1. Es el misterio de la Trinidad Santa en el alma y la vida de Teresa. Experiencia y doctrina. Vivencia suprema de su historia de salvación. La presencia de la Trinidad en el alma en gracia es consecuencia normal de la promesa de Jesús en el Evangelio deJuan (14,23). Lo singular en el caso teresiano es la experiencia mística de esa presencia. La testifica ella en términos fulgurantes al comienzo de las séptimas moradas del Castillo Interior, en un pasaje que chocó, como ningún otro de sus escritos, con la teología de su tiempo y que aún después de muerta la autora llevó tenazmente su escrito ante la Inquisición. En la presente ficha nos interesan ambas cosas: la experiencia trinitaria de la Santa y la suerte de ese pasaje testifical de su obra.
2. Dentro del proceso de su vida mística, Teresa tiene en sus últimos años una progresiva vivencia del misterio trinitario. Le ocurre que su inicial experiencia de la presencia de Dios -una presencia que la traspasa y la trasciende (Vida 10,1)- la va introduciendo en el misterio divino y culmina, primero en experiencias inefables de la Trinidad, y finalmente se estabiliza en la experiencia de la propia alma habitada, como un templo, por las tres Personas divinas. A mitad de ese proceso, Teresa había vivido una prolongada y vivacísima presencia del misterio de Cristo y su Humanidad gloriosa. De suerte que la experiencia de la inhabitación le ocurre de sorpresa. Como si no hubiera estado precedida ni por sus lecturas ni por las aportaciones de los teólogos amigos, que sí sabemos hablaban y predicaban sobre el misterio trinitario. Lo testifica ella ingenuamente en uno de sus relatos autobiográficos, datado aproximadamente el año 1571: Esta presencia de las tres Personas, que dije al principio (lhabía referido poco antes, en la Rel 16, de ese mismo año) he traído hasta hoy presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo siempre, parece me hacía algún impedimento ver tres Personas aunque entiendo es un solo Dios (Rel 18) y prosigue el relato: se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua, así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas. Eran las vísperas de su ingreso en las séptimas moradas y a partir de ese momento las experiencias de la presencia de la Trinidad en su alma se reiteran e intensifican. Se le repite la sensación de ser su alma como una esponja embebida de Dios (Rel 45). Trae a las Personas divinas esculpidas en su alma (Rel 47). Son unas grandezas tales, que Teresa anhela salir del cuerpo para gozarlas sin límite (ib).
3. Pero el testimonio más categórico lo escribe la Santa en el umbral de las moradas séptimas (c.1, 5-7), estando de nuevo en Ávila, cerca de fray Juan de la Cruz y quizás bajo su dirección espiritual. Es un texto con valor doble: autobiográfico y doctrinal. Afortunadamente lo poseemos aún hoy autógrafo, tal como brotó de su pluma, si bien quizá mutilado en la segunda parte del relato, como veremos enseguida. Transcribimos lo más fuerte del relato teresiano:
Pues cuando Su Majestad es servido de hacerle la merced de este divino matrimonio, primero la mete en su morada, y quiere Su Majestad que no sea como otras veces que la ha metido en estos arrobamientos..., haciéndola ciega y muda, como lo quedó san Pablo en su conversión
Aquí es de otra manera: quiere ya nuestro buen Dios quitarla las escamas de los ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace , y metida en aquella morada, por visión intelectual, por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres Personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios: de manera que lo que aquí tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos.
¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta más el alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve que están en lo interior de su alma, en lo muy muy interior, en una cosa muy honda que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, tiene en sí esta divina compañía.
4. En la imposibilidad de glosar ese pasaje con un sencillo comentario, replegamos únicamente sobre el impacto que produjo en los primeros lectores teólogos. De manos de laautora, su manuscrito pasó a las de Gracián. Él mismo cuenta el escrutinio a que sometió poco después el libro en presencia de Teresa y del teólogo dominico, P. Yanguas. Del improvisado tribunal de censores sólo conocemos las correcciones que Gracián introdujo en el autógrafo teresiano, rebajando de tono las afirmaciones de la Santa, salpicando el pasaje trinitario de tachas y enmiendas, que mitigasen la fuerza de su testimonio. Años más tarde se las borraría implacablemente el primer biógrafo de Teresa, Francisco de Ribera. Pero probablemente a las correcciones de Gracián se debe que la Santa arrancase en su manuscrito la hoja que contenía los últimos párrafos del capítulo y la escribiese íntegramente de nuevo. No sabemos con qué tipo de retractaciones. En todo caso, es evidente que la teología de Gracián no cuadraba con la teresiana. Rápidamente se apresuró él a transcribir en esmerada caligrafía todo el libro, quizá proyectando su edición, pero incluyendo en la copia todas las correcciones introducidas en el autógrafo sobre la experiencia teresiana de la inhabitación.
5. Gracián no llegó a publicar su texto. Lo hizo, muerta ya la autora, fray Luis de León, que no incorporó a él las enmiendas de aquel, pero sí volvió a suavizar el relato de la inhabitación. Tan fuerte le pareció el pasaje teresiano que le añadió una larga nota marginal (dos páginas: 234-235), única en todo el libro. Comenzaba así esa nota del editor: «Aunque el hombre en esta vida, perdiendo el uso de los sentidos y elevado por Dios, puede ver de paso su esencia, como probablemente se dice de san Pablo y de Moisén y de otros algunos, mas no habla aquí la Madre de esta manera de visión » La nota de fray Luis no sirvió de salvoconducto al texto teresiano, que apenas editado fue tomado de mira por los sabuesos de la Inquisición. El más osado de ellos delataba a la autora y a su editor: «El Padre Maestro León alias vir doctus no entendió o no quiso entender lo que está claro en esta escriptura [de Teresa] digo que ignora los términos de esta secta...; que consta por lo dicho ser estulticia herética y secta infernal y sueños que le enseñó el demonio, los cuales quiso el Maestro León reducir a doctrina católica [en su nota marginal] . Y en esto se ve claramente que no supo cosa desta doctrina ni de los misterios della». Así los delataba a la Inquisición a Teresa y afray Luis el célebre Alonso de la Fuente en la primavera de 1591. Fray Luis fallecía unos meses después (23 de agosto de 1591).
6. Teresa no se retractó. Al contrario, siguió viviendo serenamente su experiencia trinitaria. Vuelve a testificarla en su postrer escrito autobiográfico. Escribía en 1581: Esta presencia, tan sin poderse dudar, de las tres Personas, que parece claro se experimenta lo que dice san Juan: que haría morada con el alma, esto no sólo por gracia, sino porque quiere dar a sentir esta presencia Esto es casi ordinario... (Rel 6,9). La experiencia trinitaria de Teresa es importante por fijar el último hito de su vida mística y por atestiguarla en un texto excepcional dentro de la espiritualidad cristiana.