El sentido del humor es una de las facetas de la espiritualidad teresiana. Exponente de su humanismo. En la línea de la jovialidad, cercana alguna vez a la ironía, pero sin mordacidad ni causticidad. Aquí nos interesan tres aspectos: 1. Sentido del humor en Teresa; 2. Sus escritos humoristas; 3. Humorismo en la leyenda teresiana.
1. Su sentido del humor
Suele citarse como episodio de la leyenda teresiana el dicho de T: ‘¡De santos encapotados nos libre Dios!’ Pues bien, no es leyenda sino historia. Lo cuenta así su enfermera y compañera de viajes, Ana de san Bartolomé, hablando de su manera de viajar: ‘No era amiga de gentes tristes, ni lo era ella, ni quería que los que iban en su compañía lo fuesen. Decía: Dios me libre de santos encapotados’ (MHCT 5,11). La Santa misma ironiza en las Moradas (5,3,11) a propósito de los orantes ‘encapotados’, que confunden el recogimiento con el encapuchamiento. Ironiza y humoriza, es decir, capta fácilmente el lado cómico de situaciones y personajes. Y lo expresa en tono jovial, sin caer en el burlón, y mucho menos en el sarcástico.
Admira de verdad a una de las mujeres más cotizadas por los abulenses de su tiempo, Maridíaz. Pero celebra su humorismo. Se lo recuerda a una noble navarra que, como aquélla, lo ha dejado todo y se ha hecho novicia carmelita en Soria: ‘Heme acordado de una santa que conocí en Avila, que cierto se entiende lo fue su vida de tal. Habíalo dado todo por Dios cuanto tenía, y habíale quedado una manta con que se cubría, y diola también. Y luego dale Dios un tiempo de grandísimos trabajos interiores y sequedades. Y después quejábase mucho y decía: ¿De esos sois, Señor? Después que me habéis dejado sin nada ¿os me vais?…’ (cta 449,3).
A una joven portuguesa, dicharachera y danzarina, le da el nombre familiar de Maribobales. Para ella, hermana de velo blanco, servía lo de ‘también entre los pucheros anda el Señor’ (F 5,8). En este mismo libro, humoriza recordando la entrada del carromato lleno de monjas, en Medina, de noche, a la hora en que ‘se encerraban toros para correr otro día… Fue misericordia de Dios no nos topar con alguno’ (3,7). Entre los episodios narrados en ese libro, es típico el de la noche de ánimas pasada en el destartalado caserón de los estudiantes de Salamanca (19,4).
Humoriza a propósito de la conquista y ‘la estatura’ de fray Juan de la Cruz, ‘medio fraile’, ‘Senequita’, ‘el santico de fray Juan’… Cuando se ve precisada a inventar criptónimos para designar a ciertas personas en su carteo con Gracián, propende a los motes de humor: para los altos personajes, Matusalén, Melquisedec, el Pausado, el Padre Eterno…; para los de fácil abordaje, Perucho, la Lloraduelos, la Delgada, Periquito, el Patillas, las Cigarras…
Es capaz de inyectar unas gotas de humorismo en su propia vida mística, incluso en su relación personal con ‘Su Majestad’, el Señor: ‘Señor, mirad lo que hacéis… No sea tanto el amor, que pongáis en aventura joyas tan preciosas… Con decir(le) disparates, me contento algunas veces’ (V 18, 3-4). O bien, el requiebro humorista del c. 37, n. 8, en clave de enamorada.
Teresa humoriza también esta vez, sin tono jovial a propósito de la fama de santa con que la acosan: está cansada de ‘oír tantos desatinos. Que allá (en Avila), en diciendo que una es santa, lo ha de ser sin pies ni cabeza. Ríense porque yo digo que hagan otra allá, que no les cuesta más de decirlo’ (cta 320).
T conoce y no le agrada el ‘malhumor’ ajeno (cf cartas 186,3; 143,8).
2. Escritos humoristas
Aparte los incisos diseminados en sus escritos mayores o en sus cartas, T nos dejó tres pequeñas piezas humorísticas.
La primera fue su poema al cambio de hábito religioso en el recién fundado Carmelo de San José (Po 31). Ella y las jóvenes del grupo optan por el sayal que visten los pobres aldeanos de Castilla. Y ante el temor de que el sayal llegue a cobijar una plaga de parásitos, Teresa propone a las del grupo una procesión por el convento, cantando el poema que ella ha compuesto para el acto (año 1562). Es su único poema humorista. Comienza con la estrofa:
‘Pues nos dais vestido nuevo,
Rey celestial,
librad de la mala gente
este sayal…’
La segunda es la ‘Respuesta a un desafío’ (1573-?). Ella y las monjas de la Encarnación han sido desafiadas por ‘los caballeros de la Virgen’ del noviciado de Pastrana. Contra el cartel de reto, T redacta enseguida un contracartel, que ironiza sobre los caballeros ascetas, y ‘vuelve a lo divino’ el desafío trasladándolo a otro campo espiritual, no tan ascético, más realista y místico. Hace entrar en el juego a sus monjas (ella es la priora), y al Padre espiritual de la comunidad, que es fray Juan de la Cruz. Cuando, al final, desciende ella al ruedo, lo hace con una respuesta entre humorista y grotesca, pero que imparte una buena lección a los del reto.
