Camino de Perfección
Es la segunda obra compuesta por la Santa. No es seguro que ese título se deba a la autora. Figura en las páginas iniciales de uno de los autógrafos, pero de mano ajena. En ese mismo autógrafo escribió ella, a modo de título o dedicatoria, el siguiente epígrafe: ‘Este libro trata de avisos y consejos que da Teresa de Jesús a las hermanas religiosas e hijas suyas de los monasterios que con el favor de nuestro Señor y de la gloriosa Virgen Madre de Dios ha fundado. En especial le dirige a las hermanas del monasterio de san José de Avila de donde ella era priora cuando le escribió’ (autógrafo de Valladolid). Carece de título la primera redacción.
1.Composición de la obra
La Santa redactó el Camino dos veces. Ambas redacciones se conservan autógrafas. La primera sin división de capítulos, en la Biblioteca del Escorial. La segunda, ya en forma de libro seccionado en capítulos, en las carmelitas descalzas de Valladolid. Las dos fueron escritas en el naciente carmelo de San José de Avila. Probablemente en 1566, después de terminar el Libro de la Vida (finales de 1565), y antes de tener la visita del famoso franciscano Alonso de Maldonado (finales de 1566). La autora se decidió a redactarlo por segunda vez, por varios motivos: para darle forma de libro, de más fácil lectura en su comunidad; para atenerse a las indicaciones del teólogo amigo, que revisó el manuscrito y le tachó numerosos pasajes (entre ellos, la famosa apología de las mujeres en el capítulo 3º); y para rebajar el tono coloquial y confidencial de la redacción primera, aligerando el texto de comparaciones, de alusiones polémicas y de referencias a la propia experiencia religiosa. Todavía después de redactado el libro por segunda vez, lo sometió a la revisión del teólogo, o teólogos censores, que le borraron numerosos pasajes y le hicieron arrancar diversas hojas (por ejemplo, la comparación del juego de ajedrez con la humildad, en el actual capítulo 16: arrancó cinco folios y los sustituyó con uno).
2.Difusión y edición
Al fundar nuevos carmelos, la Santa hizo transcribir el libro. Servía para la formación espiritual de las nuevas comunidades, como había servido para la de San José de Avila. Valía para ello la redacción segunda (autógrafo de Valladolid), única que hizo transcribir. Frecuentemente hubo de corregir de propia mano las copias manuscritas: así, por ejemplo, los códices de Salamanca y de Madrid. Por fin decidió editarlo, y ‘pidió encarecidamente’ a su mecenas y amigo portugués don Teutonio de Braganza lo hiciese imprimir. Para ello se procuró una elegante transcripción, por mano de un ignoto calígrafo literato, que además de copiar, limó y remodeló abusivamente el texto. La Santa hubo de repasarlo minuciosamente, enmendando las intromisiones y falsos retoques del amanuense, y añadiendo otros de propia iniciativa (ms de Toledo). Hizo sacar nueva copia, que a finales de 1578 envió a su mecenas portugués. En Lisboa, la censura oficial puso al libro nuevos reparos, que retrasaron desmesuradamente su publicación. Hubo que eliminar el capítulo 31, que trataba ‘de la oración de quietud’. Hubo que suprimir las cláusulas que fueron tildadas por el censor Bertolomeu Ferreyra. Todo ello compensado con la elogiosa carta introductoria del propio don Teutonio: nueve páginas iniciales. Pero la edición, que había sido aprobada en Lisboa en octubre de 1580, ya no vio la luz en vida de la autora. El libro apareció en febrero de 1583, cuatro meses después de muerta la Santa. Llevaba por título: ‘Tratado que escribió la Madre Teresa. A las hermanas religiosas de la orden de nuestra Señora del Carmen, del monasterio del Señor san José de Avila ’ Era un librito de 143 hojas (286 pp.). Con ese último título lo publicaron sucesivamente el P. Jerónimo Gracián (Salamanca 1585), el patriarca de Valencia san Juan de Ribera (Valencia 1587), y fray Luis de León (Salamanca 1588).
Posteriormente los autógrafos del Camino han tenido la fortuna de sendas ediciones facsimilares: el códice del Escorial, publicado en edición fotolitográfica por don Francisco Herrero y Bayona (Valladolid 1883); y el códice de Valladolid, por Tomás Alvarez y Simeón de la Sda. Familia en la Tipografía Poliglotta Vaticana (Roma 1965). (Más datos sobre la elaboración y edición del Camino pueden verse en la amplia introducción que acompaña a esta edición vaticana).
3.Doctrina del Camino
En la intención de la autora, el Camino debería desempeñar una función pedagógica dentro del Carmelo: serviría para formar a las religiosas y a la vez a la comunidad contemplativa. Marcarles los ideales, el estilo de vida, el ‘camino de la oración’ (21,7; 39,7). Como libro de iniciación, debería preceder a la lectura del Libro de la Vida, y completar lo que apenas quedaba apuntado en los brevísimos textos de la Regla y las Constituciones. Lo primero quedaba expresamente dicho al terminar el libro, en la primera redacción: ‘para las que hubieran llegado a ella (a la fuente de agua viva), será de grande provecho (la lectura del Libro de la Vida). Procuradle, que el P. Fray Domingo Báñez le tiene. Si éste (el libro del Camino) va para que le veáis y os le da, también os dará el otro’ (epílogo del Camino). En cuanto a lo segundo, su razón de complemento de la Regla y las Constituciones del Carmelo, ya lo indicó la autora al comenzar la sección ascética de la obra (c. 4,1-4).
