1. Santa Teresa es la primera mujer proclamada oficialmente Doctora de la Iglesia. Ese título, más algún adjetivo que la califica de seráfica, o mística, o angélica doctora, la acompaña desde que fray Luis de León publicó por primera vez sus obras y aseguró «no dudar sino que hablaba el Espíritu Santo por ella y le regía la pluma y la mano», hasta que el Papa Pablo VI decide proclamarla oficialmente Doctora de la Iglesia Universal. En la presente ficha nos interesan especialmente dos datos: la trayectoria histórica de su doctorado y la valoración de su magisterio por parte del Pontífice.
2. Hitos históricos. Es densa y complicada la prehistoria doctoral de Teresa. Resumimos. El doctorado de la Santa es, a su modo, un buen indicador de las corrientes de feminismo y antifeminismo dentro de la Iglesia. Se trataba de reconocer la existencia de un carisma de docencia universal, no vinculado al escalafón jerárquico. A saber:
a) La primera publicación de sus obras completas, avalada por el laudo de fray Luis literato, teólogo y biblista- sirve de lanzadera, si bien el sabio agustino previene a los lectores que 'no siendo de las mujeres el enseñar, sino el ser enseñadas, como lo escribe san Pablo, luego se ve que es maravilla nueva' el caso de Teresa. Excepción a la regla. Sin embargo, ya antes al publicar el primer escrito teresiano las Constituciones Jerónimo Gracián reconocía expresamente que también a las mujeres y a Teresa, en concreto se les otorgaba el carisma de la sabiduría.
b) En los dos siglos siguientes XVII y XVIII avalan y relanzan su magisterio sendos futuros Doctores de la Iglesia, san Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio... A nivel estrictamente teológico se pronuncian a favor los Salmanticenses: habet autem doctricis aureolam matriarcha nostra beata Teresia, cuius singularem doctrinam tamquam e caelo emanatam recipit et approbat Ecclesia' (1657).
c) En el siglo XIX se publican ya numerosos estudios para demostrar la vigencia del doctorado teresiano, pese a no estar oficialmente declarado por la suprema autoridad de la Iglesia. Destacamos las dos posiciones extremas: por un lado, san Enrique de Ossó no sólo escribe en su revista todo un tratado a favor del doctorado de Teresa, sino que difunde centenares de estatuas de la Santa con toga y birrete doctoral y logra que el más famoso arquitecto de su siglo, Gaudí, eleve en Barcelona el mayor monumento arquitectónico simbolizando su doctorado; mientras que, por el extremo opuesto, los Bolandistas (J. Vandermoere) le niegan categóricamente el título de doctora de la Iglesia ('S. Teresia inter Ecclesiae universalis doctores locari non potest: título del capítulo 81, p. 360), precisamente por su condición de mujer ('num ille titulus feminae competere possit'), apoyándose en la autoridad de Santo Tomás (II-II, 177,2).
d) Ya en el siglo XX se plantea a Pío XI la posible proclamación doctoral de la Santa, con motivo del doctorado de san Juan de la Cruz, y el Pontífice prefiere no pronunciarse, alegando por enésima vez el motivo feminista: 'obstat sexus!'(1922).
e) Es precisamente ése el problema que afronta el Concilio Vaticano II en términos generales declarando la no discriminaciónde carismas dentro de la Iglesia (Lumen Gentium 12), con lo cual y con los numerosos gestos de promoción de la mujer quedaba abierto el camino a la anhelada proclamación doctoral de la Santa.
3. La proclamación. En un gesto sin preámbulos, el 15 de octubre de 1967, en un discurso dirigido al Congreso Mundial del Apostolado de los Laicos en la Basílica Vaticana el Papa Pablo VI anunciaba en español: «Nos nos proponemos reconocerle a ella [a Teresa] un día, igual que a santa Catalina de Sena, el título de Doctora de la Iglesia». Se trataba de un hecho excepcional, no sólo porque Santa Teresa era la primera mujer a ser proclamada Doctora de la Iglesia, sino porque la proclamación era iniciativa absolutamente personal del Papa. Inmediatamente se elaboró, por pura formalidad, una gran Positio, en la que se historiaba y se justificaba el doctorado de la Santa y especialmente se dilucidaban los presuntos y manidos óbices 'feministas'. La solemne proclamación tuvo lugar en la misma Basílica Vaticana el día 27 de septiembre de 1970, con la bula Multiformis Sapientia, en los términos siguientes:
«Con seguro conocimiento y después de madura deliberación, en la plenitud de la potestad apostólica, declaramos a santa Teresa de Jesús, virgen abulense, doctora de la Iglesia Universal» (Certa scientia ac matura deliberatione, deque apostolicae potestatis plenitudine sanctam Teresiam a Iesu, virginem abulensem, Ecclesiae universalis doctorem declaramos).
4. Valoración del magisterio teresiano. La bula pontificia Multiformis Sapientia recordaba ante todo la doctrina paulina sobre la libre concesión de carismas 'a quienquiera' (dona sua dividens prout vult), doctrina refrendada por el reciente Concilo Vaticano II (Lumen Gentium 12), para constatar enseguida que a la persona de Teresa Dios la dotó abundosamente con el don de la palabra para que 'dicendo et scribendo' la ejerciese in medio Ecclesiae ('ut ad eam referri possint haec verba: in medio Ecclesiae aperuit os eius'). Recordaba luego que su sabiduría había sido acogida ininterrumpidamente durante siglos por los fieles, por Santos Doctores (y mencionaba por su nombre a 'San Francisco de Sales, san Alfonso de Ligorio, San Antonio Mª Claret, San Carlos de Sezze, San Vicente Pallotti aliique sancti') y por toda una serie de sumos Pontífices alegando, uno a uno, susrespectivos elogios de la Santa. Recordaba igualmente que antes de proceder a la solemne proclamación de ella como 'primera mujer Doctora de la Iglesia', había hecho dilucidar el molesto problema feminista: 'an titulus et cultus Doctoris Ecclesiae, praeterquam viris, tribui etiam mulieribus posset'.
5. Y finalmente a Teresa se la proclamaba Doctora no sólo por su servicio a la Teología Espiritual, sino muy especialmente por su magisterio de oración y por su singular testimonio sobre Cristo y sobre Dios. Dos puntos insistentemente subrayados por el Papa en sus alocuciones homiléticas de esta ocasión fueron:
a) que a Teresa 'se le reconoce' sencillamente el servicio prestado a la Iglesia durante siglos.
b) y que su palabra sobre Dios es un testimonio especialmente válido para el hombre y el mundo de hoy.