, imperativo fundamental y condición indispensable (Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,3) para alcanzar la plena libertad o ‘estar perfectas’, según el contexto teresiano (C 15,6). La ‘abnegación’ y la ‘cruz de cada día’ son, pues, signos de la decisión amorosa de seguir al Señor, según condensa T en este verso: ‘Abracemos bien la cruz y sigamos a Jesús’ (Po 20,1).
De este ‘abrazo a la cruz’, que T urge en todos sus escritos, es preciso destacar un par de sugerencias axiológicas y pedagógicas.
1)Disposición radical: Afecta a todo cristiano (LG 42), y es exigencia particular del consagrado a Cristo: ‘¿Ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen religioso y que quiere ser de los allegados de Dios es un largo martirio?’ (C 12,2). En estos cc. anteriores de Camino, la Santa ha minutado en qué consiste este ‘martirio’, sin importarle la tilden de que ‘va con rigor’ pues escribe para quienes están decididas a llegar hasta el ‘amor perfecto’ (C 6) y desean ‘desasirse de todo’ dándose ‘todas al Todo sin hacernos partes’ (C 8,1).
Dejar, en primer lugar, todo lo que se tiene: bienes, honras y deudos que pudieran impedir la entrega al Señor: ‘por Vos han dejado lo poco que tenían y quisieran tener más para serviros con ello’ (C 3,7; cf cc. 2.3.8.9). Pero, en segundo lugar y no menos radical, la abnegación que implica la renuncia a sí mismos, lo que se es: ‘no basta desasirse de lo dicho si no nos desasimos de nosotras mismas’ (C 10, tít). Es decir, nuestro amor propio, nuestras enfermedades y hasta el miedo de morir por Cristo: ‘determinAos, hermanas, que venís a morir por Cristo y no a regalaros por Cristo’ (C 10,5; cf C 11,4; V 13,7; F 27,12). Así la determinación de dar la vida por el Señor expresa la máxima radicalidad del amor personal que intenta acompañar al Maestro hasta el final.
2)Disponibilidad constante: En el sentir teresiano no se oculta que exigencias tan radicales de la abnegación evangélica pueden sonar a exageradas (C 12,4). Las consignas tan drásticas de ‘ponerse desnudo de todo’, ‘negarse a sí mismos’, ‘tragar de una vez la muerte’, etc. coinciden de hecho con la ‘caridad perfecta’. Por eso llama más la atención que T insista en estas disposiciones como premisa inicial sin la cual ‘nunca haremos nada’ (C 11,4).
Esta pedagogía, que proclama sin paliativos la abnegación desde el principio del camino, la deduce la Santa de la misma formulación evangélica. Su intención es sentar bien a las claras el camino espiritual, desde los ‘comienzos’. Se podrán matizar las exigencias, acomodarlas a cada itinerario personal, pero nunca perderlas de vista: ‘Quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que puede ofrecer es la vida. Pues le ha dado su voluntad, ¿qué teme?’ (C 12,2). Así lo había escrito ya en distintos pasajes: ‘Gran fundamento es el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio’ (V 15,13), ‘pues no han de ser nuestros deseos descansar sino padecer por imitar en algo a nuestro verdadero Esposo’ (F 28,43). Ascesis, desasimiento, seguimiento de Cristo.
Bibl. Díez, Miguel Angel, Vivir en obsequio de Cristo: sugerencias teresianas, en MteCarm 88 (1980) 125-182; Herráiz, Maximiliano, Solo Dios basta, Madrid 1981, 142-168.
Miguel Angel Díez