Jesuita, principal nexo entre la Santa y la espiritualidad ignaciana. Nacido en Cervera del Río Alhama (Rioja), el 26.4.1533; ingresó en la Compañía de Jesús el 3.5.1555 y se ordenó sacerdote en 1558. Profesó el 1.5.1567. Cursó estudios en Alcalá, Valladolid y Avila. Maestro de novicios en Medina del Campo (1566-1573). Rector del colegio de Salamanca, 1573-1576, donde conoció a Ana de Jesús. En 1573, siendo Viceprovincial de Castilla (‘al presente es Provincial’, escribirá la Santa: F 3,1), tiene que proveer al rescate de los jesuitas apresados por los hugonotes en Francia. De 1576 a 1580, rector, maestro de novicios e instructor de tercera probación en Villagarcía de Campos. Visitador de la provincia de Aragón y designado Provincial del Perú, 1578-1579. En 1580, Provincial de Toledo, pero poco después es sorprendido por la muerte en Belmonte (Cuenca): el 25.7.1580.
El padre Baltasar se encuentra con T apenas ordenado sacerdote (hacia 1559). Sucede al P. Prádanos como confesor y director espiritual de la Santa (V 26,3), la ayuda en los momentos cruciales de su vida mística (1559-1565) y persiste en su dirección a pesar de la oposición y presiones del ambiente religioso culto de Avila (V 28,14-16) e incluso del rector de San Gil, Dionisio Vázquez (V 33,8). Obtiene para ella el apoyo del nuevo rector del colegio, padre Gaspar de Salazar (ib). La asiste en la fundación de San José; sobre el proyecto en ciernes recibe de ella un escrito hoy perdido (V 32,12: ‘dile por escrito todo lo que pasaba’). Se impone a sí mismo un serio estudio de la teología mística, para entender y discernir: ‘Todos estos libros leí yo para entender a Teresa de Jesús’, contó él mismo al futuro biógrafo de la Santa, F. de Ribera (Vida…, l. 1, c. 11, p.85). Posteriormente la ayuda en la fundación de los Carmelos de Medina del Campo (F 3,1), de Palencia y de Burgos (F 29,4). La asesora en el proyecto de fundar un colegio de niñas en Medina (carta a J. Ordóñez, del 27.7.1573 n.5), y en el espinoso asunto de la vocación de Dª Elena de Quiroga (carta a Gracián, del 4.7.1581 n. 2). Él mismo tiene que soportar la oposición de sus superiores a causa del tipo de oración personal que practica a partir de su trato con la madre Teresa, pequeño drama en el que se ven implicados el General de la Compañía, Mercuriano, el provincial de Castilla, Juan Suárez, Diego de Avellaneda y otros jesuitas amigos de la Madre Teresa, como J. Ripalda, Pablo Hernández, Gil González…: eran los años difíciles, 1576-1577, en que el P. Baltasar se verá obligado a escribir humildemente la explicación de su manera de oración (‘Relación’, para el P. Mercuriano; y ‘Tratado de la oración de silencio’, para el P. J. Suárez).
En la lista de confesores mencionados por la Santa en la Relación4, el padre Baltasar figura en la primera serie: ‘la confesó seis años’ (R 4,3). Es probable que de su mano llegasen a la Santa los ‘Avisos’ que durante siglos han sido editados entre las obras de ésta, pero que son, casi en su totalidad, obra del maestro de novicios del P. Baltasar, el padre Juan de la Plaza. No consta, sin embargo, que la Santa los distribuyese o propagase entre sus monjas, ni que ella misma conociese otros escritos del maestro jesuita.
A la pluma de la Santa debemos la mejor semblanza de este hombre espiritual, cuya vida escribiría más tarde su discípulo el P. Luis de la Puente (Madrid 1615). ‘Tenía yo un confesor que me mortificaba mucho… y era el que más me aprovechó, a lo que me parece’ (V 26,3). ‘Era un padre bien santo…, era muy discreto y de gran humildad’ (V 28,14). ‘Fuera imposible si no tuviera tanta santidad y el Señor que le animaba- poder sufrir tanto, porque había de responder a los que les parecía que [yo] iba perdida, y no le creían’ (V 28,16). ‘Es de los amigos mayores que tengo…, es un santo’ (carta a Isabel Osorio, del 8.4.1580, cta 336,4). ‘Con estar lejos nuestro santo (el P. Baltasar, ya difunto), parece me hacía compañía, porque aun por cartas podía comunicar algunas cosas’ (carta a Ana Enríquez, del 4.3.1581 n. 6). La Santa supo su muerte estando en Medina, ‘y sin poderse contener, estuvo más de una hora llorando…Y preguntándola cómo, sintiendo tan poco las cosas del mundo, sentía ésta tanto, respondió: lloro porque sé la grande falta que hace y ha de hacer en la Iglesia de Dios este su siervo’ (La Puente, Vida del P. Baltasar Alvarez, c. 53).
A pesar de que el carteo entre los dos fue frecuente (cf carta a Ana Enríquez, del 23.12.1574 n. 5; y a Isabel Osorio, del 8.4.1580 n. 4), sola una de esas cartas de la Santa ha llegado hasta nosotros (desde Sevilla, 9.10.1575). Cf BMC 29, 129-132.160.
BIBL.La Puente, Luis de, Vida del P. Baltasar Alvarez. Madrid 1943; Boado, F., Baltasar Alvarez en la historia de la Espiritualidad del siglo XVI. En MiscCom 41 (1964) 155-257.