La pieza tercera es el ‘Vejamen’: especie de vuelta a lo divino de un torneo literario de los de su tiempo. Teresa misma hace de juez de los textos espirituales aportados por los participantes, entre los cuales figuran su hermano Lorenzo y el propio fray Juan de la Cruz. A todos ellos, burla burlando, Teresa les propina una sentencia espiritual, que esta vez, sí oscila entre lo humorista y lo satírico. Hasta el punto de que más de uno de los concursantes frunce el ceño y ella tiene que dar explicaciones. No, por cierto, a fray Juan de la Cruz, cuyo escrito también ha sido tomado de mira.
Algo de ese estilo humorista de T llevado a lo espiritual, cundió entre sus seguidores. El más representativo, Jerónimo Gracián. Cuando en 1578, en plena borrasca fraterna, este prohombre se ve despojado de poderes y de prestigio, a punto de ingresar en la cárcel y no sin cierto miedo de la horca, Teresa le escribe animándolo a llevar la cruz, pero también humorizando. Le responde a ‘una carta que me escribió, llena de cerro y melancolía…’ (cta 261,1). Gracián vive a salto de mata, escondido de los alguaciles que lo indagan. Ella prosigue: ‘Si con tan buena vida (!) tiene ese cerro, ¿qué hubiera hecho con la que ha tenido fray Juan?’ Este último es fray Juan de la Cruz, que hace sólo unos días se fugó de la carcelilla de Toledo.
‘Cerro’, con significado de pesimismo y desesperanza, es vocablo acuñado por ella para la ocasión. Y debió ser tan certero, que no mucho después (1582), Gracián escribirá con ese título el folleto más humorístico de la literatura espiritual posteresiana. Su título completo es: ‘El Cerro: tratado de la melancolía’, especie de constituciones jocosas en las que el provincial de todos los frailes melancólicos, por nombre ‘fray Melanco Cerruno’, ordena a los religiosos ‘cerrunos y melancólicos’ todo lo contrario de lo que han de hacer, porque ellos normalmente hacen lo contrario de lo que se les manda (cf Ildefonso Moriones, que ha hecho la primera edición de El Cerro, Roma 1960) y de nuevo lo ha publicado en Humor y Espiritualidad, Burgos 1966).
3. Humorismo en la leyenda teresiana
Como en casos similares, la leyenda teresiana refleja la imagen que la gente sencilla del pueblo ha forjado y difundido de la fusión de humanismo y santidad en la persona de T. En el libro titulado Leyenda áurea teresiana (Madrid 1970), ha recogido su autor, Otilio Rodríguez, unos 35 fiorettis populares referidos a la vida de T. Ya antes había reunido otra serie de episodios don A. Castro Albarrán, con el título Polvo de sus sandalias (Salamanca 1931). Ambos autores se aplican a indagar las raíces históricas de cada episodio popular. En clave ya netamente histórica, escribiría más tarde Alfonso Ruiz, sus Anécdotas Teresianas (Burgos 1565).
No siempre los ‘fiorettis’ tienen base rigurosamente histórica. Pero tienen siempre valor de retrato: así ha visto el pueblo el lado humanista y humorista de la santidad de Teresa: tanto al presentarla identificándose consigo misma (‘hermosa, discreta y santa’: Otilio, p. 153), como al confrontarla con la presunta seriedad de fray Juan de la Cruz (‘la dama y el galán’: Otilio, p. 53); lo mismo cuando responde al escandalizado alcalde manchego lo de ‘cuando perdiz perdiz, cuando penitencia penitencia’ (Otilio, p. 29), o cuando dialoga con el Señor desde el atolladero en que se ha hundido el carromato: el Señor que le dice ‘Teresa, así trato a mis amigos’, y ella que le responde ‘por eso tienes tan pocos’ (Otilio, p. 39).
Muchas de esas leyendas arrancan de fines del siglo XVI (la de las ‘tres mentiras’, por ejemplo) o principios del XVII. Con ellas logró el pueblo devolver realismo y autenticidad a la imagen de la Santa. Mientras biógrafos, procesos canónicos, y artistas (poetas, pintores y escultores) insistían unilateralmente en lo místico, en la santa ‘seráfica’, en sus éxtasis y transverberación…, el pueblo captó la componente festiva, jovial y humorista de la persona y los escritos de Teresa. Desafío espiritual. Vejamen.
BIBL. Marie-Jacqueline de J., Sainte Thérèse et lhumour, en «Carmel» 55 (1989), 39-51; Alfonso Ruiz, Anécdotas teresianas, Burgos 1982; A. Castro Albarrán, Polvo de sus sandalias, Burgos, 1999; T Alvarez, Una instantánea de dinámica comunitaria en la escuela de Teresa y de Juan de la Cruz, en «Estudios Teresianos» II, Burgos 1996, pp. 287-312; P. SImeón de la S. F., Humor y espiritualidad, Burgos 1970.
T. Alvarez