El Carmelo de Valladolid es la cuarta fundación de la Santa. Para realizarla, tuvo que dar largas a la fundación del Carmelo de Toledo, ya proyectado. Pero se interpuso un episodio dramático, la muerte improvisa del donante de la casa y de los terrenos para la fundación vallisoletana, don Bernardino de Mendoza.
Era don Bernardino hermano del obispo de Avila, don Alvaro, y fue él quien tuvo la iniciativa de la nueva fundación, avalada con la oferta generosa de locales amplios y hermosos: ‘una casa que tenía escribe Teresa, con una huerta muy buena y grande, que tenía dentro una gran viña…, que tenía harto valor’ (F 10,1). Él era ‘caballero principal’, pero ‘mancebo’, es decir joven y soltero. Sorprendido por la muerte, la Santa se apresuró a cumplir la voluntad del finado, y tomó posesión de todo. Llegó el 10 de agosto de 1568 a la finca, sita en Río de Olmos, a ‘casi un cuarto de legua de la ciudad’ (F 10,1). Cuanto antes hizo celebrar la primera misa en la iglesita improvisada, y el día de la Asunción (15 de agosto) inauguró oficialmente el nuevo Carmelo (F 10,6).
‘Llámase este monasterio la Concepción de nuestra Señora del Carmen’ (título del c.10).
El relato de la fundación, hecho por la Santa en el capítulo 10 de su libro nos pone al corriente de uno de sus criterios de fundadora: sus Carmelos deberán ser un pequeño oasis de soledad, pero no erigidos en el desierto material sino, a ser posible, en el corazón de la ciudad. Por ese motivo, aceptó de momento los locales de Río de Olmos, lejos del casco urbano, pero en espera de solución mejor. Y, de hecho, pronto trasladó la comunidad a Valladolid, gracias al apoyo incondicional de otra hermana de don Alvaro, doña María de Mendoza, que será de por vida gran amiga de T y de sus Carmelos.
El resto del relato centra la atención en las personas: dos vocaciones jóvenes y excepcionales que llegaron enseguida al Carmelo pucelano: la adolescente Casilda de Padilla y la joven Beatriz Oñez, que una vez profesa fallecerá en olor de santidad (c 12).
Otro detalle importante, aunque recordado sólo de paso en el relato teresiano, se refiere a un excepcional compañero de fundación: ‘Estaba con nosotras… uno de los frailes que queda dicho que quería ser descalzo, que se informaba de nuestra manera de proceder en estas casas’ (F 10,4). Era fray Juan de la Cruz, que en el Carmelo vallisoletano hace su aprendizaje teresiano, meses antes de estrenar vida en Duruelo.
En resumen:
9 de agosto de 1568, T viaja de Medina a Valladolid, acompañada de san Juan de la Cruz.
15 de agosto inaugura el Carmelo en Río de Olmos.
(28 de noviembre, san Juan de la Cruz inaugura Duruelo).
3 de febrero de 1569, traslado de la fundación a Valladolid.
21/22 de febrero. T viaja de Valladolid a Medina y Duruelo (F 14,6).
Bibl. Juan Luis Rodríguez – Jesús Urrea, Santa Teresa en Valladolid y Medina del Campo, Valladolid 1982.
F. Domingo