Ante todo, el libro formulaba en términos inequívocos el ideal contemplativo-apostólico de la comunidad teresiana: su carisma. La carmelita y la comunidad no sólo se entregan a una vida netamente contemplativa, sino que la deberán concebir y vivir en función de servicio eclesial, con la mira puesta en los grandes intereses y necesidades de la Iglesia, como respaldo a sacerdotes, teólogos y misioneros, y como intercesión por los grandes males y necesidades de los hombres (cc. 1-3).
Para bien fundar la vida contemplativa, Teresa propone en la primera parte del libro un programa ascético de corte evangélico, práctica personal y comunitaria de unas pocas virtudes fundamentales: pobreza como la propuesta en el Evangelio o como la vivida por Jesús, amor de unos a otros, desasimiento para lograr la plena libertad de espíritu, y humildad, concebida como total disponibilidad a los designios de Dios y como aceptación de la verdad de uno mismo: capítulos 4º y siguientes. Añadirá luego otras dos actitudes de fondo: sed del agua viva, es decir, tensión y vivos anhelos de santidad; y ‘determinada determinación’ (cc. 19-23).
Por fin, la segunda mitad del libro (cc. 22-42) introduce al lector en la oración y contemplación. Para ello adopta como lección de base la oración de Jesús, concretada en el Padre nuestro. Al mismo Jesús lo propone como gran modelo orante y contemplativo. La oración del cristiano deberá introducir al orante en los sentimientos de Jesús, en su estilo de relaciones con el Padre, y en su atención amorosa y afectiva a los hermanos. Una a una las peticiones del Padre nuestro sirven a Teresa para interiorizar la oración (educar al recogimiento: cc. 26-29), para formar en la oración litúrgica por antonomasia que es la Eucaristía (cc. 33-35), y finalmente para no perder de vista las exigencias radicales de la auténtica contemplación: el perdón de los hermanos y el amor a los enemigos (cc. 36-38).
El libro termina fomentando y afinando el ‘sentido de Dios’ en el orante: dos actitudes de fondo, ‘amor y temor de Dios’. Temor, que deberá desarrollar el sentido de trascendencia. Y amor, que afine el sentido filial, de intimidad con Jesús y con el Padre, o de la presencia de Dios en el orante.
4.Desde el punto de vista pedagógico
El libro adopta un estilo dialogal, más bien estrictamente coloquial, de gran inmediatez e intimidad con las lectoras, cuya ideología y sentimientos, fallos, defectos y anhelos toma de mira constantemente. Con el propósito secreto de forjar un nuevo estilo de vida y convivencia. Pedagogía intencionadamente femenina, de mujer para mujeres.
En coherencia con ese enfoque, florece en el libro todo un ramillete de comparaciones caseras. Pero, más allá de las comparaciones, lo que en el fondo caracteriza la pedagogía ascética del Camino es el doble filón simbólico subyacente. Por un lado, el simbolismo de la militancia (inspirado en san Pablo y en la Regla del Carmelo): somos castillito, somos soldados selectos, encerradas peleamos, como soldados que no luchan por la paga sino por la vida, somos como el alférez en la batalla con la bandera en alto, en la Iglesia estamos a las órdenes de los capitanes, ‘determinadas… así se hunda el mundo’, empeñadas en dar jaque mate al Rey de la gloria como la dama en el juego de ajedrez… Por otro lado, el simbolismo amoroso, nupcial, intimista: enamoradas como la mujer biencasada lo está de su marido, o somos esposas del Rey o no lo somos, tenemos palacio interior, no estamos huecas por dentro, acuciadas por la sed del agua viva, convencidas de que existe la fuente que es El, la vida entera es ‘camino’ hacia la Fuente, convencidas de que la Eucaristía es El en persona y ‘tanto lo podemos desear… que se nos descubra’…
Como ocurre con los otros libros de la Santa, también el Camino es precioso por contener jirones de la experiencia religiosa vivida por ella. En el ámbito de la literatura espiritual cristiana, habría que destacar además otros méritos del libro: el Camino es un documento histórico de la vida religiosa en período de cambio. Es una versión original de la ascética cristiana, con una relectura del evangelio hecha con ojos de mujer, capaz de configurar las líneas maestras de la ascesis a base de lo sustancial y dejando de lado estructuras deformantes. El Camino es un clásico de la pedagogía de la oración; puede figurar entre los grandes comentarios de la oración dominical, el Padrenuestro.
Entre los libros teresianos, el Camino fue especialmente valorado por la autora: único de sus libros que ella tuvo empeño en publicar. Cuando alguien le aseguró confidencialmente que leer las páginas de esta obra era como leer Sagrada Escritura, ella aceptó gozosa esa loa.
BIBL. M. Herráiz, Introducción a Camino de Perfección, Castellón, 1981; T. Alvarez, El segundo autógrafo del Camino de Perfección. Avatares de su elaboración, «MteCarm» 98 (1990), 129-166; Id., Contenido polémico del Camino de Perfección, en «Estudios Teresianos» II (Burgos, 1996), 531-555.
T. Alvarez