Religioso dominico, primer destinatario del Libro de la Vida. Había nacido en Oropesa y Corchuela (Toledo) hacia 1515, de la familia de los condes de Oropesa. Hijo de Luis de Toledo Pacheco, hermano de Francisco de Toledo (conde de Oropesa). Joven todavía, viajó a Méjico al lado de don Antonio de Mendoza, Virrey de Méjico, en 1535. Ahí se apartó de la política e ingresó en el convento de Santo Domingo, donde hizo su profesión de dominico y estrenó sus afanes de predicador y de apóstol. En 1545 regresó a España, donde lo hallamos actuando de suprior del convento de Santo Tomás de Avila en 1555. Sería entonces cuando entabló relaciones y confesó por primera vez a la Santa. Años después pasó al convento de Talavera, que había sido fundado por el famoso padre Juan Hurtado. Sucesivamente será prior en el convento de la Madre de Dios de Alcalá de Henares. En 1568 fue nombrado maestro de novicios (cta 12,3). Y al año siguiente, solicitado por su primo Francisco de Toledo, se embarcó con él, rumbo al Perú, donde este mismo iba con el cargo de virrey. Ya en Lima, el padre García será asesor de su primo, lo acompañará en sus visitas al virreinato, lo orientará en la elaboración de nuevas ordenanzas para el buen gobierno, y lo aconsejará asiduamente en sus empresas. El 28.6.1577, el capítulo reunido en Lima lo elige provincial de la provincia dominica de San Juan Bautista de Perú, que por esas fechas consta de dos centenares de religiosos. Con la ayuda de misioneros dominicos funda la ciudad de Oropesa (Perú) en recuerdo de su villa natal. En Lima decide el traslado de la Real Universidad a lugar adecuado e independiente (1577). Al finalizar su provincialato (1581), regresó a España, juntamente con el virrey, retirándose al convento dominico de San Ginés de Talavera (Toledo), donde murió en 1590, a los 75 de edad.
Con la Santa, el padre García de Toledo mantuvo relaciones intensas: ella misma refiere su encuentro con él en 1562, estando en el palacio de doña Luisa de la Cerda en Toledo, y cómo lo pidió a Dios por amigo de ambos: ‘Señor, no me habéis de negar esta merced: mirad que es bueno este sujeto para nuestro amigo’ (V 34,8). Súplica que surtió efecto, no sin un episodio delicioso entre los cuatro interesados: el Señor, Teresa, García de Toledo y el amigo de ambos Pedro Ibáñez, que es quien lo refiere gozosamente (BMC 2,149-150). La Santa referirá, a su vez, cómo, hablando con él de tema espiritual, llega a extasiarse (V 34,15). A él alude la autora como responsable de la orden de escribir el libro (10,7). A él enviará, apenas escrito, el autógrafo de Vida: ‘no había acabado [yo] de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él’, es decir, por el autógrafo (ib epílogo, 2). A él suplica la Santa ‘lo enmiende y haga trasladar’ para enviarlo a san Juan de Avila sin que nadie conozca su letra (ib). Será el P. García quien revise la primera redacción del Camino, y quien probablemente se lo mande redactar por segunda vez, y de nuevo revise esta segunda redacción. Él mismo fue el primero en proponer a la Santa redactar la historia de la fundación de San José, que luego continuaría en el relato de las Fundaciones (F pról, 2). Pero donde más presente y determinante es la presencia del P. García es a lo largo del relato de Vida: son numerosos los capítulos escritos en diálogo o en estrecha intimidad con él: ‘rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida’ (V 16,8; y cf 10,8; 36,29…; 40,23). En ese clima de intimidad, mientras escribe, se dirigirá a él llamándolo ‘hijo mío’, ‘padre mío’, ‘mi confesor’, ‘a quien he fiado mi alma’, ‘de esta manera vivo ahora, señor y padre mío’ (V 16,6; 40,23). Igualmente, al elaborar para los inquisidores de Sevilla la lista de sus asesores espirituales, lo mencionará expresamente, junto a ‘fray Pedro Ibáñez, que era entonces lector en Avila y grandísimo letrado, y con otro dominico que llaman fray García de Toledo’ (R 4,8).
Una vez que el padre García ha llegado a Lima, la Santa lo recomienda a Lorenzo de Cepeda,también residente en Lima: ‘con el padre fray García de Toledo, que es sobrino [primo] del virrey -persona que yo echo harto menos para mis negocios- podrá vuestra merced tratar’ (cta 24,14, escrita en enero de 1570). Desde Perú el p. García se carteará con Teresa (cta 39,4), quien no titubeará en escribir al propio virrey (ib: ‘en los envoltorios le escribía’, carta perdida, de ese año 1570). Y cuando en 1581 aquél regrese por fin a España, enseguida conocerá ella su proyecto de viaje y acogerá con alborozo su llegada a Sevilla: ‘en gran manera me holgué de saber estaba ahí [Sevilla] el mi buen padre fray García… Muéstrenle mucha gracia. Que hagan cuenta es fundador de esta Orden según lo que me ayudó…’: se lo dice a María de San José, priora del Carmelo hispalense (cta 412,7: del 8.11.1581). ‘Se espantaría si supiese lo que le debo’ (ib 17). El egregio dominico no logró ver realizado su deseo de encontrarse de nuevo con la Santa: al llegar él a Avila, ésta moría en Alba.