1. El clero es la clase social más cercana a Teresa. También la más determinante para una religiosa como ella. De las dos ramas en que estaba dividido -secular y regular- aquí nos ocupamos de sola la primera. En la España de entonces el clero estaba organizado piramidalmente: en la base, estamento del bajo clero (curas rurales, párrocos urbanos, capellanes); alto clero de Obispos, Arzobispos y Abades exentos; y por fin ministros representantes del centro eclesial romano, nuncios, curiales romanos, Sumo Pontífice. Teresa cuenta en su familia con un sacerdote, hermano de don Alonso, al que jamás alude. En cambio, tiene la suerte de mantener relaciones personales con los diversos estratos del escalafón eclesiástico. Conoció no sólo a las personas, sino la burocracia oficial, insoslayable. Pero, sobre todo, dependió de todo eso en su actividad de fundadora. Por tanto, a partir del tercer período de su vida (1560 )
2. Entabla relaciones con la cima del alto clero. Apenas ella decide fundar un Carmelo, cae en la cuenta de que la cosa depende de Roma. Es Papa en ese momento Pío IV (el que clausuró el Concilio). Y de Roma le llegan sucesivamente tres licencias de fundación. Inútil la primera. Tiene que solicitar, y pagar, una segunda (que viene dirigida, no a ella, sino a sus amigas Aldonza y Guiomar). Y todavía necesita pedir una tercera (1565: cf Vida 39,14). Era su primera experiencia de la burocracia romana. En adelante tendrá que entenderse con los nuncios papales en Madrid. Primero con el Nuncio Crivelli. Sucesivamente con el bondadoso Nicolás Ormaneto (de la escuela de san Carlos Borromeo). Y finalmente con el adverso Felipe Sega que, por lo visto, la juzga poco benévolamente como mujer (de mí le dicen que soy una vagamunda e inquieta : cta 269,3). En realidad Sega nunca se digna tener en cuenta la obra ni la persona de esta 'mujer'.
3. La Iglesia española de entonces está dividida en Provincias eclesiásticas. Las dos más importantes tienen pormetrópoli, una a Toledo, la otra a Santiago de Compostela. Toledo es la más poderosa (llega desde Valladolid hasta el Mediterráneo). Pero Ávila pertenece a la Provincia de Santiago, aunque Teresa tendrá estrechas relaciones con el Arzobispo de Toledo, Cardenal Quiroga. (Las tiene también con el futuro Arzobispo de Santiago, Dr. Alonso Velázquez, su confesor.) Ávila cuenta con un copiosísimo y poderoso cabildo, no siempre afecto a Teresa. De seguro conoce ella el tremendo trauma de la Iglesia toledana: el secuestro y encarcelamiento del Arzobispo Carranza, por pura envidia de sus conmilitones, seguido de una vil política de Felipe II. Cuando Teresa funda en Toledo, la diócesis -dice ella- carece de prelado, y ella hubo de enfrentarse enérgicamente con el gobernador suplente, Gómez Tello Girón, para arrancarle el permiso. Toledo entonces era buena mirilla para el oteo del sombrío horizonte español.
4. Teresa se trata personalmente al menos con diez Obispos españoles y uno portugués. El que más desinteresadamente colaboró con ella fue el Obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza (desde 1562 hasta 1582 y tras la muerte de Teresa). Otros grandes amigos y colaboradores fueron el Obispo de Osma Alonso Velázquez, el de Evora don Teutonio de Braganza (primer editor de un escrito teresiano). Admirador y entusiasta de su obra fue el Patriarca de Valencia, san Juan de Ribera. Incondicional de su persona fue el Obispo de Salamanca, don Jerónimo Manrique, que a poco de morir Teresa hace que profesores universitarios investiguen el milagro de su cuerpo incorrupto e inmediatamente inicia por propia cuenta su proceso de canonización (1591). De adversario pasa a ser admirador y amigo el Cardenal Arzobispo de Sevilla Cristóbal de Rojas. Único que prosiguió largo tiempo hostil fue el Arzobispo de Burgos Cristóbal Vela (abulense). La lista íntegra de prelados solidarios, más o menos implicados en la actividad teresiana puede verse en Diccionario de Santa Teresa, bajo la voz 'Obispos'. Suman un total de 23 prelados. Buen índice de la sensibilización lograda por Teresa en ese sector eclesial.
5. El estamento del bajo clero quizás sirvió a la Santa para vislumbrar el paisaje eclesial, no sólo en España sino en Europa. En la biografía teresiana, el episodio más conocido y aireado es su encuentro con el cura de Becedas, cuando ella cuenta sólo 24 añosy está gravemente enferma y necesitada de asistencia espiritual. En sus correrías de fundadora la acompañará otro humilde capellán, que se dice 'su escudero', Julián de Ávila. Tendrá en Sevilla la experiencia de la falsa amistad de Garciálvarez, a quien tiene que alejar de su Carmelo hispalense. Otra amistad fallida es la del famoso Padilla (el Ardapilla de su cifrario), exmisionero, fogoso reformista, que terminará en la cárcel inquisitorial. Hasta el final de su vida, Teresa contará con sacerdotes de calidad, incondicionalmente solidarios de su obra, como los palentinos Salinas y Reinoso, que la asisten en la fundación de Burgos.
6. Otra cosa es la actitud o los juicios de valor emitidos por la Santa. Alta estima de los numerosos componenes del episcopado por ella conocidos. Sin excepción alguna. Igual veneración por el Nuncio Ormaneto. Única excepción, la del Nuncio papal Felipe Sega a medida que éste hace uso de sus poderes. Sega había comenzado con mal pie su tarea madrileña, extremando sus poderes de señor de horca y cuchillo (cf MHCT 3, 610). De parte de Teresa, basta apuntar los momentos salientes. Queda asombrada del vocabulario curial estilado en la condena de Gracián, sin oír a éste (Dios me lo perdone! No puedo creer tal estilo: cta 254,8). Grave temor de que Gracián caiga 'en manos' del Nuncio (mire mucho que cuando se ponga en manos del nuncio haya seguridad -cta 255,1; ponerse en manos del nuncio sería desatino:cta 261,2). Recurre al confesor del Nuncio para que le exija que obre en conciencia (cta 269,9). Etiqueta la conducta de Sega con un vocablo insólito en su pluma: el nuncio está tan vidriado (cta 296,7). Todo ello es un episodio inusual pero delator en la pluma de la Santa: la mujer marginada que es Teresa, enfrentándose con alguien que representa la cúspide de los poderes eclesiales.
7. Es más unívoca su valoración del bajo clero. El sacerdote, para ella, no es un empleado de oficio. En el momento crucial que está viviendo la Iglesia, el sacerdote es un abanderado. Una especie de capitán de los cristianos. Es un 'defendedor' de la causa de Cristo. Para ejercer su alta función se le exige calidad: perfección. No es ahora tiempo de ver imperfecciones en los que han de enseñar Hará más uno perfecto, que muchos que no lo sean. Han de ser (ellos) los que esfuercen a la gente flaca ypongan ánimo a los pequeños. ¡Buenos quedarían los soldados sin capitanes! Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres y estar en los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo, y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles? Porque a no ser así, ni mercen nombre de capitanes, ni permita el Señor salgan de sus celdas (C 3,3) Qué sería de la Iglesia sin ellos!
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