Hermano de Teresa, cuatro años más joven que ella. Nacido en Avila en 1519. Muy joven todavía, asiste a Teresa gravemente enferma, durante el colapso en casa de su padre (1539). Cuenta el historiador de la Reforma: ‘Lorenzo de Cepeda, su hermano, que había quedado en vela, se durmió. Y una vela que había quedado ardiendo sobre la cama se acabó. Y si no despertara con el humo Lorenzo, pereciera Teresa’ (Reforma de los descalzos, I, 1, 12, p. 42). Al año siguiente marcha a las Indias: se embarca en Sevilla con sus hermanos Jerónimo y Pedro el 5 de septiembre (1540), a las órdenes de Vaca de Castro. Desde Centroamérica pasa a Colombia (Buenaventura, Popayán, Pasto…) y finalmente interviene en la batalla de Iñaquitos (18.1.1546), de la que sale malherido, pero conservando el sello regio que más tarde pone en manos de Pedro de la Gasca. Lorenzo lucha también en la batalla de Jaquijaguana (9.4.1548) y se instala sucesivamente en Quito, donde desempeña altos cargos de regidor, tesorero regio, capitán general y alcalde de la ciudad. El 18 de mayo de 1556, en Lima, contrae matrimonio con doña Juana Fuentes de Espinosa y fija su residencia definitiva en Quito. Don Lorenzo y doña Juana tuvieron siete hijos, de los que tres fallecieron en edad prematura. Al fallecer ella el 14.11.1567, quedaban a Lorenzo tres niños y una niña de solo un año de edad, Teresita. Para esas fechas ya había reanudado la correspondencia epistolar con la Santa. Le había enviado ayuda económica para erigir el conventico de San José (V 33,12; y cta 2), a la vez que había contribuido a restañar heridas familiares entre las otras dos hermanas de la Santa. Esta a su vez, a requerimiento de Lorenzo, le había enviado copia de la ejecutoria de hidalguía (cta 2,13). Por fin, a instancias de T, Lorenzo proyecta el regreso a España. El 5 de agosto de 1573 obtiene cédula regia de Felipe II para regresar por dos años, ‘dando fianzas y dejando [en Quito] persona que cumpla con su vecindad’ (Pólit, pp. 336-337).
En 1575 emprende el viaje de regreso acompañado de sus cuatro hijos y de dos hermanos, Pedro y Jerónimo. Este último fallece en el Puerto Nombre de Dios (Centroamérica), y durante la travesía muere asimismo uno de los hijos, Esteban. Los cinco restantes hacen puerto en Sanlúcar de Barrameda en agosto de ese año y rápidamente se personan en Sevilla, donde se encuentran con la Santa: ‘Fue Dios servido que viniese entonces de las Indias un hermano mío, que había más de 34 años que estaba allá… El nos ayudó mucho’ (F 25,3). Ya en Avila, Lorenzo adquiere la finca de La Serna, donde se instala con sus dos hijos (Teresita vive en el Carmelo abulense) y con su desventurado hermano Pedro, enfermizo y deprimido. El 22 de mayo de 1578 consigue cédula regia que lo dispensa de regresar a Quito y le permite enviar en su lugar a su hijo Lorenzo para que éste se haga cargo de las encomiendas de indios y otros bienes aún vinculados al padre. Lorenzo hijo no logrará embarcarse para América hasta abril de 1580. Algo más de un mes después, fallecía de improviso don Lorenzo en su finca de La Serna (26.6.1580). La noticia llega enseguida a la Santa en Segovia, quien informa a Lorenzo hijo, en Quito: ‘Murió encomendándose a Dios y como un santo… Estaba ahora de suerte que no quisiera tratar cosa de la tierra… Si yo pudiera escribir algunas cosas particulares de su alma… A mí me ha hecho gran soledad, más que a nadie…’ (cta 363, 3-4). En síntesis, Lorenzo había vivido 21 años en el hogar familiar de Avila, casi 35 en América, y los cinco finales en su casa de La Serna.
En la biografía de T es relevante el episodio humano y espiritual de intensa comunión fraterna de estos últimos cinco años. Al llegar a Sevilla Lorenzo en 1575, queda fascinado por el encanto humano y por la aureola mística de T. No sólo queda humanamente subyugado por ésta, sino que entra de lleno en su órbita religiosa, espiritual y mística, y pasa a compartir con ella vida teologal. Desde el primer momento pone a disposición de ésta su persona y sus haberes. Luego se deja adoctrinar por ella en la oración y en la virtud. Entablan comunicación intensa: cuando Teresa le escribe, no sabe acabar (ctas 172,1; 177,18…). ‘Es como un ángel’, escribe ella (cta 105,9). Le hace tomar parte con san Juan de la Cruz y otros en el Vejamen. Lo incita a ponerse bajo la dirección espiritual del Santo (177,2). Comparte con él mística y poesía: ‘Oh Hermosura que excedéis…’ (172,22), coplas y gracias místicas. Lo invita a leer Vida y Camino y no tiene inconveniente en que vea sus otros papeles íntimos (ctas 113, 5-7; 172,8). Lo ayuda a mantener el sentido práctico en el uso de sus dineros (ctas 129 y 132…).
Y por fin, cuando en los últimos años se le plantea a Lorenzo el serio problema de soportar a su hermano Pedro, neurótico e insolente, ella le recuerda que ‘a quien Dios hace las mercedes que a vuestra merced’, es normal que le exija tales prestaciones (cta 337,4). En su testamento, Lorenzo quiso ser enterrado en una capilla de San José de Avila (cta 364,8…), y en ella descansan sus restos mortales. Teresa, en efecto, luchó incansable por que se respetasen las últimas voluntades de su hermano. Lorenzo, en cambio, nos legó hasta 16 cartas de T. Cf Pólit, pp. 336-352. Su testamento: ib pp, 353-373.