Jesuita, gran colaborador de la Santa. Nacido en Santiago de Compostela hacia 1524. Ingresó en la Compañía en 1552. Fue sucesivamente rector de los colegios de Murcia, Ocaña, Belmonte, Oropesa y Cuenca. El y la Santa se conocieron en Toledo, durante la estancia de ésta en casa de doña Luisa de la Cerda (1562). Luego la ayudó en las fundaciones de Malagón y de Toledo. Para esta última, tomó él la iniciativa, pues ‘tenía mucho deseo de que se hiciese un monasterio de éstos en este lugar’ (F 15,1). En la serie de confesores elaborada por T para la Inquisición de Sevilla, lo enumera a él: ‘al doctor Pablo Hernández en Toledo, que era consultor de la Inquisición’ (R 4,3). En el relato de las Fundaciones (15,1) puntualiza: con él ‘yo estando en este lugar [Toledo] me había confesado cuando estaba concertando la fundación de Malagón’ (1568). Entre ambos media un carteo del que nos queda apenas un botón de muestra (cta 269). De la estima en que Hernández tenía a la Santa da fe Ribera: ‘Había quedado … con tanta estima de su prudencia y santidad, que decía después: la madre Teresa de Jesús es muy gran mujer de las tejas abajo, y de las tejas arriba muy mejor’ (‘La Vida de la M. Teresa…, 2,13, p. 185). Por su parte, ella le puso el remoquete de ‘Padre eterno’ (cta 8,12). El episodio culminante de esa mutua estima lo representas la carta 269, escrita el 4 de octubre de 1578, en el momento crucial de la obra teresiana, cuando el nuncio papal, Felipe Sega, la ha denostado a ella (‘de mí le dicen que soy una vagamunda e inquieta’: ib n. 3), y rehúsa responder a sus cartas (cta 261,1 y 269,5), y tiene sentenciados a reclusión a los principales descalzos, sobre todo a Gracián, a quien ha condenado con un breve lleno de descalificaciones. Es el momento en que la Santa recurre al P. Pablo Hernández: portador de la carta es Roque de Huerta, a quien encomienda otra misiva para el confesor del Nuncio. El portador informará al destinatario de la realidad de los sucesos, concretamente de los nueve meses de fray Juan de la Cruz en prisión (cta 270,2). Al destinatario le envía la documentación que a ella la ha facultado para fundar (cta 270, 2; y 269,10) y le encomienda sobre todo dos cosas: que medie ante el Presidente del Consejo Real, Antonio Mauricio de Pazos, a quien ella supone informado tendenciosamente por el Nuncio; y que a ser posible hable con el confesor de éste último, ‘para que le ponga en conciencia que no publique cosas tan perjudiciales hasta informarse’ (269,9). Es, sin duda, uno de los pasos más atrevidos que la Santa había dado en toda su vida. La mediación del P. Pablo Hernández tuvo feliz desenlace en la sentencia definitiva de Sega y los cuatro jueces, enviada al Rey el 15 de julio del año siguiente 1579 (MHCT 2,99-107).
Por