A la fundación del Carmelo de Villanueva de la Jara (Cuenca) dedica la Santa uno de los capítulos últimos de su libro de fundaciones, el 28. Es patente que, mientras lo escribe, a la madre fundadora se le desborda la simpatía por la pluma. Con una fina dosis de ternura por las gentes de la villa manchega. Era el primer Carmelo que fundaba, tras la penosa suspensión provocada por las iras del nuncio papal Felipe Sega. Habían sido cuatro años de pausa: 1577-1580.
Entre tanto nueve mujeres del pueblo, todas bien humildes pero de arrestos, enviaban a la Santa mensajeros en serie solicitando su presencia y el hábito del Carmen. Las nueve se habían encerrado en una pequeña ermita de Santa Ana, donde vivían en extrema pobreza, trabajaban para ganarse el pan de cada día sin mendigarlo a nadie, oraban e incluso recitaban el Oficio divino, a pesar de que sola una de ellas leía bien y tenían que habérselas con breviarios latinos, viejos y discordes… Recordándolo, humoriza la Santa: ‘Dios tomaría su intención y trabajo, que pocas verdades debían decir’ (F 28,42).
Para mayor incentivo, allí cerca otra mujer atípica, la famosa Catalina de Cardona, había erigido en La Roda un auténtico eremitorio de carmelitas descalzos, quienes no sólo admiraban a la fundadora del lugar, sino que acosaban a la Santa con instancias y ruegos, secundando las peticiones de ‘las nueve’. Fueron cuatro años de súplicas. Cuatro años de dilaciones y de veladas negativas por parte de T. Hasta que interviene la voz interior su Señor con una auténtica orden de mando.
Una vez decidida, T emprende el camino. Toma por compañeras a dos monjas del Carmelo de Toledo y otras dos de Malagón. Hace un alto en el santuario de nuestra Señora del Socorro (La Roda), donde evoca la figura de la Cardona, fallecida poco antes. Y, por fin, el día 21 de febrero de 1580 llega a Villanueva, donde el pueblo entero sale a su encuentro para llevarla en procesión hasta la parroquial y desde ésta a la pequeña ermita de Santa Ana, donde la esperan las felices postulantes. ‘Este mismo día se puso el Santísimo Sacramento en la iglesia de la gloriosa Santa Ana, a la hora de misa mayor. Saliéronnos a recibir todo el ayuntamiento y otros algunos con el doctor Ervías…’ (F 28,37).
Había emprendido viaje en Malagón el 13 de febrero de 1580.
El 17 de febrero hace un alto en la ermita del Socorro, en La Roda.
El 21 hace el ingreso en Villanueva e inaugura la fundación (F 28,37).
El día 25 da el hábito del Carmen a ‘las nueve’ ermitañas.
Pasa un mes en Villanueva, y el 20 de marzo sale rumbo a Toledo.
Entre las venidas con ella, hay una monja excepcional, Ana de san Agustín, que durante años será priora de la comunidad y morirá en olor de santidad.
Aún hoy, el Carmelo de Villanueva de la Jara sigue siendo un precioso relicario de recuerdos y de espíritu teresianos.
Bibl. Documentación sobre la fundación puede verse en la BMC 6, 332; Angel M.ª Plaza, La Santa Andariega en Villanueva de la Jara, Valencia 1980.
F. Domingo