En tiempo de T el arriero era por definición ‘el que lleva bestias de carga’ (Covarrubias), exponente de una clase trabajadora sumamente popular. La Santa se relacionó con ellos toda su vida de fundadora, especialmente los años 1575-1577. Recurre al arriero del lugar o al de ocasión para el envío de cartas y de paquetes (cta 129,4). Rara vez para el envío de dineros (142,1). Los más requeridos por ella son los arrieros que hacen el trayecto de Avila (o de Toledo) a Sevilla y a la inversa. Menos frecuentemente, los que van de Avila a Salamanca (40,1) o a Medina. Los hay seguros: ‘persona tan cierta’, por ejemplo, el que va de Malagón a Sevilla (108,1). Ella prefiere que los envíos no vengan a portes pagados, sino a pagar en el momento de la entrega, pero a condición de que en el envío mismo se les asigne un ‘buen porte’. Se lo reitera a sus corresponsales de Madrid o de Sevilla: ‘como es arriero [el portador], puédese enviar aquí el porte; cuando no, ya sabe lo que suelen hacer, que es poner a peligro las cartas; porque nunca lo haga, se lo digo [a la priora de Sevilla]’ (129,12). Poco antes le había advertido: ‘aquí dentro va el porte, porque es mucho’ (n. 11). Y de nuevo a la misma: ‘si no fuere con el arriero y poniendo buen porte, no lo envíe’ (180,9). En situación apurada escribe a Gracián en Pastrana: ‘por la vía de la Corte, con encomendarla [la carta] mucho a Roque [de Huerta, correo mayor de Madrid], y poner buen porte, y que la dé al mismo arriero, irá segura’ (230,13). A veces el arriero se ve precisado a esperar a la puerta del Carmelo mientras T escribe su carta: ‘este arriero viene por la carta cuando se quiere marchar’ (40,1; cf 160,1). Aun así, las cartas de la Santa apenas si reflejan su intenso recurso al servicio de los arrieros castellanos y andaluces. De sus relaciones personales con ellos, escribe Gracián que la Santa los trataba como si ella misma ‘toda su vida hubiera sido arriero’ (Escholias). Carreteros. Recueros.
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